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Columna
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No disparen a la neuroimagen

Los experimentos británicos tendrán que ser sometidos a un escrutinio riguroso, y resultar reproducibles con otros grupos de población y otros científicos

Javier Sampedro

Las modernas técnicas de neuroimagen, como la resonancia magnética funcional (fMRI), no han inventado la predicción de la psicopatía, o del trastorno de personalidad antisocial, como los expertos prefieren denominarla ahora. Los jueces solicitan continuamente ese tipo de predicciones para informar no solo sus sentencias, sino también las fianzas que imponen y las libertades condicionales que conceden. Utilizan para ello dictámenes de médicos o psicólogos y, cada vez más, formularios actuariales –es decir, estadísticas y cálculos de probabilidades normalizados— basados en factores como el sexo, la edad, el historial delictivo y el consumo de drogas. Poca gente aprecia problemas éticos con estas predicciones. Su problema es más bien que resultan extraordinariamente imprecisas.

Las técnicas de neuroimagen pueden mejorar la precisión de las predicciones, y no deberían constituir un problema ético, o al menos un problema ético nuevo. Por ejemplo, la activación del córtex del cíngulo anterior, una circunvalación que rodea al cuerpo calloso (las fibras que conectan los dos hemisferios cerebrales), durante una prueba de impulsividad funciona bastante bien como un predictor de la reincidencia en el delito. En un ensayo con 96 convictos publicado en 2013, la probabilidad de que un delincuente liberado reincidiera en cuatro años no guardó ninguna correlación significativa con los resultados de los formularios de psicopatía convencionales, pero se duplicó en los individuos que habían mostrado una baja activación del cíngulo anterior en las pruebas de neuroimagen.

Los comportamientos asociados a este trastorno aparecen ya en la niñez, por ejemplo, en forma de crueldad con los animales y tendencias pirómanas

¿Qué tiene entonces de ético usar una mala técnica predictiva cuando existe otra mejor? El nuevo estudio británico añade un nuevo tipo de prueba de neuroimagen que los jueces del futuro podrán utilizar para mejorar sus decisiones sobre la libertad condicional: unas pruebas que les permitirán hacer lo mismo que intentan ahora –predecir el riesgo de reincidencia—, solo que con más fundamento que ahora. Los experimentos británicos tendrán, por supuesto, que ser sometidos a un escrutinio riguroso, y resultar reproducibles con otros grupos de población y otros científicos, pero esto se puede decir de cualquier trabajo científico, y la predicción del comportamiento es ya una rama de la neurociencia.

Los psicópatas existen. El trastorno de personalidad antisocial afecta al 2% o 3% de la población adulta, un porcentaje que crece significativamente entre la población reclusa. Los comportamientos asociados a este trastorno aparecen a menudo ya en la niñez, por ejemplo, en forma de crueldad con los animales y tendencias pirómanas. En el adulto se manifiesta por falta de empatía y de remordimientos, irritabilidad y cierta alergia a respetar las normas y a establecer relaciones personales estrechas. La psiquiatría y la psicología no han necesitado la resonancia magnética funcional para establecer todos estos hechos. No disparen a la neuroimagen.

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