_
_
_
_

“Me colé en la RAE y añadí 120 palabras nuevas al diccionario”

Jaime Villanueva

RAÚL Cárdenas Lobicio (León, 1980) se define como un “activista de la lengua”. En 1993 se infiltró en la web del Pentágono para corregir una coma mal puesta. La hazaña le costó una multa y tres meses de cárcel. Ahora, ha vuelto a las andadas. Esta vez, colándose en la RAE para aprobar palabras nuevas que se ha inventado.

¿Qué lleva a una persona a irrumpir en la Real Academia para hackear el diccionario? La constatación de que la realidad del lenguaje va más rápida que las instituciones y la necesidad de utilizar palabras hasta ahora no normativas y que a todos nos resultan útiles.

Palabras como por ejemplo cuáles. El adjetivo “marinador” para el que pasa sus vacaciones en complejos posapocalípticos cerca de la costa, “fofigordo”, para los que no están ni delgados ni sanos, o “cimbrelazo”, acción de golpear la cara de una persona con el cimbr…

Se ha entendido, gracias. ¿Por qué recurrió al vandalismo en vez de hacer una petición formal a la RAE? Porque los académicos son más partidarios de quitar palabras que de incorporarlas. Era una batalla perdida. Los de mayor edad, han propuesto eliminar la palabra “pene” por falta de uso, no le digo más.

Será por falta de uso por su parte. Exacto. Ese era justamente el argumento de Vargas Llosa, el único académico sensato que se mostró contrario a la propuesta. Él sí quería añadir nuevas palabras, entre ellas “fáquer”, del inglés “fucker”. Al castellano le falta un término para referirse a alguien que, a una edad madura, sigue tan en forma que se acuesta con quien le da la gana.

¿Cómo se coló exactamente en la Academia? Por la noche, aprovechando que todos los académicos están acostados en sus respectivos sillones y tapados con una sábana para que no cojan polvo. Pérez-Reverte suele hacer guardia con su espada toledana, pero ese día estaba de congreso fuera de España. Era mi momento.

¿Cuál fue la reacción de la institución cuando, por la mañana, descubrió las nuevas entradas en el diccionario? No entendieron nada, pero era demasiado tarde. La gente había empezado a usarlas y ya se pueden poner todo lo yastels que quieran, que la troleada está hecha.

¿Todo lo yastels ha dicho? Sí, yastel es un sinónimo de “pesado”. Se aplica a los que son pesados por teléfono a la hora de la siesta. Es importante que ustedes, como periodistas, se informen. Si no, corren el riesgo de achocharse.

No le voy a preguntar lo que significa achocharse Sé que muchos se pasarán estas nuevas palabras por el paquetoncio, pero a mí me da igual porque ya les he vacilado la pelambrera a los mascañordos.

Me cuesta seguirle. Pues dele tripa al asunto y no se haga el cascabufas, que la lengua está más viva que el cabrillo de un trapero y si no se coscan de la morrana necesitarán majillos en el catipollo.

Eh…, sí, lo que usted diga. Hágame caso, putifundio, y no se me almorrane.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_