La ópera se estrena como 'trending topic'
E L CUARTO tema más comentado en España en Twitter el pasado 14 de julio fue I puritani. La ópera que Vincenzo Bellini escribió en 1834 generó 1.600 mensajes cruzados durante dos horas. Su emisión en directo a través de Facebook multiplicó por 100 el aforo de 1.700 personas del Teatro Real. I puritani no se encuentra entre el centenar de títulos más representados en los escenarios más relevantes del planeta operístico. Su nombre no goza del empaque y prestigio de La traviata. Ni su partitura la firmó Mozart, cebo infalible para cualquier público. Sus melodías tampoco iban a brotar esa tarde del pecho de un número uno como Plácido Domingo. Pero más de 170.000 espectadores se recluyeron en sus hogares para saborear la primera ópera que se retransmitió en directo a través de una red social.
El artífice fue el Teatro Real de Madrid. Minutos antes del comienzo, los asistentes se acomodaban en el patio de butacas dispuestos a sobrecogerse con la historia de amor entre Elvira y Arturo. La audiencia se extendió también por las inmediaciones de la sala, donde más de 5.000 personas siguieron la representación en tres pantallas gigantes. Pero donde saltó la chispa fue en Facebook. El público impaciente vio durante varios minutos imágenes entrecortadas en sus dispositivos conectados al evento. El asunto no funcionaba. Y saltaron: “Esto es una vergüenza”. “Esto es una chapuza”. El incendio se estaba propagando. Por fortuna, los problemas con la señal quedaron solventados a los 20 minutos del arranque, a tiempo para que la voz de Javier Camarena calmara los ánimos. Pronto el respetable olvidó los fallos tecnológicos. El tenor mexicano, protagonista de un recordado bis en este mismo teatro dos años atrás, arrancó los primeros bravos en el post de Facebook que retransmitía la función. Tres horas de pasión romántica culminaron con el reparto de la obra asomado al balcón del Real para recibir la ovación de los congregados en su exterior. Mientras, en las redes, los comentarios eran: “¡Vaya pedazo de ópera!”. “Gracias desde México, sencillamente increíble”. “A wonderful evening: opera lives!”.
pulsa en la fotoPlácido Domingo, durante uno de los ensayos de Simon Boccanegra en el Liceu de Barcelona.Caterina Barjau
La velada del 14 de julio no ha sido la primera vez que el género lírico se convierte en trending topic. El barítono y divulgador catalán Ramón Gener lo ha logrado en más de una ocasión con su programa This is opera (con más de 10.000 seguidores en Twitter), que emitió en 2015 durante dos temporadas en La 2 de Televisión Española, con una audiencia media de 350.000 personas por capítulo. Gener se maneja con un lenguaje cercano, una atención minuciosa a lo que cada obra tiene de actual y cientos de anécdotas que desgrana a modo de cebo. Para hablar de Madama Butterfly, entra en la cocina de un restaurante japonés y cocina sushi. Convence a un DJ para que versione un aria de Don Giovanni e incita a bailar a los asistentes de una discoteca de Barcelona. Incluso su estética abandona la rigidez asociada al género lírico. Sin etiqueta. Con camisa, vaqueros y una sonrisa como todo uniforme. Y un optimismo contagioso: “El presente goza de buena salud. Pero me juego mi alma y mi vida eterna a que a la ópera le espera aún un futuro mejor”.
MADRID HA SIDO PIONERa EN OFRECER UN OBRA íntegra por FACEBOOK. Y en 2007 BARCELONa proyectó en directo ‘la TRAVIATA’ EN un cine.
¿Qué le hace albergar tantas esperanzas a este divulgador lírico? ¿Estamos ante un boom de la ópera? Los buenos augurios se tornan inevitables, según Gener, por el mayor acceso de manera globalizada a la información. Si Madrid ha sido pionera en ofrecer una obra íntegra vía Facebook, Barcelona lo fue hace nueve años en la gran pantalla. La traviata, de Verdi, retransmitida en streaming desde el Liceu en 2007, fue la primera obra en vivo proyectada en un cine. ¿Por qué los teatros españoles están abanderando la iniciativa tecnológica del género lírico? Roger Guasch, director general del Gran Teatre del Liceu, ofrece una pista: “El teatro, de puertas para adentro, se ha convertido en una empresa”.
Roger Guasch tiene 50 años y fue directivo de la firma Chupa Chups antes de fichar por el Liceu en 2013, con la palabra “viabilidad” grabada entre sus objetivos. La crisis económica había reducido la financiación pública a esta institución en 10 millones de euros (pasó de recibir una subvención del 51% de su presupuesto al 46%). La respuesta de Guasch fue la misma que esgrime hoy: “La ópera ha experimentado un cambio radical, en su concepto y en su programación. Por tanto, la vieja fórmula de que un director artístico organiza la programación sin tener en cuenta al público ha muerto”. Su estrategia no dista mucho de la del divulgador Ramón Gener. Lanza dardos hacia la audiencia no iniciada. Como el Benvenuto Cellini de Hector Berlioz que el teatro catalán ofreció la temporada pasada bajo la dirección de escena de Terry Gilliam, director de cine y actor del grupo Monty Python. De las 13.000 entradas para aquel espectáculo que salieron a la venta, 7.000 pertenecían a los abonados; el 54% de las localidades restantes las adquirió un público menor de 35 años.
“Ya en su época mi padre decía que la ópera estaba llegando al postre… Eso quiere decir que no volverá a ser popular”. En el Teatro Real, Giancarlo del Monaco, de 72 años, descansa su escepticismo sobre el sofá oscuro de su camerino. Conoce bien las entrañas del género, no solo por haber dedicado toda una vida a la dirección escénica, también porque es hijo del mítico tenor italiano Mario del Monaco. El pesimismo oscurece su mirada. Sin embargo, Joan Matabosch, sucesor en 2013 del fallecido Gerard Mortier al frente de la dirección artística del coliseo madrileño, discrepa de sus presagios. Llegó a la capital con el aval de dos décadas ejerciendo ese mismo cargo en el Liceu. Menudo y enérgico, se enciende al hablar sobre el futuro de la lírica: “¿Cuándo se han hecho 10 representaciones de Parsifal, de Wagner? Nosotros lo hemos conseguido y con una ocupación del 90%. ¡Esto es insólito incluso en Centroeuropa! Hace 20 o 30 años era inimaginable poder llenar un teatro con más de tres funciones. Hemos multiplicado la asistencia a la ópera”. Christina Scheppelmann, directora artística del Liceu coincide con Matabosch. “El género sí vive un buen momento. Hay muchos más cantantes, teatros y festivales que hace 50 años. Hemos sido capaces de generar interés”. Citas como el festival de verano de Aix-en-Provence, que ha cerrado su edición de 2016 con una asistencia de más de 75.000 personas, o el de Glyndebourne, en Reino Unido, que genera un impacto económico en el condado de Sussex de más de 16 millones de libras cada año.
Como el Liceu, el Real también ha visto mermada su subvención pública a raíz de la crisis. En su caso bajó del 53% a menos del 30%. Y menos dinero supone menos contrataciones estelares. Y son las grandes estrellas las que empujan, en parte, la supervivencia. Roger Guasch explica que a los teatros les cuesta 18.000 euros por función traer a una figura internacional frente a los 10.000 que pagan por un cantante menos laureado. En el fondo, la diferencia no es tanta. Una estrella canta cuatro funciones y no diez. No destroza presupuestos y llena los auditorios. Además, incide visiblemente en sus ingresos. La presencia de una gran estrella puede suponer la facturación de entre 250.000 y 300.000 euros por espectáculo. Sin estrella, la facturación puede ser de 100.000 euros menos.
“LA DINÁMICA DE UN DIRECTOR QUE ORGANIZA LA PROGRAMACIÓN SIN CONTAR CON EL PÚBLICO HA MUERTO”, DICE ROGER GUASCH, DIRECTOR DEL LICEU.
Aunque sea difícil admitirlo, este negocio tiene sus Madonnas y sus Michael Jackson. En 2009, la mezzosoprano Cecilia Bartoli desbancó de la lista de ventas a Madonna. Y lo hizo con su disco Sacrificium, dedicado a los castratos. Ese mismo año, La Cenicienta de Rossini, interpretada en el Liceu de Barcelona por el divo peruano Juan Diego Flórez, se coló también entre los discos más vendidos. A pesar de no correr buenos tiempos para la venta de discos, desde Sony Music apuntan que la música clásica y la ópera son géneros con cifras estabilizadas. Si hace una década Bartoli y Flórez eran el sueño de las discográficas, ahora es el momento del reinado de Jonas Kaufmann. Tenor dramático, de porte arrollador y dotes actorales, Kaufmann ha reventado el mercado de la música clásica como estrella de Sony. Este cantante es noticia hasta cuando cancela un concierto. Se lo rifan las marcas de lujo. Hace un año salió al mercado Nessun Dorma, un álbum dedicado íntegramente a Puccini con el que consiguió situarse entre los siete discos más vendidos en el mercado español. Desde Sony consideran un hito que un álbum de Puccini accediera a esa lista. Sin embargo, la hazaña de Kaufmann, pese a sus brillantes resultados, no consigue hacer sombra al que aún se considera el mayor boom de la historia del género: Los Tres Tenores.
El 7 de julio de 1990, las termas de Caracalla vivieron un concierto único transmitido en directo por un centenar de televisiones. Su recuerdo permanece candente. Por primera vez, los tres más grandes tenores se juntaban para ofrecer un recital memorable. Vendieron 120.000 discos solo en España. Popularizaron la ópera. Llenaron estadios. ¿Consiguieron el mismo efecto en los teatros?
29 de junio de 2016. La fecha está escrita en el reverso de la camiseta negra de Ainhoa Sánchez. Tiene 18 años y las mejillas coloradas porque se acaba de pegar una carrera de campeonato. Su pecho, aún agitado por el sprint, da movimiento al perfil de Plácido Domingo estampado sobre su camiseta. Se diría que la joven, que viste vaqueros, deportivas y una cruz gótica en el cuello, corre para no perderse un concierto de rock. Pero se trata del tenor madrileño que ha congregado a 60.000 personas en el Santiago Bernabéu esta noche. Ainhoa escuchó su voz por primera vez con 15 años en una audición escolar. Desde entonces es su incondicional.
–¿Por qué crees que es tan importante Plácido?
–Porque dio a conocer la ópera con Los tres tenores.
–¿Cuál es tu canción favorita de ellos?
–Mmmm, esta que se llama… La donna… ¿La donna è mobile? De Carmen es, ¿no?
–¿Has ido alguna vez a la ópera?
–Pues la verdad es que no. Ganas no me faltan, pero tendría que ponerme a fondo con ello.
Ainhoa no ha puesto en su vida un pie en un teatro para ver una función. Pero es capaz de pisar el Bernabéu por Plácido, aunque por sus venas corre sangre del Atleti.
“Dejando a un lado la inmensa calidad de las tres voces y el magnífico repertorio que elegían para sus conciertos, aquello fue un extraordinario ejemplo de marketing”, recuerda Gregorio Marañón, presidente del Teatro Real. Ainhoa es solo un ejemplo vivo del furor que causaron Los Tres Tenores hace un cuarto de siglo. Lo que no lograron, pese al rotundo éxito comercial, fue que el público ajeno profundizara más en el género, porque, como dice Marañón, "no es solo música y voces, es ante todo dramaturgia". Los que manejan hoy la ópera aspiran a que recorra una senda nueva y con más alcance. Para Marañón, como pudo comprobar con la reciente emisión de I puritani a través de Facebook que él mismo promovió desde el Teatro Real, el éxito presente y futuro pasa por seguir ahondando en la alianza entre grandes teatros y nuevas tecnologías para expandir la audiencia. “Una mayor difusión y un acercamiento cívico sin las limitaciones de los espacios físicos”.
Los grandes templos líricos son capaces hoy de llevar el espectáculo hasta la pantalla de los ciudadanos de a pie a golpe de clic. Sus estrellas acumulan miles de seguidores en las redes sociales. Hay muchos que aún no se atreven a pisar un patio de butacas. Pero también hay apasionados como Ainhoa, que con solo 18 años es capaz de correr tras los pasos de Plácido Domingo aunque que sus amigas la tilden de rarita. Y de madridista. Plácido Domingo, el titán de 75 años que cosechó el aplauso más largo del mundo, tampoco dejará de entonar arias hasta el último aliento. Tan inmortal como una música que tiene cuatro siglos de vida y sigue reinventándose entre el clasicismo y las puestas en escena de vanguardia de los más osados directores de escena. Ramón Gener, uno de los últimos divulgadores que han intentado aproximarse a las grandes masas, concluye: “En el año 4000 seguirá sonando La traviata”.
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