_
_
_
_
NOSOTROS CAMINAMOS EN SUEÑOS
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Provocadores

Personajes como Thomas Bernhard son irritantes, pero lo que uno debería preguntarse es: ¿Qué sociedad puede renunciar a esa irritación?

Patricio Pron

El escritor austriaco Thomas Bern­hard sostenía que en la ciudad de Salzburgo sólo vivían “burgueses y burreros”, que el comunismo y el socialismo eran “ensoñaciones poéticas de esquizofrénicos”, que de la boca del escenario en los teatros públicos “sólo salía el mal aliento de la burocracia” y que el Gobierno de su país, “como todo Gobierno”, era “el peor Gobierno que cabe imaginar”; también afirmaba que el canciller austriaco era un “payaso oficial, envejecido y autocomplaciente”, que los críticos literarios eran “sólo payasos vulgares, primitivos y, además, sin gusto”, y los funcionarios, “obstinados y horribles personajes de la burocracia”.

Algunas de sus afirmaciones parecen correctas y extrapolables al contexto español contemporáneo; otras, en cambio, son difíciles de compartir. Muy posiblemente, al autor de Maestros antiguos esto le diese igual: su intención no era agradar a sus oyentes, sino expresar una opinión personal, por incómoda que fuese.

No es fácil simpatizar con personajes como Bernhard: sus puntos de vista a menudo son extremos; su ironía es el resultado de un malestar que uno (inevitablemente) acaba compartiendo; la volatilidad de sus opiniones termina tarde o temprano llevándolos a adoptar posiciones contradictorias y contraproducentes. A pesar de ello, son preferibles a los defensores de la ortodoxia y a los dispuestos a decir que sí, a los “Jasager” de los que hablaba Bertolt Brecht, otro provocador. Su existencia pone a prueba la tolerancia de nuestra sociedad y la solidez de nuestros puntos de vista. Personajes como Bernhard son irritantes, pero lo que uno debería preguntarse es, como lo hizo el redactor de una revista austriaca, “¿qué sociedad puede renunciar a esa irritación?”. La respuesta, pienso, es que ninguna, si desea estar intelectual y políticamente viva.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_