¿Por qué Harper Lee nos inquieta?
Historias como la de la anciana autora nos recuerdan que todo libro es un producto social y que el escritor carece de control sobre su obra

Nos gusta pensar en los escritores como individuos geniales y solitarios que poseen un control absoluto sobre su obra, pero la realidad es que todo libro es el resultado de la interacción entre decenas de personas con intereses distintos y a menudo contradictorios. Piénsese, en ese sentido, en el caso de Ve y pon un centinela, la novela de Harper Lee recientemente “descubierta” entre los papeles de la anciana autora: su publicación parece tan acertada desde el punto de vista comercial como calamitosa desde el literario, ya que pone de manifiesto que la obra a la que dio origen, Matar a un ruiseñor, le debe tanto a su autora como a su editor y a la tarea que éste hizo.
Nuestra inquietud por la de Lee y otras historias similares de una intervención editorial decisiva en la obra de un autor no sólo proviene de la pregunta de si un libro u otro nos hubiese gustado más si su editor hubiese intervenido en él o, en el caso contrario (el de la intervención), si no lo hubiese hecho. Además de por su naturaleza a menudo escandalosa, lo que nos incomoda de estas historias es que nos recuerdan que todo libro es un producto social y que (contra lo que nos gusta pensar) el autor carece de control sobre su obra.
¿Por qué un escritor publica? Porque en la interacción que tiene lugar en el proceso de edición de un libro éste multiplica sus significados, adquiere nuevos sentidos y pasa de ser una fantasía individual a ser un sueño colectivo, soñado por personas desconocidas en sitios completamente ignorados por el autor. A esa multiplicación es a lo que llamamos literatura, no al producto de una soledad que es, al mismo tiempo, la bendición y la condena de la actividad literaria.
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