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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Mariam Nana: mucho más que una empresaria singular

Por Laura Hurtado @laurtado, periodista en Oxfam Intermón

Mariam Nana ante uno de los almacenes de su cooperativa. Imagen de Pablo Tosco.

Mariam Nana era una empresaria singular. No solo en Burkina Faso, su país de origen, sino también en el mundo entero. Y por eso era una avanzadora. Su singularidad radicaba en que, además de los beneficios mercantiles de su negocio, siempre resaltaba todos aquellos que se producían en términos de calidad de vida. Para sus empleadas y sus familias, para su comunidad, y para el país entero. Sin saberlo, y de forma totalmente espontánea, Mariam puso en práctica una de las tesis principales de la economía feminista: identificar el éxito económico no solo con el crecimiento o con lo material sino con el bienestar.

Todo empezó copiando una buena idea. Mariam descubrió que en la región vecina un grupo de mujeres organizadas estaban vendiendo el arroz vaporizado que normalmente cocinaban en casa para el consumo familiar. Tras la vaporización, el cereal ganaba sabor y nutrientes por lo que la gente estaba dispuesta a pagar más. Cuando regresó a casa, convenció a sus vecinas para iniciarse en este negocio. Comenzaron siendo 10 mujeres trabajando desde casa. Diez años después ya son más de 500 y han construido su propia fábrica. El Gobierno las apoya y los bancos les dan créditos (algo que para muchas empresarias sigue siendo complicado).

“Pronto vi que esto tenía futuro porque teníamos ingresos y podríamos mejorar la sociedad”, siempre afirmaba orgullosa. Tener un salario había generado un montón de beneficios sociales. Para empezar, sus compañeras habían logrado que sus maridos las dejaran salir de casa para “ganarse la vida”. Lo cual había implicado un mayor reparto de las tareas del hogar. Además, habían encontrado un espacio de encuentro fuera de casa que les permitía compartir sus inquietudes y sus alegrías.

Además, ya no dependían económicamente de sus esposos y tenían más margen de negociación ante cualquier desencuentro. Muchas comenzaron a decidir por sí mismas en qué querían destinar lo que ganaban. La propia Mariam decidió formarse y crecer profesionalmente, así como invertir en la educación de sus hijos e hijas. “Todavía impera la idea de que las mujeres se tienen que quedar en casa y que las niñas no tienen que ir a la escuela. Pero lo más sorprendente es que las hay que ignoran que tienen derechos”, lamentaba aunque era consciente de que poco a poco estaban sembrando la semilla del cambio. “Algunos hombres insisten ahora para que sus esposas trabajen en las plantas de vaporización”, explicaba.

Cuando le pregunté por qué no ampliaba su negocio -además de producir, empezaban a exportar-, me miró sorprendida. “Nosotras ahora ya estamos bien, no necesitamos crecer más, prefiero que crezcan otros, que comercialicen y exporten otras personas de Burkina Faso. Solo así creceremos todos y todas. Y mi país podrá prosperar”.

Mariam falleció hace pocos días tras un accidente de tráfico. Pero estoy segura de que su legado durará muchos años.

Comentarios

Una pena que con su muerte no siga disfrutando de este gran proyecto.
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Una pena que con su muerte no siga disfrutando de este gran proyecto.
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