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EL PULSO
Columna
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Una de actores encasillados

Como en las mejores películas, en el 'affaire' Iker Casillas-Florentino Pérez nada está claro

Florentino Pérez entrega un trofeo a Iker Casillas en 2011.
Florentino Pérez entrega un trofeo a Iker Casillas en 2011.Uly Martín

Empezó la Liga sin Casillas. El debate sobre su figura ha envenenado al Real Madrid durante años, al mezclarse lo deportivo con los intereses particulares, e incluso con lo político. Mourinho, para muchos un villano de película, encrespó las aguas.

Yo, como aficionado, de cinco años para acá he visto un portero al que se le notaban cada vez más sus graves defectos, que afectaban a todo el equipo: no ir bien por alto y no saber jugar con los pies. Recientemente se añadió un rostro demacrado, un miedo al balón y un no parar casi nada. Sus defensores hubieron de inventar mágicas intervenciones (una a Messi, con la rodilla; vi varias veces la jugada, pero nunca cómo supuestamente desviaba el balón). El Madrid ganó la décima pese a un fallo suyo, que sólo un milagro de Ramos en el descuento pudo subsanar.

Ni topo, ni santo, ni diablo: un portero fantástico que dejó de serlo hace tiempo. En parte, por creerse un elegido. Entrevistado por Gabilondo, dijo: “La gente que hemos tenido el talento innato, lo único que tenemos que hacer es cuidarlo. Yo no necesito ir al gimnasio y hacer 40 abdominales”. Su amigo Ramos tuiteó en febrero de 2012: “En siete años que llevo en el Madrid, es el primer día que veo al Melón (Iker) en el gimnasio. Increíble pero cierto”. Eso hizo que el entrenador de porteros de Mourinho, un italiano ajeno al ruido mediático, prefiriera a Diego López.

Tampoco su familia parece haber ayudado. Su madre calificó al Oporto (su nuevo destino, bicampeón de Europa) de “equipo de Segunda B”. Menos mal que madre no hay más que una.

¿Es Florentino Pérez el malo de la película? Se lo pregunto a Fernando R. Lafuente, secretario general de la Revista de Occidente, con columna semanal en Abc sobre el Madrid. “Casillas tardó demasiado en darse cuenta de su situación, con la afición dividida; y a eso se sumó el problema de que ningún equipo le quería pagar lo que cobraba en el Madrid. Por otra parte, Di Stéfano, Hierro, Raúl, ahora Casillas…, salvo Zidane, independientemente del presidente de turno, pocos de los grandes han salido bien. ¿Y si es un problema de los jugadores?”. Mientras escribo, en un bar de un pueblo abulense, dos ancianos comentan el caso: “Se ha ido el que tenía que quedarse, y se ha quedado el que tenía que irse”. Hay opiniones para todos los gustos. Adolfo García Ortega y Diego Doncel son escritores y madridistas. El primero afirma: “Florentino debió secundar a Mourinho cuando éste, con su gran personalidad, entendió que Casillas ya había cumplido su tiempo en el Madrid. Ancelotti, con su escasa personalidad, pagó las consecuencias”. Para Doncel, “Casillas ha confundido durante mucho tiempo al Madrid consigo mismo. Es decir, con su propia proyección personal. Por eso, Casillas representa ese dejar a un lado el amor a la camiseta por otros amores: fama, dinero o poder”. El culé Juan Cruz, que además de en las páginas de cultura de EL PAÍS escribe en el As, me dice: “En España hay afición a los colores, no a los valores. Las directivas, da igual Barça o Madrid, nos causan dolor, pues no aman el fútbol, sino el palco, y por ello tratan a los futbolistas con displicencia”.

Como en algunas de las mejores películas, aquí nada está claro del todo. Ni siquiera quién es el auténtico malo, por muy encasillados que estén los actores.

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