“Mi prioridad es buscar soluciones concretas a problemas concretos”
Para Léo Heller, el nuevo relator de la ONU para el agua, es el momento de pasar a la acción y acelerar el proceso para que el acceso universal y de calidad sea una realidad
Pakistán fabrica bombas nucleares y llegó a doblar su arsenal en 2011, pero no garantiza el agua potable a su población. India colocó con éxito el pasado septiembre una sonda espacial en la órbita de Marte, pero sus recursos hídricos subterráneos descienden a una velocidad alarmante por la sobreexplotación y los arrendamientos energéticos y la situación es casi insostenible. Hasta hoy, hemos conseguido averiguar qué películas pasarán a la historia; la neurociencia puede predecir el comportamiento; sabemos que los dinosaurios encogieron y evolucionaron en aves; y Philae, la sonda de Rosetta, se posó por primera vez sobre un cometa el pasado 12 de noviembre. Pero aún no hemos aprendido a valorar el agua, ni a manejarla como recurso escaso e imprescindible.
“De hecho, el derecho humano al agua potable y al saneamiento es una definición reciente, aprobada en 2010 y ratificada en 2013”, explica Léo Heller, el nuevo relator de la ONU sobre la materia, que hizo su primera intervención fuera de su país, Brasil, en la conferencia del organismo internacional Agua y desarrollo sostenible. De la visión a la acción celebrada en Zaragoza este enero.
La situación de los países más desfavorecidos es preocupante, pero la de algunos países desarrollados tampoco está solucionada
Para Heller, el concepto ha sido asumido de forma muy tardía y cree que hay que dar tiempo a los países para que lo asimilen y lo utilicen. “Antes se hablaba mucho de la universalización, del proceso para llegar hasta ella de forma más teórica. Es momento de pasar a la práctica, a la acción sobre el terreno, de tener realmente en cuenta a las poblaciones más vulnerables, de acelerar el proceso para que todos podamos tener acceso al agua potable y al saneamiento”.
La meta 7 C de los Objetivos de Desarrollo del Milenio era reducir a la mitad para 2015 la proporción de personas sin acceso al agua potable y a servicios básicos de saneamiento. No ha podido alcanzarse, pero sería posible hacerlo para 2030 (fecha fijada por la Asamblea General de la ONU para conseguir los objetivos en materia de agua) si los países en vías de desarrollo invierten al menos un 1% del PIB en infraestructuras, algo que apuntó en su intervención Josefina Maestu, la directora de la Oficina de Naciones Unidas para la Década del Agua. Ese 1% serviría para conseguir ese acceso universal, eficiente y con una mejor gestión; reducir el impacto medioambiental por desastres naturales, eliminar los vertidos tóxicos (el 80% de ellos se tiran sin depurar) y mejorar los ecosistemas.
Hay diferentes formas para que la ONU consiga implicar a los gobiernos en la consecución de esos propósitos. “Las discusiones sobre las nuevas metas de desarrollo sostenible son una de ellas. Cómo introducir en ese ámbito las disparidades entre los distintos grupos sociales”, explica Heller, para quien la experiencia de los Objetivos del Milenio ha sido interesante. “Vemos qué países cumplen, cuáles lo intentan y cuáles no. Son necesarias las políticas nacionales para llevar a la realidad el derecho humano como tal, pero no son las únicas”.
Las realidades son distintas en cada país y para cada gobierno: “Los tiempos en los que se producen los avances también son distintos”, matiza el nuevo relator. La situación de los países más desfavorecidos es más preocupante, pero eso no quiere decir que la de los países desarrollados esté solucionada. “De hecho, en algunos hay riesgo de retroceso”, asegura. Detroit es un ejemplo de ello, el proceso de desindustrialización que está sufriendo ha hecho que un porcentaje alto de la población haya sido desconectada del servicio porque no tenían capacidad de pago y las tarifas empezaron a dispararse.
“Situaciones como esa también merecen nuestra atención. Mi prioridad no será un lugar, sino buscar soluciones concretas a problemas muy concretos y muy extendidos. Por ejemplo, ese acceso financiero de la población al agua potable”. Hoy, 770 millones de personas no lo tienen. 2.500 carecen de un saneamiento adecuado. La calidad se impone también como un gran desafío para las áreas urbanizadas de los países pobres y como elemento de mejora en algunos de los desarrollados. “Hay que buscar modelos asequibles y soluciones tecnológicas que produzcan una equidad real entre norte y sur”, concluye.
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