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MANERAS DE VIVIR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Elogio de lo pequeño

La realidad siempre está manchada, siempre es precaria y parcial. Lo mejor, entendido como utopía luminosa, no existe

Rosa Montero

Entre muchas otras frases memorables, el gran Voltaire dijo esta sentencia tan conocida: Lo mejor es enemigo de lo bueno. En mi adolescencia yo no la entendía, porque, con el maximalismo propio de la pubertad, me parecía que lo mejor siempre era mejor y punto. Luego fui asumiendo la naturaleza sucia de la vida, las contradicciones, las paradojas, y comprendí que la realidad siempre está manchada, siempre es precaria y parcial. Lo mejor, entendido como utopía luminosa, no existe. Pensar que la perfecta culminación de las cosas es posible conduce a errores sin fin e incluso a espantosas carnicerías. Los totalitarismos y fanatismos de todo tipo parten justamente de ahí, de la credulidad en los paraísos terrenales.

La frase de Voltaire es la base de una trampa lógica que se conoce como la Falacia del Nirvana y que consiste en rechazar una acción o una idea con el sucio truco de compararlas con lo mejor, con eso tan “mejor” que es inabarcable o imposible. Y lo malo es que muchas personas no son conscientes de la trampa del argumento, sino que se toman en serio la falacia y, cuando la sueltan, se creen estupendas. Son los puros y van por la vida dando lecciones. Seguro que conoces a más de uno. Abundan. Es una posición moral e intelectual muy gratificante: hay que pensar muy poco y además te sientes el rey del mambo.

La lucha por el progreso es muy compleja, el activismo sólo puede llevarse a cabo en campañas concretas

La Falacia del Nirvana se aviene muy bien con los prejuicios, porque son dos productos mentales que huyen precisamente de la reflexión. Primero hay que alcanzar la libertad política absoluta y luego se podrá luchar por los derechos de la mujer, oí decir a muchos militantes de izquierdas en los últimos años del franquismo; primero tenemos que conseguir que no haya un solo niño con hambre en el planeta y luego podremos reclamar derechos para los animales, escucho repetir tediosamente hoy. En octubre pasado, Malala lanzó una campaña reclamando 12 años de educación gratuita para las niñas del mundo. Inmediatamente surgieron airados y escandalizados comentarios del tipo de: ¿Y los niños no? ¿Los niños no merecen ser educados? O sea, venían a decir que, si no se educa a TODOS los niños de la Tierra, no se pueden sacar campañas parciales como la de Malala. A eso se puede responder de muchas maneras; resulta que el 80% de los analfabetos que hay en el mundo son mujeres; resulta que las chicas son especialmente ninguneadas educativamente; resulta que hay más de 60 millones de niñas que no estudian o bien porque se las relega por su sexo, o bien porque se les prohíbe el acceso al conocimiento; resulta que los integristas ponen bombas en los colegios de niñas o descerrajan tiros a las colegialas, como le sucedió a Malala. Y, por si todo esto no fuera suficiente, además es que el mundo es amplio e inabarcable, la lucha por el progreso es muy compleja, el activismo sólo puede llevarse a cabo en campañas concretas. Los campos de batalla son infinitos: que cada cual pelee por las causas en las que se sienta más implicado. Cuando todos esos moralistas escandalizados critican cosas como la campaña de Malala o la ayuda a los animales, siempre me pregunto qué estarán haciendo ellos por el hambre en el mundo o por la educación de los varones.

Así que esta es una llamada a la acción social parcial, delimitada y humilde. Por ejemplo: hay una organización llamada Women’s Link Worldwide que me parece maravillosa. Se dedica al apoyo legal de mujeres con problemas de discriminación y a la denuncia de abusos jurídicos sexistas en todo el mundo. Su campo de trabajo es, pues, muy específico: derecho y discriminación femenina (ya me parece escuchar: ¿y los hombres maltratados legalmente qué?), y hacen un trabajo formidable. Me acaban de enviar el caso de Gladys John, una nigeriana que, a los 23 años, fue traída a España con engaño y coacciones por una mafia de trata. Llegó en patera, fue explotada sexualmente en Madrid, le prohibían usar condón, quedó embarazada. Querían que abortara, pero ella se negó. Fue a una comisaría a pedir la residencia; la policía no la reconoció como víctima de trata y la metió en un centro de internamiento. Women’s Link presentó una solicitud de medidas cautelares para parar su deportación, pero, antes de conseguir respuesta, Gladys fue devuelta a Nigeria con grave riesgo para su vida, porque la colocaron en manos de la mafia. En Women’s Link no se han rendido: ahora intentan que su caso sea admitido en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. No es una historia feliz, pero, gracias a esta ONG, Gladys, y todas las otras Gladys que en la Tierra existen, tienen cierta esperanza, alguien que las defienda y hable por ellas. Gracias a Women’s Link conocemos la humilde historia de esta nigeriana. Basta con conseguir salvar a una Gladys para cambiar el mundo. Viva lo pequeño.

@BrunaHusky

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