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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El 9-N genuino

El muro de Berlín era para no dejar salir, los muros actuales son para impedir entrar

Josep Ramoneda

Que nuestras cuitas particulares no nos hagan olvidar el verdadero valor de cada fecha. El 9-N de 1989 inesperadamente se abrió el muro de Berlín, sin que ningún gobernante diera una orden expresa. Tan impensable era lo que estaba pasando que cuando miles de personas del Este estaban ya cruzando el Muro, muchos de sus conciudadanos, en sus casas, seguían sin creer que pudiera llegar este momento. Se dijo que aquel día acabó el siglo XX, que ha sido llamado también como el siglo de América. Estados Unidos imponía su dominio y salía triunfante de la Guerra Fría. Pero la caída del Muro fue una inundación, en expresión de Iván de la Nuez, que alcanzó a todos. Algunos proclamaron precipitadamente el fin de la historia, como si bajo la hegemonía del modelo liberal occidental hubiese llegado el momento de sustituir la política por la administración de las cosas. Nacía un ciclo histórico que quizás empezó a escribir su final a partir de la crisis de 2008.

De aquella inundación emergieron nuevos parámetros para estructurar las sociedades europeas. La utopía cambió de lado. Se eclipsaron las fantasías revolucionarias y, en cambio, se desplegó la creencia en que una economía globalizada de la mano del poder financiero no tenía límites. El mundo al revés: el dinero construyendo un mundo a su medida, cada vez más alejado de la realidad, los movimientos sociales dejando de pedir la luna y reclamando soluciones concretas para garantizar una vida digna a las personas.

Nos dijeron que la crisis era una oportunidad para cambiar las cosas. Pero la terapia ha sido brutalmente destructiva
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La política institucional quedó fragilizada por su falta de autonomía respecto del capital y por su incapacidad para defender el interés de la mayoría. El hundimiento de la socialdemocracia europea selló el cambio de modelo. La caída del Muro facilitó la consolidación de la hegemonía conservadora, con sus efectos desocializadores y su reduccionismo economicista. Y la socialdemocracia perdió la capacidad mediadora que había sido su fuerza, para acabar adosada a la derecha. El poder económico no sentía presión alguna que le obligara a hacer concesiones.

A pesar de su triunfo en la Guerra Fría, Estados Unidos ha ido perdiendo su hegemonía de pueblo escogido, arruinada en guerras absurdas, y desafiada por la venganza de las potencias antaño humilladas. Vuelve Rusia, vuelve China, vuelve India. Celebramos la caída del Muro como lo que fue, un momento de apoteosis de la libertad, y, sin embargo, desde entonces los muros se han multiplicado en todas partes, con una diferencia: el muro de Berlín era para no dejar salir, los muros actuales son para impedir entrar.

En fin, la crisis económica ha revelado la realidad que se escondía debajo de la utopía neoliberal: el crecimiento exponencial de las desigualdades; el endeudamiento como instrumento de control social; y una globalización que fragmenta más que agrupa.

Nos dijeron que la crisis era una oportunidad para cambiar las cosas. Pero la terapia ha sido brutalmente destructiva. Por fin, la ciudadanía empuja. ¿Se abrirán los blindados espacios de la política oficial?

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