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EL PULSO
Columna
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Doulas y embarazadas: el huevo o la gallina

¿Qué lleva a una mujer a pagar por los servicios de una desconocida, cuya formación profesional no está reglada, en algo tan delicado como el parto?

En España hay un total de 547 doulas en ejercicio.
En España hay un total de 547 doulas en ejercicio.H. Schmid (Corbis)

Cuando hace unos meses, confirmado el embarazo, mi pareja y yo coincidimos con una doula en casa de una amiga, mi primer impulso fue acosarla a preguntas. Ella hablaba con ese tono de quien pretende arrullarte con argumentos amables, aunque sin ofrecernos directamente sus servicios. Y enseguida me fui percatando de que no trataba de venderse, sino de enterarse cuánto sabía mi pareja acerca de la maternidad, y si estaba psicológicamente preparada para enfrentarse al proceso.

No se me había pasado por la cabeza que parir generase enfoques ideológicos, y que en torno al proceso hubiera tantas posibilidades de posicionamiento. Entonces me hice la pregunta más simple, que, como toda pregunta elemental, produce dolores de cabeza: ¿qué lleva a una mujer a pagar por los servicios de una desconocida, cuya formación profesional no está reglada, en algo tan delicado como el parto?

Salta un dato relativo a Estados Unidos, que es un indicador muy útil ya que siempre llevan la vanguardia en torno a obsesiones sociales: en el año 1994 había 31 doulas en todo el país, y ahora cuentan con más de 2.000. España, aunque no posee muchedumbres de doulas pululando por las calles, refleja una tendencia al aumento: 20 centros de formación en todo el país y 547 doulas ejerciendo.

Cuando días después nuestra casi amiga doula se ofreció en cuerpo y alma, aunque rechazábamos a priori toda posibilidad, intentamos razonar apelando a los riesgos de un parto asistido en casa. Y ella nos opuso unas estadísticas que se sabía de memoria, y que luego he verificado: un estudio publicado en la revista Enfermería Comunitaria, que proviene de expertos de la Universidad de Alicante y médicos de amplia trayectoria, revela que la mortalidad infantil en casas es casi idéntica en bajos índices a la de hospitales. O sea, que por ahí no podíamos desautorizar a nuestra interlocutora.

Cada vez que veo un fenómeno de oferta y demanda en auge, y a polemistas demonizándolo, intento averiguar qué pasa con el cliente. Y en este caso el cliente potencial era mi pareja, y más allá, toda mujer embarazada. Si cada día hay más doulas, no es porque sean una especie de secta caníbal que engaña a mujeres tontas. Sino porque hay un vacío emocional e informativo en torno a la maternidad que no parece preocuparle a mucha gente, salvo a las posibles clientes de las doulas.

Con el paso de las semanas –una embarazada cuenta el tiempo en semanas– fuimos comprendiendo que a una doula no la define una sola cosa. Se mueve en un terreno ambiguo no solo con respecto a sus competencias, sino en función de la mujer que demanda sus servicios. Algunas embarazadas buscan compañía espiritual pura y dura, otras poseen veleidades naturistas, y muchas no saben cómo afrontar el proceso y sus maridos poco aportan, en el caso de que estén cerca. Aunque parezca que el problema es la doula, a quienes les preocupe su proliferación deberían pensar en el cliente. A fin de cuentas, si hacen falta doulas para que los profesionales, los maridos y la sociedad afronten mejor el embarazo, todos salimos ganando. Las doulas solo desaparecerán, si acaso, de manera natural.

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