Respirar en las ciudades del futuro
Las ciudades deben ser compactas, promover viviendas eficientes y un buen transporte público que desincentive el uso del coche
Las ciudades ofrecen un espacio donde habitar, trabajar, realizar actividades culturales, deportivas y de ocio. Pero también representan zonas de riesgo, algo inherente a la aglomeración urbana. Todas estas actividades humanas forman parte de un ecosistema complejo de interacciones sociales, económicas y ambientales en un espacio físico circunscrito a la urbe. Una parte de este ambiente es la atmósfera, donde se depositan gases, partículas y diversos compuestos que se derivan de nuestras actividades cotidianas.
Estos contaminantes reducen significativamente la calidad del aire que respiramos cada día, lo que se convierte en una amenaza para nuestra salud. De acuerdo con el más reciente informe de la OMS (Global Urban Ambient Air Pollution Database, 2016, con información de 3.000 ciudades en 103 países), ocho de cada 10 personas que viven en zonas urbanas respiran un aire con niveles de contaminación que superan los límites recomendados. En 2012 murieron 8,2 millones de personas. De acuerdo con las cifras de la OMS, los accidentes cerebrovasculares, los cánceres y las neumopatías crónicas constituyen actualmente casi dos terceras partes del total de muertes debidas a la insalubridad del medio ambiente. Si tenemos en cuenta que la población aumentará de los 7.000 millones actuales a los 9.000 en 2050, mejorar la calidad del aire en las ciudades es un reto urgente.
En España, cerca de 46 millones de personas respiran aire contaminado, según un informe de Ecologistas en Acción de 2015. El 99% de la población y el 95% del territorio estuvieron expuestos a unos niveles de contaminación que superan las recomendaciones de la OMS. Si se toman los valores límite establecidos por la normativa española y europea, más laxos que las recomendaciones de la OMS, un 40%, o dos de cada cinco españoles, respiran aire que infringe los límites legales. Son tres millones más respecto a 2014.
Ocho de cada diez personas soportan niveles de contaminación por encima de lo recomendable
Aunque existen diferencias geográficas y distintas escalas, en general, en las ciudades las principales fuentes de contaminación urbana están relacionadas con el consumo de combustibles fósiles; los procesos industriales y el uso de disolventes; el tratamiento de residuos; y la agricultura. La coyuntura meteorológica, el tráfico, el fraude en las emisiones de los automóviles y la apuesta gubernamental por las energías sucias, en detrimento de las renovables, se suman a un problema que afecta a la salud de la ciudadanía y del planeta.
¿Qué futuro nos espera? Para responder podríamos revisar las proyecciones sobre la mortalidad esperada en 2050 por enfermedades asociadas a la contaminación atmosférica en las ciudades. Las cifras de la OECD indican que la contaminación del aire se convertirá en la principal causa ambiental de mortalidad prematura en el mundo. Se calcula que hacia 2050 el número de muertes prematuras derivadas de la exposición a partículas suspendidas aumentará más del doble y alcanzará los 3,6 millones al año en el planeta. Además, es probable que se produzca un cambio climático más perjudicial, ya que se prevé que las emisiones globales de gases de efecto invernadero se eleven en un 50%, principalmente debido al incremento en un 70% de las emisiones de dióxido de carbono.
Sin embargo, otros futuros podrían dibujarse al revertir las tendencias, explorando diversas iniciativas que mejoren la calidad del aire en nuestras ciudades. Para ello es indispensable comprender sistémicamente y con mayor precisión las diversas interconexiones entre los factores que originan las emisiones de contaminantes a la atmósfera, y aplicar políticas efectivas de mitigación de emisiones mediante instrumentos legales, económicos y de corresponsabilidad social.
En este sentido cobra relevancia la interacción coordinada de los actores público, privado y la ciudadanía para la solución del problema. La política pública no solo implica el establecimiento y seguimiento de las normas de contaminación y estándares de calidad del aire, sino orientar el planeamiento urbano, la movilidad urbana, la generación de energía hacia la sostenibilidad. A finales de 2013, la Comisión Europea adoptó el programa Aire puro para Europa, que incluye diversas medidas para reducir la contaminación atmosférica. El sector privado, además de ajustar sus procesos al cumplimiento de la normativa, debe buscar una mayor eficiencia energética y el uso de recursos, innovar en procesos y productos menos contaminantes, además de internalizar los costes de la contaminación. La ciudadanía debe participar activamente en el seguimiento y aseguramiento, en el cumplimiento de los indicadores ambientales, reducir tanto su huella energética como su huella de carbono, y comportarse como consumidores responsables.
La participación activa de la ciudadanía informada es precisa para conseguir una buena calidad ambiental
Las medidas para solucionar el problema de la contaminación en las ciudades comienzan por planificar ciudades compactas, garantizando viviendas energéticamente eficientes, con un buen transporte público y un diseño de espacio urbano atractivo y seguro para peatones y ciclistas, no para el vehículo. Con una ciudadanía informada a través de pantallas informativas públicas sobre la situación de la calidad del aire a tiempo real, se conseguirá una mayor conciencia cívica de la importancia del medio ambiente y una mayor participación en la búsqueda de soluciones como algo que nos concierne a todos. En este sentido, grandes ciudades están empezando a poner medidas, como restricciones de tráfico en caso de aumentos del nivel de contaminación. París, además, planea en cuatro años prohibir circular entre semana con coches fabricados antes de 1997.
Asegurar un ambiente urbano saludable no es, ni puede ser, sólo cosa de Gobiernos y empresas. La participación activa de una ciudadanía informada también es precisa para conseguir una buena calidad ambiental. Incluso pueden emplear sus aparatos digitales para velar por el aire limpio.
Un proyecto europeo pide a los usuarios de iPhone monitorizar los niveles de contaminación en las principales ciudades. La idea de esta iniciativa es simple, consiste en descargar la aplicación iSPEX. Con ello se forma parte de una red de miles de personas en toda Europa que proporcionan información sobre la contaminación atmosférica. En la página web del proyecto se siguen las pautas de medición de calidad del aire y a través de Twitter se conocen las novedades de la campaña (http://ispex-eu.org). Pero no hace falta ser usuario de alta tecnología para contribuir a una ciudad más saludable. Los ciudadanos que plantan y cuidan árboles, jardines, huertas o tejados verdes, o que comparten automóvil privado o utilizan otros medios de transporte, también contribuyen a la mejora de la calidad del aire. Como se ha demostrado en una gran diversidad de casos, la participación ciudadana es clave para seguir el camino de la sostenibilidad urbana.
Almudena Garrido, investigadora en sostenibilidad urbana y participación de la Universidad de Deusto, y Guillermo Gándara, especialista en prospectiva urbana y economía ambiental del Tecnológico de Monterrey, son autores de Nuestras ciudades del futuro (Erasmus Ediciones, Barcelona, 2013).
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