La gran estampida

Igual que la escritura tiene su piedra de Rosetta, la pintura como gesto, acción, incluso como psicoterapia, encuentra su estela original en Mural (1943), de Jackson Pollock, un relato de la construcción del espectáculo y la heroicidad que darían el disparo de salida a todo lo que llegó después: el dripping paint. El lienzo, que mide dos metros y medio de alto por seis de largo, surgió del encargo que Peggy Guggenheim le hizo al pintor estadounidense para decorar la entrada de su nueva casa en Manhattan. Sobre su inspiración, Pollock solía explicar que pensó “en El Greco y en Picasso para dibujar caballos, antílopes y búfalos, todos corriendo sobre esa maldita superficie”. A sugerencia de Marcel Duchamp, Pollock lo pintó en un lienzo, en lugar de la pared, para que fuera portátil. Gracias a aquel consejo, hoy el mural puede viajar por Europa, después de unos meses de restauración en el Centro Getty de Los Ángeles. La Rosetta del expresionismo abstracto llega ahora al Museo Picasso de Málaga.

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