Nenuco
El mutismo obstinado, en los talleres de escritura y en las ejecutivas de los partidos políticos, produce un desasosiego sin límites
En el taller de escritura, cuando alguien lee un texto desconcertante, todo el mundo se apresura a callar. Transcurridos unos segundos, el profesor, que tampoco sabe qué decir, anima a los alumnos a que se expresen. “Que hable alguien”, suplica mientras en la trastienda de su encéfalo intenta levantar una reflexión crítica con la que resolver la difícil situación. “Que hable alguien”. Al parecer, fue lo que dijo Rajoy en la última ejecutiva del PP, tras pronunciar un discurso según el cual el resultado de las elecciones andaluzas demostraba que habían tocado suelo y que se empezaban a percibir los primeros síntomas de la mejoría.
Frente a la estupefacción reinante, que se tradujo en un silencio aciago, como el que precede a los desastres anímicos, suplicó: “Que hable alguien”. El mutismo obstinado, en los talleres de escritura y en las ejecutivas de los partidos políticos, produce un desasosiego sin límites. De ahí que a veces se rompa de cualquier manera, a lo loco, como el que canta para espantar sus males. En la citada ejecutiva intervino una joven solicitando mayor protagonismo para los jóvenes. De haber asistido un torero, habría exigido mayores recursos para la Fiesta. Si un joyero, más seguridad, y así de forma sucesiva, huyendo todos del asunto que los había reunido, que era el análisis del resultado de las elecciones andaluzas.
Finalmente, para desahogo de la concurrencia, intervino Celia Villalobos, que llevó a cabo unas observaciones entre literarias y políticas que satisficieron a todos. No comprendía, dijo, que se pudiera votar a Albert Rivera, que “huele a Nenuco”. ¿Merece o no merece esta señora ser la cuarta autoridad del Estado? Evidentemente, sí. Ahora solo le falta ingresar en la RAE.
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