Una balada de vanguardia
El pianista Nicolas Horvath interpretó en la Radio de París las 'Vexations', de Erik Satie, una pieza que dura entre 12 y 24 horas
El pianista Nicolas Horvath inició a las ocho de la tarde del martes 30 de junio en la casa de la Radio de París la interpretación de las Vexations, de Erik Satie, para conmemorar el 90º aniversario de la desaparición del célebre compositor. Dicho así, parece sencillo, pero lo llamativo del caso es que estuvo tocando hasta las ocho de la tarde del día siguiente. Compuesta en 1893, es una de las obras más peculiares de Satie. Consiste en 840 ejecuciones de un fragmento musical de 152 notas. Según el tiempo que se tome el intérprete, puede durar entre 50 y 100 segundos y requiere un total de entre 12 y 24 horas.
Parte que las Vexations permanecieron inéditas hasta 1949
Erik Satie (1866-1925) vivía a los 20 años de manera intensa, en Montmartre, rodeado de amigos como Debussy, Ravel o Picasso. Cuando cumplió los 30, escaso de dinero, se retiró a Arcueil, suburbio a 10 kilómetros de la ciudad. Cuentan que en los 20 años que habitó allí no recibió ninguna visita. Murió en 1925, de cirrosis.
Ello explica en parte que las Vexations permanecieran inéditas hasta 1949. Tras su muerte pasaron a manos de su amigo Henri Sauguet, que vio en ellas otra de las bromas que solía gastar el músico, lo que no impidió que se las mostrase a John Cage, acérrimo defensor del francés, del que se sentía heredero.
En 1963, Cage organizó la primera interpretación de las Vexations en el Pocket Theater de Nueva York. Diez pianistas necesitaron 18 horas y 40 minutos. Críticos de The New York Times fueron testigos de que el emisario del libro Guinness de los récords se mantuvo despierto. La obra fue catalogada como “la pieza para piano más larga de la historia”. Y John Cage, tras el recital, dijo: “Yo he cambiado y el mundo ha cambiado”.
Conviene prestar atención a la fecha de composición, 1893, porque durante seis meses de aquel año Satie se enamoró arrebatadamente de la pintora impresionista Suzanne Valadon (madre del también pintor Maurice Utrillo). Él le escribió poemas y ella le pintó uno de los míticos retratos que de él han quedado. Todo fue bien hasta que ella lo dejó por un banquero rico. Durante el duelo compuso Vexations (vejaciones) y escribió: “Para mí no hay nada más que una soledad glaciar, que vacía mi cabeza y deja mi corazón triste”. Fue la única historia de amor de su vida.
Max Sweet recordaba en un artículo en The New Yorker que, tras el impulso de Cage, este “esotérico Everest” devino un rito que los pianistas desean escalar. Es una obra de arte creada no sabemos si en favor de la belleza o en favor de la autoflagelación, cuya repetición llama a la melancolía y a la ansiedad.
En 1963, Cage organizó la primera interpretación de las Vexations en el Pocket Theater de Nueva York
Por eso acudo al prestigioso pianista Josep Colom, que me invita a dudar: “Desconfío del arte que necesita justificaciones previas. Me cuesta creer que alguien interprete o escuche esta pieza entera por placer. ¡Su mensaje se ha entendido muchas horas antes de que termine!”.
Hoy, cuando Satie todavía comparte admiradores y detractores, el musicólogo Nicolas Southon sigue afirmando que las Vexations “no se pueden entender sin esa duración; hay que dejarse penetrar por el torpor que suscitan, consentir el aburrimiento y la fascinación que provocan”. Entonces, ¿es castigo o es liberación?
Llamo al crítico de música y traductor Luis Gago: “Vexations está rodeada de interrogantes. Es coetánea de Bonjour Biqui, Bonjour! (Satie llamaba Biqui a Suzanne Valadon), una especie de regalo que le hizo el Domingo de Pascua de 1893. Las dos llevan la misma indicación de tempo très lent, usan acordes disminuidos y Vexations empieza con el mismo acorde con que termina Bonjour…”. Puede que Satie esté expresando su dolor por un amor no correspondido y que el objetivo fuera (solo podemos conjeturar) hacer que intérprete y oyentes sientan la misma turbación que él”.
elpaissemanal@elpais.es
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