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El Pulso
Columna
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Todo para la cabeza

Los Oficios Terrestres, en Palma de Mallorca, mezcla en un único espacio dos de nombre femenino: librería y peluquería

Vista de la librería-peluquería Los Oficios Terrestres, en Palma de Mallorca.
Vista de la librería-peluquería Los Oficios Terrestres, en Palma de Mallorca.Alejandro G. Vizcarro

Los grifos tenían pico y alas de águila en un cuerpo de león. El centauro era mitad hombre, mitad caballo; los sátiros, ni hombres ni machos cabríos; y el minotauro, mezcla de hombre y toro. La mitología abunda en monstruos híbridos de género masculino: apenas encontramos del femenino el caso célebre de las sirenas, cuerpos y voces estridentes, mitad pájaro, mitad mujer. Los Oficios Terrestres existe para corregir esa tradición. Ubicada en una ciudad con nombre de hembra, Palma de Mallorca, mezcla en un único espacio dos de nombre también femenino: librería y peluquería. Para rematar la faena, venden sobre todo libros feministas y se encuentran en El Terreno, barrio residencial y canalla, de antiguas casas con jardín y putas callejeras, tremendamente periferia.

Me cuenta Lola, al otro lado del mostrador, en pleno fragor del inventario, que desde 1928 ha funcionado aquí un salón de belleza: “Y durante los últimos 15 años, esta peluquería albergó una pequeña librería dedicada exclusivamente a la poesía, por voluntad de Xavier Abraham, estilista y poeta”. Tras su jubilación a finales de 2010, decidieron tomar el relevo “dos filólogas, correctoras, traductoras con la idea de crear una librería con las baldas repletas de aquellos libros” que escogerían para ellas mismas. Su experiencia previa como libreras les inyectaba realismo en vena: “Para sortear los tiempos que corren y salvar la cuestión de no estar en el centro, mantendríamos la peluquería, para asegurar nuestra independencia y conectar con este barrio”. El barrio de Camilo José Cela y de Robert Graves, echado a perder en los ochenta, vivo y rabioso ahora, en buena parte gracias a Abraham y a ellas, sus herederas.

“Todo para la cabeza” se ha convertido en su eslogan favorito. Bajo esa consigna organizan presentaciones y sesiones de rap y conciertos de rock y performances y clubes literarios. Tanto la selección de títulos como esos eventos están “atravesados por la cuestión del género, por el marxismo y por el anticapitalismo”, por eso “hablar de los libros más vendidos en nuestra librería es cosa complicada, porque no tenemos expuestos best sellers, los servimos solo por encargo, ni libros que lleven en su título las palabras cupcake o masterchef, ni ningún otro que nos avergonzara tener en casa”. Y a renglón seguido soy yo el que se avergüenza, cuando me enumera títulos exitosos que no sabía que existían: Transexualidades (Egales), Transfeminismos (Txalaparta), Poesía para niñas bien (Cangrejo Pistolero), Anarquismo (Ariel) y Pornoburka (Autoediciones Lasoc). Menos mal que también recomiendan Los irlandeses (El Aleph), del gran cronista político Rodolfo Walsh, porque incluye el relato ‘Los oficios terrestres’.

En el escaparate convive el póster de una marca de pintauñas y el de Reading is Sexy de la editorial Gallo Nero. En otro póster nos mira, con mostacho, la joven reina de Inglaterra. La frontera entre la parte libresca y la mera peluquería (espejos y secadores en un horizonte de rulos) es la sección de cómic, ese híbrido de dibujo y literatura. Todo aquí dialoga con su reverso inesperado: los libros con los peines, la prescripción cultural con las revistas del corazón, la política con la artesanía, la ciudad con el barrio –y viceversa–

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