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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rajoy en la mira

Berlín hostiga a España por sus incumplimientos económicos

La canciller alemana, Angela Merkel, con Mariano Rajoy, en la clausura del Congreso del Partido Popular Europeo (PPE)
La canciller alemana, Angela Merkel, con Mariano Rajoy, en la clausura del Congreso del Partido Popular Europeo (PPE)Uly Martin

El Gobierno alemán no quedó satisfecho ni con el aplazamiento de una eventual sanción a España por el déficit de 2015 ni con la concesión de dos años (2016 y 2017) en lugar de uno para sanear las cuentas públicas. Temiendo que la suavidad con España sentara precedente y fuera aprovechada por otros países que también tienen problemas para cumplir los objetivos de déficit, Berlín recurrió la decisión de la Comisión Europea ante el servicio jurídico del Consejo. Este, en un dictamen que no altera la decisión de la Comisión pero que ofrece a Alemania una importante victoria política, ha dado la razón a Berlín cuestionando tanto el aplazamiento de la decisión sobre la multa como la ampliación de los plazos. Con amigos así, sobran los enemigos.

Editoriales anteriores

El hostigamiento alemán contra España carece de justificación. Primero, porque más que a la defensa de principios, va destinada a su clientela interna. Berlín teme que la laxitud monetaria del BCE y la flexibilidad fiscal de la Comisión Europea alimenten a los euroescépticos en su propio país. Segundo porque el primer gran país que violó el Pacto de Estabilidad —que regula las sendas del déficit y las sanciones— fue la propia Alemania, en 2003. Ella es también la más incumplidora del procedimiento de desequilibrios macroeconómicos, por su excesivo superávit en la balanza de pagos, que condena a Europa al estancamiento. Y tercero, pero no menos importante, porque Alemania carece de razón en lo sustantivo, pues la propuesta de multa a España no solo no tiene sentido sino que revela el fracaso de la política de austeridad preconizada por Alemania, que ignora el crecimiento y el empleo y que, esta sí, alimenta el populismo antieuropeo por todo el continente.

Que Francia e Italia hayan salido en apoyo de España, aunque sea por razones de interés propio, deja clara la soledad de Alemania entre los grandes. Mal le va a Berlín cuando su política en Europa consiste en protestar en público, hostigar legalmente a sus socios ante las instituciones europeas y liderar a pequeños países partidarios de la austeridad a toda costa.

Más allá de la paradójica debilidad de una Alemania más aislada en Europa de lo que parece, todo este asunto pone en entredicho los éxitos de Rajoy en su negociación con la Comisión y, también, su relación con Alemania, mucho más deteriorada de lo que se espera entre dos Gobiernos afines ideológicamente.

El Gobierno es víctima de sus infinitas torpezas. Primero perjuró que cumpliría lo prometido y acordado para 2015. Luego desacreditó las previsiones contrarias de Bruselas, a la par que desoía el coincidente escepticismo de la Autoridad Fiscal independiente que él mismo designó. Después quiso deslegitimar al comisario responsable, el socialista francés Pierre Moscovici. Y cuando ya convenció al presidente Jean Claude Juncker de que fuera generoso para no estropear su expectativa electoral, anunció unas rebajas fiscales que en Bruselas sonaron a frívola impertinencia.

Rajoy insiste en presentarse por toda Europa como ejemplo de éxito económico, pero su mala relación con Berlín y sus torpezas en Bruselas ponen en cuestión tanto triunfalismo.

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