Debbie Harry, melodía de seducción
En los ochenta, la cantante de Blondie se convirtió en uno de los mayores iconos del pop Hoy vuelve a ser pionera al protagonizar la última campaña del perfume de Paco Rabanne
Debbie Harry (Miami, 1954) viste un chándal rojo de un tejido similar a una toalla, rematado con unas simpáticas sandalias combinadas con unos entrañables calcetines blancos. Despeinada y algo encorvada, se pasea por el aparcamiento de un estudio de Miami tratando de evitar el asfixiante sol y la mirada de los miembros del equipo de producción.
Todo va un poco de sexo. Hay algo erótico en salir a cantar. No lo he perdido y no creo que lo vaya a perder jamás
Bueno, la mirada de los que la reconocen, pues la mitad de ellos probablemente no habían nacido cuando a finales de los setenta, al frente de Blondie, se convirtió en uno de los mayores iconos de la historia del pop. La otra mitad, los que podrían identificar temas como Heart of Glass cuando suenan en una boda, observan estupefactos la metamorfosis sufrida por esta mujer, quien hace media hora, perfectamente vestida y maquillada, compartía plano con Iggy Pop en la sesión de fotos realizada para componer la campaña con la que se celebra el décimo aniversario del perfume XS de Paco Rabanne, reformulado para la ocasión.
En el interior del estudio se oyen las risas de Iggy Pop. Dentro del tráiler en el que Harry recibe a la prensa, las respuestas son escuetas; la voz, débil, y las ganas de dar algo más que lo mínimo e indispensable, inexistentes. “Estoy muy contenta de volver a reencontrarme con la gente de Paco Rabanne y con Iggy. Le conocí cuando era camarera en Nueva York. Fuimos juntos de gira, nos trató muy bien y hemos sido amigos desde entonces. Es curioso, porque yo nací aquí, en Miami, y ahora él vive cerca de este estudio. ¿Hubieras imaginado a ese hombre conduciendo un descapotable por esta ciudad? Yo no”, explica con un hilillo de voz y sin mover un solo músculo.
De fondo se escucha de nuevo otra enorme carcajada de Iggy. La cantante baja la cabeza. “La gente como él, los hombres de este negocio, pueden pasearse a edad avanzada sin camiseta, relajados y siendo el foco de atención. A las mujeres no se nos permite. Mira, admito que por un tiempo pensé que la cirugía estética era la respuesta, me hice un par de cosas y paré. Ahora solo uso hidratantes buenas”, cuenta, tratando de justificar su apocada actitud con una explicación que nadie le ha pedido. Se lo recordamos. “Gracias”, responde la cantante que en 1980 organizó en Nueva York un encuentro de mujeres del punk al que asistieron Siouxsie Six o Chrissie Hynde, y que siempre tuvo muy claro lo que aquellos años significaron para la normalización del papel de las mujeres en la escena musical.
“Creo que fue en aquella época cuando las chicas empezamos a tener presencia en diversos estilos, roles más amplios y un papel protagonista. No sé si soy responsable de eso, pero sí me gusta pensar que ayudé a que sucediera, y lo hice en el seno de un grupo en el que todos eran hombres, y uno de ellos, además, mi pareja”.
Harry recuerda que el CBGB, el club del que salieron combos como los Ramones o Television, era un antro pestilente. A la cantante nunca le terminó de gustar el ambiente. Más si recordamos que una vez, saliendo de él, se subió a un taxi conducido por Ted Bundy, uno de los asesinos en serie más célebres de la historia de EE UU. “Me di cuenta de que el coche no se podía abrir desde el asiento del pasajero, me aterroricé y logré saltar de él en un semáforo. Un tiempo después vi la cara del tipo en las noticias y supe que mi taxista era Ted Bundy”, recuerda sin atisbo de emoción, ya sea porque ha contado la historia mil veces, ya sea porque le apetece bien poco rememorar el pasado. “No me importa hablar de lo que sucedió, porque sé que sin esa época hoy yo no estaría aquí participando en la campaña de uno de los perfumes más prestigiosos del mundo”, afirma con cierta dosis de orgullo.
Los hombres de este negocio pueden pasearse a edad avanzada sin camiseta. A las mujeres no se nos permite
Uno de los elementos que convirtieron a Blondie en un pilar de la música de finales de los setenta y principios de los ochenta fue la imagen de Harry. En un ambiente cochambroso apareció una rubia perfumada y bien vestida, elegante y sexy, pero lejos del concepto de mujer objeto que, antes y después, la industria del rock propuso como elemento definitivo de mercadotecnia. “Mira, al final todo va un poco de sexo, pero hay mil formas de vender sexo. Yo aún me siento sexy cuando subo a un escenario. Igual no tanto como en el año 1980 [ríe], pero hay algo erótico en salir a cantar. No lo he perdido y no creo que lo vaya a perder jamás”.
Lo que sí perdió Harry fue la posibilidad de convertirse en un icono aún mayor cuando, a rebufo de lo logrado por Blondie, surgió una tal Madonna. Ella llevó un paso más allá todo lo sugerido por la autora de One Way or Another. Por aquella época, la californiana estaba ocupada en algo mucho más importante que la música y el estrellato global. “No me arrepiento de haber parado para cuidar a Chris”, confiesa sobre el tiempo que pasó al lado de Chris Stein –compañero de grupo y su pareja– durante su grave enfermedad a mediados de los años ochenta. “Sé que era justo el momento en el que las modas se habían puesto de mi lado, pero en la vida hay cosas más importantes que el éxito”.
Es una fría noche en París. Paco Rabanne presenta oficialmente la fragancia con un acto exclusivo en el centro de la capital gala. El evento incluye la proyección de imágenes de la campaña y una breve actuación de Debbie Harry. Sube al escenario andando con parsimonia. Agarra el micrófono. La acompañan dos chavales que podrían ser sus hijos. Sin mediar palabra, arranca una modernísima revisión de Denis, el clásico de Blondie. Luego interpreta tres temas más y se va con una sonrisa. Ha dado lo justo y necesario. Lo que ha querido. O lo que ha podido.
elpaissemanal@elpais.es
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