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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nuevo órdago global

EE UU y China deben enfrentarse a la provocación nuclear de Kim Jong-un

Kim Jong-un, durante la firma de la orden para la prueba de la bomba de hidrógeno.
Kim Jong-un, durante la firma de la orden para la prueba de la bomba de hidrógeno.North's Korean Central News Age (EFE)

Al anunciar esta semana su primera prueba de una bomba de hidrógeno, el régimen norcoreano de Kim Jong-un ha lanzado un nuevo y preocupante órdago a la comunidad internacional. Está por ver que se trate verdaderamente de una bomba H al uso. Los primeros indicios, según los expertos, aconsejan adoptar una posición escéptica, porque la liberación de energía en la explosión ha sido demasiado débil.

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Pero aunque solo se trate, como apuntan todas las señales, de una bomba atómica mejorada, representa un salto adelante para la tecnología nuclear norcoreana. Y, como tal, un nuevo intento de la dinastía Kim de aumentar la presión sobre EE UU y Corea del Sur y, de esta forma, tratar de lograr concesiones económicas. Pyongyang exige, para volver a la mesa de negociaciones, que EE UU le reconozca como una potencia nuclear, algo que Washington se niega tajantemente a hacer.

La comunidad internacional lleva más de 20 años tratando de frenar las ambiciones nucleares de Corea del Norte. El acuerdo que el presidente Clinton logró en 1994 se rompió años más tarde, entre las sospechas de que Pyongyang no estaba cumpliendo el compromiso de congelar su programa de producción de plutonio mientras recibía asistencia económica. Sucesivos intentos de endurecer con sanciones esta postura, incluida la presión del Consejo de Seguridad de la ONU, no han dado resultados, y el arsenal nuclear ha seguido aumentando y mejorando.

Ahora, el órdago de un régimen abocado a recurrir de manera sistemática a las amenazas para garantizar su supervivencia puede acarrear importantes consecuencias para la seguridad en Asia-Pacífico. En esta región, la pujanza china y la rivalidad entre Pekín y Washington ya están impulsando una creciente inversión en armamento. La presidenta surcoreana, Park Geun-Hye, que debe aún decidir si su país acepta el escudo antimisiles que le ofrece EE UU, ya ha advertido en una reunión de su consejo nacional de seguridad que de confirmarse el anuncio norcoreano “podría cambiar potencialmente el panorama de la seguridad en el noreste asiático y cambiar de manera fundamental la naturaleza de la amenaza nuclear norcoreana”.

Lo que se impone frente a este evidente peligro para la seguridad de Asia y del mundo es que EE UU y China —Pekín tiene mucha más capacidad para ello y, por tanto, más responsabilidad— encuentren una fórmula eficaz que no caiga en el chantaje de Pyongyang y que le obligue a aceptar el principio de desnuclearización a cambio de cooperación económica. Corea del Norte no es Irán, pero sería irresponsable no abordar el reto y los peligros que encierra.

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