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“Soy un bebé que lleva 38 años en una incubadora”

Bernardo Pérez

EN 1978, Julia Marcial Sanromán tuvo un parto prematuro que obligó al niño a pasar unos días en la incubadora. Tras permanecer una semana en la misma, su madre lo rechazó porque encontró que estaba “demasiado hecho”. Ahora, con 38 años no cumplidos, este bebé sigue esperando que lo recojan mientras pasa sus días en la incubadora, que se ha convertido en su hogar permanente.

¿Cómo puedo llamarle? Pues como quiera. Oficialmente no tengo nombre porque mis padres no me lo han puesto aún. Pero, vaya, puede llamarme Alfonso. Todo el mundo me llama así, Bebé Alfonso o Alfonso a secas. Me lo puso una enfermera que tuvo un novio con ese nombre.

¿Cuánto tiempo lleva usted en la incubadora? 38 años. Día arriba, día abajo.

¿Y no ha salido nunca de la planta de maternidad del hospital? Bueno, a ver, salgo al baño o bajo al bar a por tabaco, pero estoy en la incubadora casi siempre.

¿Cómo es posible que su madre lo rechazara? ¿Nadie la obligó a quedarse con usted? Pues no lo sé. Yo aún sigo esperando que mi madre venga a ­buscarme. Empiezo a sospechar que no ocurrirá .Y eso que, como bebé, soy muy ingenuo.

De todos modos, una incubadora está hecha para terminar de formar a bebés prematuros… y usted ya es un adulto. Un bebé adulto, que no es lo mismo. Probablemente soy el único bebé del mundo con pelos en la espalda. ¿Y eso a qué se debe? Pues a que la incubadora hace que uno envejezca más deprisa que el resto. ¡Me estoy quedando calvo! Por eso solicito que venga mi madre a buscarme antes de que sea demasiado tarde.

Además querrá usted salir a la calle y llevar una vida normal. Francamente, estoy un poco harto de los otros bebés. Vienen aquí llorando y llamando la atención, pero lo bueno es que me respetan porque soy un bebé veterano.

¿Nadie le ha llamado la atención por permanecer desnudo a su edad? Aquí la vestimenta sobra porque la temperatura es la ideal. Paso el tiempo viendo la tele, leyendo el Marca y fumando…, pero ahora, con la ley antitabaco, tengo que fumar dentro de mi propia incubadora, porque si no dicen no sé qué de los otros bebés. Paparruchas. Lo que pasa es que los bebés de ahora son unos flojos.

Por lo demás, su rutina es la de un bebé normal y corriente. Más o menos. Las enfermeras me echan un chorrito de pacharán en el bibe, pero en términos generales sí. Necesito mis mimitos, que me den golpecitos en la espalda para eructar después de las comidas… Sigo siendo un bebé, aunque con muchas tablas.

¿Desde el hospital no han hecho esfuerzos para echarle? ¿Echarme? ¿Es usted un desalmado? ¿Quién echaría a la calle a un bebé tan adorable como yo? ¿Es que no tiene corazón?

Por favor, no era mi intención hacerle llorar. No se preocupe, no es por usted. Es que es la hora de la merienda y tengo que ponerme así para que me hagan caso. Quien no llora no mama, caballero. Si no le importa, me despido de usted porque ya viene la Antonia a cogerme en bracitos. Me cuida desde que nací y es la única que no se cae al suelo al agarrarme.

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