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Marília Mendonça hace arder la taquilla

La Adele brasileña ha superado a gigantes del pop internacional como Beyoncé y Taylor Swift

Marília Mendonça, en un concierto en la ciudad de Teresina, Brasil.
Marília Mendonça, en un concierto en la ciudad de Teresina, Brasil.Instagram
Tom C. Avendaño

El centro cultural de Floriano, una ciudad de casi 60.000 habitantes en el Estado de Piauí, al norte de Brasil, tenía programada una gran actuación para la noche del miércoles 20 de julio y, como consecuencia, su taquilla ardió. Literalmente. Cientos de fans aguardaban frente al escenario a Marília Mendonça, una joven cantautora de sertanejo —el country brasileño—. Pero en su lugar encontraron a un portavoz, que les informó de que Mendonça estaba enferma y no iba a actuar aquella noche. La furiosa reacción del público fue inmortalizada en un vídeo grabado con un móvil y subido posteriormente a YouTube.

En él se ve cómo los asistentes comenzaban a lanzar insultos y a tirar objetos al escenario. En otro clip, unos fans piauienses airados prendían fuego a la taquilla. Al día siguiente, la intérprete de éxitos como Sentimento Louco publicó un comunicado en su perfil de Instagram, donde tiene un millón y medio de seguidores, en el que informaba a sus seguidores de que estaba hospitalizada por una molestia leve pero que no podía cantar.

Así está el mundo de María Diaz Mendonça, que el pasado 22 de julio cumplió los 21 años, y que se ha convertido en el fenómeno más certero de la música brasileña reciente. Pasó de ser prácticamente una desconocida hace poco menos de un año a ser una de las artistas más escuchadas en YouTube en un país que devora éxitos digitales: entre el 1 de junio y el 11 de julio de este año sus vídeos oficiales han acumulado 289 millones de reproducciones. Para provenir de un discreto municipio de 3.000 habitantes en el Estado de Goiás, en el centro oeste del país, ha logrado superar en reproducciones a gigantes del pop internacional como Ariana Grande, Shakira o la todopoderosa Taylor Swift. También ha rebasado a Adele, con quien la prensa brasileña la compara frecuentemente, posiblemente porque ambas gozan de un notable chorro de voz y la capacidad de componer sus propios éxitos; o, más lamentablemente, porque, como Adele, Mendonça no tiene el estricto cuerpo de modelo que se le exige a las reinas de la música actual.

Entre bastidores

Sin embargo, el éxito del que ahora goza no lo tenía cuando empezó a componer a los 12 años ni a los 15, cuando comenzó a trabajar con la agencia WorkShow, experta en lanzar a jóvenes brasileños al estrellato musical. Muchos de estos chicos allí representados (nombres como Cristiano Araujo, Lucas Lucco, Jorge & Mateus o, ya palabras mayores, el dúo Henrique & Juliano) se valieron durante años de las composiciones de Mendonça. Algunas de ellas se convirtieron en referentes del sertanejo moderno. “En la oficina estaban esperando el momento correcto para lanzarme”, contó ella hace meses al recordar esa época para la publicación Universo Online. “Mi mánager me decía: ‘Marilía, tu voz es muy joven, tú te quedas entre bastidores”. En agosto de 2015, actuó ante un gran público por primera vez. No tenía experiencia con audiencias más grandes que su propia familia. “Fue difícil. Leí mucho La Biblia, hablé mucho con mi madre y aún así quedé bastante nerviosa”, siguió. Pero aquella noche lo cambió todo. Aquella noche le dio el clamor popular, las 15 actuaciones al mes, los públicos de hasta 10.000 personas… Y un nuevo mote en las oficinas de WorkShow, Maquininha, por la máquina de hacer dinero que ha resultado ser.

Y así llegó a toda velocidad a este año y a aquel miércoles, en el que Marília no subió al escenario. Según WorkShow, sufre mucha tos y dolor en el pecho, y se le ha diagnosticado neumonía. Y aún así dio la sorpresa. Hasta cuando Marilía no canta, la taquilla arde.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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