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Los bodegueros rebeldes de Chile

El movimiento de viñateros independientes MOVI, la enóloga pionera María Luz Marín y el colectivo VIGNO promueven vinos a "escala humana" frente a la producción masificada

Rosa Rivas

Gurús del vino como Jancis Robinson alaban la nueva movida de copas en Chile y en los mercados sibaritas de Europa, Asia y América ya están las narices de oro en alerta ante los bodegueros rebeldes. Su logo es un barril con alas. Símbolo de la libertad de vuelo “sin ataduras comerciales” que les distingue en el sector vinícola de Chile. Son los integrantes del Movimiento de Viñateros Independientes (MOVI). Empezaron 12 bodegas (pequeñas, de terruño, de garaje, bajo el sol del desierto...) en 2009 uniendo fuerzas. Ahora son 24, repartidas por los valles de norte a sur del país, de la costa a los Andes: Atacama, Casablanca, Cachapoal, Maule, Colchagua, Maipo, Peumo...

El peso específico de MOVI es David contra Goliat. Sus cifras lo muestran frente a la gigantesca producción de las grandes bodegas de Chile, titán vinícola. Es el cuarto exportador mundial (tras Italia, España y Francia) y el primer exportador del Nuevo Mundo. Los grandes productores crearon en 2002 la marca Vinos de Chile, para posicionarse alto en el mercado. Son 93 bodegas y acaparan el 90% de las exportaciones.

“De las viñas boutique salen al año 60.000 cajas. De todos los asociados a MOVI [que producen de 300 a 3.000 o como mucho 18.000 botellas, según la bodega] pueden salir al año 15.000 cajas (500.000 botellas), mientras que de los grandes salen dos millones de cajas (ocho millones de litros)”, señalan en MOVI.

Estos indies quieren estar en las casas de los apreciadores de vinos delicados, en los restaurantes con buenas cartas de bebidas y en las tiendas gourmet más que en los estantes de los vinos baratos de los supermercados. No renuncian al negocio, pero lo ven de otra manera. “Queremos dar color y carácter a los vinos de Chile”, afirma Felipe García, uno de los fundadores del colectivo y responsable con su esposa, Constanza Schwaderer, de la marca que lleva sus apellidos. “Promovemos vinos de calidad hechos a escala humana. Cada proyecto es la expresión del terreno, de la fruta, y reflejo de lo que queremos en nuestra vida y en nuestra empresa”, añade. “No hacemos vinos anónimos, hay una persona, unas historias, detrás de cada botella”, asienten Angela Mochi y su marido, Marcos Attilio, de la bodega Attilio & Mochi. Y en la historia de Tunquen y Sucre hay contenedores de barco reciclados donde reposan los vinos en barricas usadas.

Algunos de los vinos de los socios de MOVI.
Algunos de los vinos de los socios de MOVI.araceli paz

Los bodegueros del MOVI provienen de distintos orígenes (Francia, Australia, Estados Unidos, Canadá, Italia, Brasil...) y profesiones (enólogos jóvenes o expertos rebotados de las grandes marcas, médicos, abogados, científicos, músicos...) y abundan las parejas, que han hecho del trabajo con las uvas su vida.

“Hago vino para ofrecer opciones placenteras en un mundo dominado por el desastre”, asegura filosófico copa en mano Mauro von Siebenthal, un suizo de origen italiano cuya práctica de la abogacía le llevó a Chile, país que se ha convertido en su hogar y territorio de su pasión vinícola. De su Viña Von Siebenthal ya logra exportar a 21 países, y uno de sus vinos más cotizados, Montelig 2008, “lo tenía elBulli”, recuerda.

El sentimiento que une a los miembros de este movimiento es, “sobre todas las cosas, un amor irreverente al buen vino”. Lucen con orgullo las manos manchadas del tinte de las uvas y su labor va desde el cultivo, la fermentación y el embotellado hasta la promoción nacional (porque “el nivel de consumo no está en consonancia con la producción”) e internacional (sus webs están en inglés).

En las fiestas que organizan de música y catas, dentro de su afán de “contracultura vinícola”, convocan “a simpatizantes, fanáticos y especialistas del vino para realizar un paseo de sabores y sensaciones y conocer las historias de las viñas relatadas por sus propios viñateros”. Con ello, buscan el acercamiento al consumidor.

Varios componentes del MOVI integran también un colectivo de 12 bodegas que embotella monovarietales (100% cariñena) bajo el nombre VIGNO. Son los Vignadores de Carignan, ubicados en Maule, área tradicional de esta uva. Tras el terremoto de 2010, que afectó gravemente a la zona, la nueva generación de productores aprovechó para apoyar a los pequeños viñadores (adaptación del francés vignerons) afectados e incentivar su economía vinificando sus uvas y aportando técnicas. Se ha conseguido calidad donde antes había producto más que común. “Se emplean antiguos métodos con viñas viejas para lograr un moderno vino fino”, dice Derek Mossman. Junto a su mujer, la enóloga Pilar Miranda, produce los vinos Garage: “Más que vinos baratos y con chispa, los queremos especiales e inolvidables”.

La pionera

Hay muchas manos femeninas en MOVI, pero quien rompió el molde machista en el sector chileno del vino fue María Luz Marín. Esta enóloga pionera, primera mujer con bodega propia del país, dejó en 2000 la vía estándar para montar la familiar Casa Marín, en Lo Abarca, a cuatro kilómetros del Pacífico (la viña más cercana al mar de Sudamérica). "Posee un microclima de temperaturas bajas y extremas que afectan de manera positiva al logro de sabores especiales", presume la enóloga. En unos terrenos difíciles y salinos, produce blancos (Riesling, y tintos (excepcional Pinot Noir) con premios internacionales. Su objetivo es "lograr una viña 100% orgánica y sostenible".

La enóloga y bodeguera María Luz Marín, en sus viñedos cercanos al mar.
La enóloga y bodeguera María Luz Marín, en sus viñedos cercanos al mar.araceli paz

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Sobre la firma

Rosa Rivas
Periodista vinculada a EL PAÍS desde 1981. Premio Nacional de Gastronomía 2010. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Master en Periodismo Audiovisual por Boston University gracias a una Beca Fulbright. Autora del libro 'Felicidad. Carme Ruscalleda'. Ha colaborado con RTVE, Canal +, CBS Boston y FoolMagazine.

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