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TORMENTAS PERFECTAS
Columna
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Sin conductor

Nada explica mejor la desorientación de la Unión Europea como la idea alemana de que Berlin la dirige desde el centro

Lluís Bassets

En este nuevo tipo de guerras sigilosas las treguas son un instrumento bélico más. Pueden serlo incluso los acuerdos nominalmente de paz. Es lo que ha sucedido con Minsk II, obtenido tras una larga reunión de 17 horas en una auténtica cumbre con los cuatro jefes de los ejecutivos de Francia, Alemania, Ucrania y Rusia para terminar con la guerra en Donetsk y Lugansk. La prueba de que incluso la paz sirve para la guerra, ya no en la inversión de las palabras como sucedía en la novela de Orwell 1984 sino en los hechos, es la resonante victoria de Debáltsevo, obtenida por los rebeldes pro rusos sobre el ejército de Ucrania una semana después de la tregua.

Ya fue muy sospechoso que la tregua no entrara en vigor hasta las cero horas del pasado domingo y los rebeldes tuvieran casi tres días de barra libre para machacar el enclave. Putin sabía lo que hacía. Al final, la tregua dependía de la rendición o retirada desordenada ucrania, que se ha producido de malas maneras a mitad de semana y es una humillación para Kiev y también para Hollande y Merkel y una exhibición de la maestría del Kremlin en el engaño táctico.

En Washington las cosas se veían de otra forma, sobre todo en el Congreso controlado por los republicanos. La divergencia con Merkel sobre cómo hay que entenderse con Putin es absoluta: la canciller alemana no quiere salirse de la vía diplomática y los congresistas republicanos, y muchos demócratas, creen que el único lenguaje que Putin entiende es el de la fuerza, que es el que viene practicando él mismo.

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El propio Obama tampoco tiene las cosas muy claras: prefiere seguir liderando desde el asiento de detrás y hacer desde allí ejercicios de paciencia estratégica. La actual doctrina de la Casa Blanca deja el liderazgo a los europeos cuando se trata de los asuntos que directamente les conciernen. Es una opción discutible, sobre todo cuando son tantas las dificultades que rodean a la Unión Europea y tantas sus debilidades, de los 28 cada uno por separado, pero también de todos juntos, a la hora de tomar decisiones y de orientarse en el mundo.

Nada explica mejor esta desorientación como la idea lanzada por la ministra de Defensa alemana, Urusula von der Leyen, a finales de enero en la reunión sobre seguridad de Munich, que sitúa a Berlin dirigiendo desde el centro, "leading from the center", una paradoja tan clara como la de dirigir desde atrás de Obama.

A falta de mayores avances tecnológicos, los coches se conducen con las manos al volante y desde el asiento de delante. Quien intenta hacerlo desde atrás o encajado entre los cuatro asientos tiene todos los números para llevar el vehículo contra una farola. Cosa más probable todavía cuando tenemos delante tres peligrosas farolas como Ucrania, Grecia y el Estado Islámico. El hecho es que no hay conductor. Y, sin conductor, los coches van directos al tortazo.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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