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Tribuna
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Consecuencias del plebiscito

Si la lista de Mas y Junqueras obtiene más de 68 escaños, el foco se desplazará al Gobierno del PP

Albert Branchadell

Si ninguna catástrofe natural (o política) lo impide, todo parece indicar que el día 27 de septiembre se van a celebrar en Cataluña unas elecciones autonómicas de tinte plebiscitario, en las que el cuerpo electoral catalán deberá pronunciarse a favor o en contra ya no de un derecho genérico a decidir sino de una concretísima propuesta de secesión respecto a España en el plazo máximo de18 meses.

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El texto pactado por Mas y Junqueras con las asociaciones soberanistas dice que el proceso de creación de un Estado independiente se iniciará si el 27-S los ciudadanos de Cataluña eligen “una mayoría de diputados” favorable a la independencia. Esta cláusula zanja textualmente (pero no políticamente) un debate que se ha producido en el seno del movimiento soberanista: si para iniciar la “desconexión” es suficiente una mayoría absoluta de escaños o también hace falta una mayoría absoluta de votos. El mismo Artur Mas ha sido un poco ambiguo respecto a este asunto. En una entrevista publicada el 23 de abril en El Punt Avui dijo que “de entrada” la mayoría a la que cabe aspirar es la de escaños, pero añadió que “iría bien” tener también una mayoría de votos. En otra entrevista publicada en La Vanguardia el 31 de mayo Mas reconoció que, tal como está el panorama, el soberanismo debe ganar “holgadamente”, sin que las preguntas posteriores del periodista sirviesen para desvelar el significado de ese adverbio (“el concepto es ganar”, señaló el presidente). En la entrevista emitida por TV3 el 22 de junio, Mas siguió en la misma línea afirmando que para la culminación del proceso se debía ganar “por un margen amplio”, sin aclarar el sentido de la expresión (cuya vaguedad tampoco preocupó a la áulica periodista que lo entrevistaba).

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Signifiquen lo que signifiquen las palabras presidenciales, después del pacto Mas-Junqueras la pregunta ya no es qué sucederá si se gana en escaños pero no en votos sino qué sucederá si ni siquiera se gana en escaños. En una entrevista publicada el pasado 4 de mayo en las páginas de este periódico le hicieron esta misma pregunta a Carme Forcadell: “¿Y si no hay mayoría de escaños?”. Repuesta de la entonces líder de la ANC y ahora número dos de la lista de Mas-Junqueras: “No lo contemplamos”. El número uno, Raül Romeva, en cambio sí que lo contempla: en otra entrevista en TV3 del pasado 21 de julio, afirmó con gran naturalidad que “si no tenemos mayoría, yo no estaré en el Parlamento”. La pregunta, entonces, es qué harán la número dos, la número tres y sobre todo los números cuatro (Artur Mas) y cinco (Oriol Junqueras) si se da el supuesto contemplado por el uno.

La noche del 27-S puede ser una noche de sonadas dimisiones en cadena, o puede ser lo contrario

En el campo soberanista la noche del 27-S puede ser una noche de sonadas dimisiones en cadena, de profunda frustración y de súbita precipitación al vacío. Pero también puede ser todo lo contrario, si la candidatura de Junts pel sí alcanza o supera el listón de los 68 escaños y todavía más si el conjunto del soberanismo logra lo que no fueron capaces de lograr los escoceses en 2014 ni los quebequeses en 1980 ni en 1995 pero sí los montenegrinos en 2006 (más del 50% de los votos). En este escenario, que demoscópicamente no es imposible, el foco girará inmediatamente al Gobierno español, al PP y a los demás partidos políticos españoles. ¿Cómo van a gestionar la constatación, con votos contantes y sonantes, de que la mayoría de catalanes ya no desean formar parte de España? Si el 4 de mayo le hubieran preguntado a Soraya Sáenz de Santamaría “¿Y si hay mayoría de escaños?”, acaso habría respondido lo mismo que Forcadell: “No lo contemplamos”. Pero por el tono de ciertos líderes estos últimos días parece que sí han empezado a contemplarlo. Y la verdad es que lo que oímos no resulta nada alentador. ¿Suspender la autonomía? ¿Y luego qué? ¿Encarcelar a Mas? ¿Y luego qué? ¿Derogar el Estatut? ¿Y luego qué? La independencia de Kosovo empezó cuando Miloševic decidió suspender la autonomía de esa antigua provincia serbia. Cataluña no es Kosovo (ni ganas), pero en finura política Rajoy se acerca cada vez más al incomprendido estadista serbio. Solo cabe pedir al apóstol Santiago que a Rajoy y compañía no les dé por invocar el artículo 8 de la Constitución, porque entonces sí que la liaremos parda.

Albert Branchadell es profesor de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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