La píldora más buscada
El CNIO se suma, con un hallazgo imprevisto, a la carrera por encontrar un fármaco contra la obesidad
Conforme se extiende la epidemia de obesidad, la búsqueda de un fármaco capaz de alterar el proceso de acumulación de grasas se intensifica. Pero las muchas aproximaciones que hasta ahora se han intentado han fracasado. Y no es por falta de empeño. Conseguir la píldora antiobesidad colocaría las acciones del laboratorio que patentara el hallazgo en las cumbres bursátiles por mucho tiempo.
Un equipo del CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas) se ha sumado ahora a la carrera, a la que ha llegado por serendipia, es decir, por un hallazgo inesperado. Mientras investigaban un supresor tumoral observaron que alteraba positivamente el equilibrio entre ingesta y gasto de energía acumulada. La molécula obtenida ha logrado reducir un 20% la obesidad en ratones, un porcentaje modesto, pero sin efectos adversos, lo que es muy prometedor.
Hasta ahora, los investigadores han intentado atacar el problema de la obesidad por tres vías: reducir el apetito, evitar que la grasa se almacene y tratar de diluirla una vez almacenada. Ninguna de ellas ha alcanzado los resultados deseados, por mucho que algunos lanzamientos se hayan hecho con fuegos de artificio.
La primera de las vías plantea el problema de que para regular el apetito hay que incidir sobre el hipotálamo: una glándula muy delicada que interviene en otras muchas funciones básicas de nuestro organismo y esenciales para nuestra supervivencia como especie; de modo que los efectos adversos han dejado en la cuneta no pocos intentos. A esta categoría pertenecía por ejemplo el Rimonabant, un fármaco que acabó siendo retirado por la Agencia Europea del Medicamento en 2008 por los graves efectos psiquiátricos que tenía.
Más segura es la vía de intentar evitar que la grasa se acumule. Ahí los avances han sido más claros, pero no del todo satisfactorios. Orlistat, por ejemplo, que tanta expectativa despertó en su momento, solo consigue reducir un 30%, y no siempre, la acumulación de grasa. Algo es algo, pero está lejos de ser la panacea. El del CNIO es uno más en la larga lista de intentos en curso. Aunque aun falta lo más importante (demostrar que en humanos tiene los mismos efectos que en ratones), vale la pena intentarlo. Porque algún día, la flauta sonará, y no será por casualidad.
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