_
_
_
_
TORMENTAS PERFECTAS
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sin conductor

Nada explica mejor la desorientación de la Unión Europea como la idea alemana de que Berlin la dirige desde el centro

Lluís Bassets

En este nuevo tipo de guerras sigilosas las treguas son un instrumento bélico más. Pueden serlo incluso los acuerdos nominalmente de paz. Es lo que ha sucedido con Minsk II, obtenido tras una larga reunión de 17 horas en una auténtica cumbre con los cuatro jefes de los ejecutivos de Francia, Alemania, Ucrania y Rusia para terminar con la guerra en Donetsk y Lugansk. La prueba de que incluso la paz sirve para la guerra, ya no en la inversión de las palabras como sucedía en la novela de Orwell 1984 sino en los hechos, es la resonante victoria de Debáltsevo, obtenida por los rebeldes pro rusos sobre el ejército de Ucrania una semana después de la tregua.

Ya fue muy sospechoso que la tregua no entrara en vigor hasta las cero horas del pasado domingo y los rebeldes tuvieran casi tres días de barra libre para machacar el enclave. Putin sabía lo que hacía. Al final, la tregua dependía de la rendición o retirada desordenada ucrania, que se ha producido de malas maneras a mitad de semana y es una humillación para Kiev y también para Hollande y Merkel y una exhibición de la maestría del Kremlin en el engaño táctico.

En Washington las cosas se veían de otra forma, sobre todo en el Congreso controlado por los republicanos. La divergencia con Merkel sobre cómo hay que entenderse con Putin es absoluta: la canciller alemana no quiere salirse de la vía diplomática y los congresistas republicanos, y muchos demócratas, creen que el único lenguaje que Putin entiende es el de la fuerza, que es el que viene practicando él mismo.

El propio Obama tampoco tiene las cosas muy claras: prefiere seguir liderando desde el asiento de detrás y hacer desde allí ejercicios de paciencia estratégica. La actual doctrina de la Casa Blanca deja el liderazgo a los europeos cuando se trata de los asuntos que directamente les conciernen. Es una opción discutible, sobre todo cuando son tantas las dificultades que rodean a la Unión Europea y tantas sus debilidades, de los 28 cada uno por separado, pero también de todos juntos, a la hora de tomar decisiones y de orientarse en el mundo.

Nada explica mejor esta desorientación como la idea lanzada por la ministra de Defensa alemana, Urusula von der Leyen, a finales de enero en la reunión sobre seguridad de Munich, que sitúa a Berlin dirigiendo desde el centro, "leading from the center", una paradoja tan clara como la de dirigir desde atrás de Obama.

A falta de mayores avances tecnológicos, los coches se conducen con las manos al volante y desde el asiento de delante. Quien intenta hacerlo desde atrás o encajado entre los cuatro asientos tiene todos los números para llevar el vehículo contra una farola. Cosa más probable todavía cuando tenemos delante tres peligrosas farolas como Ucrania, Grecia y el Estado Islámico. El hecho es que no hay conductor. Y, sin conductor, los coches van directos al tortazo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_