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“La política debe ser vulgar. El voto de uno vale como el de cualquiera”

Paolo Vasile controla el mayor grupo privado que actualmente existe en España desde que Silvio Berlusconi le encargara ponerlo en marcha hace 16 años. Todavía sensible a las críticas que genera ‘Sálvame’, parece más centrado últimamente en la comunicación política y fenómenos como Pedro Sánchez y Podemos.

Jesús Ruiz Mantilla
Vasile: "Los periódicos se han suicidado colectivamente"
Vasile: "Los periódicos se han suicidado colectivamente"Jordi Socías

Llegó a España hace 16 años creyendo que sería algo más o menos temporal. Pero la personalidad que Paolo Vasile ha dado a Telecinco, la cadena generalista más exitosa de España, hace muy difícil su retorno a Italia. Cuando Silvio Berlusconi, dueño de Mediaset y casi un miembro de su familia, le hizo la oferta, ni se le ocurrió rechazarla. Hoy, comenta, se dedica sobre todo a transformar problemas en oportunidades. Romano, educado férreamente por un padre intelectual, vivo, influyente, capaz de crear lealtades ciegas y duro con sus competidores, este preboste de la comunicación, criticado a ultranza por haber elevado a categoría de tesis académica lo que muchos consideran telebasura, se maneja como pez en el agua y mueve hilos dentro de un país que no es el suyo, pero que sigue sus productos con audiencias masivas. Apasionado, espontáneo, claro, efervescente, Vasile suelta prenda de su manual de trabajo y de vida en su despacho del grupo y de espaldas a las pantallas. “Me distraen”, dice. “Y no me concentro”.

La estética es un buen comienzo para esta conversación… Dicen que es algo que le inquieta. Si hay alguna cosa que no cuadra con mi idea de la estética me pongo malo. Por tanto, imagínate qué porcentaje del día estoy fatal. La estética es la forma y la sustancia, no vamos a inventar ahora nada, pero cuando digo forma, lo que regula mi termómetro, es la armonía. Si se sale de ahí, me crea dificultades. Una sopa con muchísima sal, por ejemplo. Cada cosa requiere su proporción, pero esa proporción será siempre subjetiva. El desequilibrio, si queda a mi alcance, debo hacer todo lo posible por disminuirlo. Si no, me agobia tanto como el escalofrío que me daba de niño si alguien rascaba la pizarra.

Entonces, su vida debe ser un infierno, porque no hay menos lógica o quizás menos equilibrio que en la televisión. Depende. Cada cosa tiene su razón de ser. La televisión no se ha investigado debida y suficientemente. Es algo que genera mucha frustración. Primero en quien no sale. Pero también en quien sale.

¿Cuál es su clave en este tiempo? Yo puedo hablar de la televisión que hago. Para mí todo se resume en una idea: hacer compañía a la gente. Si mañana me encargan otro tipo, puedo intentarlo: de propaganda, apostólica… Hay varios. Esta que es lo que denominamos generalista tiene un solo elemento y se reduce a lo que he resumido.

¿Para solitarios? La gente está sola en cualquier caso. La gran angustia de la humanidad es la soledad y la colectiva lo es incluso más. Cuando estás rodeado de gente pero te sientes solo, entonces todo es mucho más frustrante.

La política debe ser vulgar. El voto de uno vale como el de cualquiera”

¿Es este su caso? No lo digo por un tema personal, yo tengo una vida muy feliz. Nadie me ha abandonado, he gozado de una infancia ideal, una familia estable, pero nada aburrida; activa, no pasiva.

Aunque viviendo usted aquí y su mujer en Roma. ¿Cómo lo superan? En cualquier caso cuando estábamos todos en la misma ciudad, tampoco nos veíamos tanto. Nunca he vuelto a casa a las seis de la tarde. Seguro que me he perdido muchísimas cosas, pero si me hubiera quedado todo el tiempo mirando a mis hijos crecer, no les habría podido dar lo que han tenido. No hemos perdido nada sentimentalmente, sí visualmente, quizás, pero eso ha mejorado nuestra vida. No soy un solitario, pero sí tengo miedo a la soledad. Lo que verdaderamente me aterroriza es el segundo que no tengo nada que hacer.

Pero, ese segundo, ¿no es un momento de relax? ¿Buscado, incluso? No, no, yo lo veo como algo terrible. No quiero quedarme solo con mi agujero.

¿De dónde le viene ese terror? No soy un optimista, porque a alguien así no le contrataría, puede destruir una empresa. Tampoco pesimista, porque puede tardar más tiempo, pero acaba hundiéndola igual.

Otra vez nos encontramos con el equilibrio. El equilibrio y saber ver las oportunidades que genera cualquier percance. Cualquier cosa tiene su aspecto humorístico. Esto lo saben bien mis colaboradores.

¿Por ejemplo? Yo estoy en contra de la llamada “contemplación del problema”. Hay mucha gente a la que se le presenta un problema y no deja de observarlo. Yo doy cinco minutos de fase contemplativa, la clave es convertir un obstáculo en oportunidad. Prácticamente, casi diría que me dedico sólo a eso.

En su vida, ¿cuál ha sido el caso? Cuando me dijeron de venir a España, que yo no quería, pero como hago siempre lo que dice mi mujer, obedecí y, efectivamente, se convirtió en una gran oportunidad. Dieciséis años ya.

Su esposa, Ana Lisa, probablemente no pensó que fuera para tanto. ¡Ella está encantada! ¡Es la envidia de todas sus amigas! Le dicen: tienes a tu marido cinco días fuera de casa, la miran como a la virgen de no sé qué, le ha tocado la lotería, dicen. Y eso con 34 años de matrimonio y ocho y medio de novios. Toda la vida. Pero en cuanto a venir a España nunca hubiera imaginado que las cosas salieran tan bien. Aparte, a una empresa, no le puedes decir que no. Por lo menos a esta. Quedas muerto, ¿no? Aunque formes parte del equipo fundacional, porque yo he trabajado con Berlusconi desde que empezó a hacer su televisión desde Roma.

¿Qué le encargó? Él estaba fuera del negocio cuando yo vine.

Es un decir… No, es un hacer, estaba fuera, se lo digo yo. Pero dada la relación personal, no como jefe, me dijo: “Paulino…” Él es el único en el mundo que me llama así, aunque haya cumplido 60 años… “Paulino, yo sé, tu familia…”.

¿Usted es como el ahijado? Sí, tenemos una relación muy profunda, me conoce muy bien. Me dijo: se presenta una oportunidad, habla con tu mujer… Como es un hombre inteligente, de empresa, él sabía lo que yo le iba a decir. La decisión estaba tomada. Lo hizo con una delicadeza infinita. Pero era su delicadeza, no la de la empresa. Sabiendo yo que si digo que no... que cuando te ofrecen algo y te niegas, como repito, estás muerto… En sentido figurado. Yo me fui a casa con el corazón encogido, ya había trabajado 15 años con él, pero es que cada temporada a su lado es como la edad de los perros, vale por siete, por ocho. Crear algo que no existía… Luego será una mierda lo que hemos hecho, pero, en cualquier caso, lo hemos hecho y ha sido maravilloso.

Paolo Vasile, tercero por la derecha, en la salida a la Bolsa de Madrid de la cadena Telecinco en 2004.
Paolo Vasile, tercero por la derecha, en la salida a la Bolsa de Madrid de la cadena Telecinco en 2004.Luis Magán

¿No se arrepiente, entonces? No, y en otro plano, aunque sea porque para mis hijos y nosotros, como romanos, es muy importante salir de allí, como hicimos durante cuatro años, todos juntos. Los romanos pensamos que fuera de la ciudad la gente va sin zapatos.

¿Mentalidad imperial? Simplemente creemos que fuera no hay nada y salir abre los ojos de forma extraordinaria. Luego tenemos un sentido del humor especial. Decimos que es mejor perder un amigo que una broma.

Aparte de ahorrarse el calvario por el que ha pasado su amigo Berlusconi. Esto ha supuesto un gran dolor para mí.

¿Qué será de su vida? Ahora está mucho mejor, es difícil, hay que conocerlo, pero ni siquiera en los momentos más bajos se ha rendido. No ha dejado de pensar en grande ni en positivo. Políticamente, apoya al primer ministro, Matteo Renzi, con la esperanza de que algo se mueva.

¿Desea entonces él firmemente seguir en política? Sí, sí.

¿Esa vocación en Berlusconi es mayor que la de la comunicación, si hay alguna diferencia? La política es comunicación y al revés.

¿Es esto lo que le acaba de decir usted al nuevo líder del PSOE, Pedro Sánchez, antes de subir a nuestra entrevista? Anda todo el día metido en Telecinco. La democracia se basa en el conocimiento por parte de la gente de la oferta política que existe. Luego los ciudadanos deciden. En este periodo de profunda transformación social, cuantas más propuestas se formulen, mejor se podrá escoger.

Lo que llama la atención es, quizás dentro de esta transformación, que el éxito de Pablo Iglesias en La Sexta anime a Pedro Sánchez a coquetear con Telecinco para lucirse. No, no, no es así. No se pueden plantear exclusivas con los políticos. Aquí aparecen todos los que lo desean. Los que no salen es porque no vienen. La novedad es que Podemos ha nacido de un señor que acudía a una tertulia en televisión. Lo tenía en mente, me imagino. Al pasar por las urnas ha dejado de serlo y ahora es invitado. Esta gran energía que viene de los indignados y por un tiempo se volvió subterránea, pero no se evaporó –como demuestran siempre los grandes movimientos sociales–, se ha presentado en sociedad con una serie de eslóganes y lemas que no juzgo, aunque algunos me llamen la atención, en un momento en que los socialistas no tenían ninguna cara que ofrecer. Aparte, el PP ha adoptado una línea de comunicación, que es comunicación en sí, pero que consiste en no aparecer. No es una broma, es estrategia, algo legítimo. Si tú le preguntas a tu mujer algo y no te contesta, ya te está dando alguna pista…

Desde luego. El caso de Pedro Sánchez consiste en una decisión de presentarse ante el público. Por un lado hemos tenido un señor con una estética muy particular, si partimos la pantalla y ponemos a Pablo Iglesias en un lado y a un político convencional en el otro, el ojo apunta a una estética que llame la atención. Es el motivo por el que en las películas del Oeste, John Wayne siempre llevaba el sombrero blanco. Para identificarlo. Metes a alguien con una imagen clásica y a otro con una diferente que además se pregunta por qué tenemos que pagar la deuda y ya has desaparecido. Si a eso añades que en una parte de la pantalla no hay nadie, pues tienden a quejarse. A decir: ¡joder, aquí está siempre el coleta! No es eso, es que tú, ni vienes. No vas a impedir a quien quiere salir que lo haga por el simple hecho de que no acudas tú. Pasaba en los periódicos, cuando existían…

¿Cómo que cuando existían…? Bueno, una cosa es estar y otra existir. Están, pero ya no existen porque se han suicidado colectivamente.

No me había dado cuenta de que andábamos muertos. Probablemente tú estás vivísimo, pero en un cementerio.

Los periódicos están, pero no existen. Se han suicidado colectivamente”

Pero hablábamos de Pedro Sánchez… Pues eso, que en el PSOE, en cuanto han contado con una cara, han vuelto a salir.

Más siendo guapo y telegénico. No va a ser eso culpa suya, eh… Pero como le admitimos a él, se lo vuelvo a ofrecer al Gobierno, como hemos hecho continuamente. Que me peguen un tiro, pero yo no voy a vetar a nadie porque no vengan los demás.

Lo de que se colara en Sálvame trajo su polémica. Si usted estuviera del otro lado, ¿qué le hubiese aconsejado? Quienes están entre los muertos de la comunicación política, en el cementerio, te dirán que tienen miedo de la vulgarización, como si la política no lo fuera. El vulgo es la multitud, luego a eso se le ha dado un significado despreciativo. Pero es que la política debe ser vulgar porque el voto de uno vale como el de cualquiera. Tenemos que defender la democracia y para eso hace falta vulgarizarla un poco, en este sentido. Si la convertimos en algo elitista, ya no es la que se debe al sufragio universal para todo el mundo. Hay que salir del gueto, de esos lugares en los que sólo se habla de política entre políticos, que también valen, pero no sólo. La televisión, dice la publicidad, llega a todas las capas, y la política es un producto, como otros, con la diferencia de que no lo compras sino que depende de ti, de tu voto, y por eso debe acercarse a todo el mundo.

¿Lo acordaron? No, yo estaba aquí, de espaldas a las pantallas como siempre, para no distraerme, y al darme la vuelta vi por el rótulo que estaba hablando con Jorge Javier Vázquez. No fue en absoluto nada organizado, aunque si lo hubieran acordado, da igual también. Bueno es una manera de entrar en escena con una pirueta, para llamar la atención por su parte. Si no, no se entera nadie. Luego lo importante es lo que dice, pero también que la gente sepa quién es.

Usted no vota en España, pero influye sobre los demás. Absolutamente no. Sólo influyen quienes se presentan. La televisión es un soporte. Un lugar donde ellos van. Una plaza multiplicada e instantánea. Lo que se emite en estos momentos es a quien se presenta, el estado de ánimo de quien vota y esa ansia de revancha que ahora influye en toda Europa.

¿Se refiere a esa sensación de que se van a enterar? Esto es peligrosísimo. Puede tornarse en un deseo de venganza en el que sea necesario medir si nos va a hacer daño. Cada ciudadano debe votar razonadamente, no dejarse llevar por las emociones.

¿No fue ese rencor con lo que jugó Berlusconi en un principio con Forza Italia? Yo no tengo nada que decir sobre eso. En todas las ocasiones que la vida me da, no me canso de demostrar lo que para mí es Berlusconi. En él no existía el ánimo de vengarse. A mí me hace mucha gracia cuando estoy aquí y me dicen que esto sólo pasa en España y cuando voy a Italia, lo mismo. En la política existe una tara, algo endémico, de lo que no se dan cuenta, el delirio de omnipotencia, es una tara que tienen todos. Lo puedo certificar. Es algo que desde mi puesto he venido observando toda la vida.

¿Algo que también sufre su amigo? Sí… Sí. Aunque de los políticos que conozco es el menos político de todos, sí. Me ha pasado con todos.

¿Cómo recuerda su infancia? ¿En imágenes o con palabras? En imágenes. Imágenes y, eventualmente, olores. Pero el olor te está esperando en un lugar para que lo reencuentres. La visión se puede reconstruir si te concentras en ella. El olor, no, debes experimentarlo de nuevo. Mi infancia, hasta los 11 años, fue un tiempo de plena felicidad, al aire, con las estaciones que cambian, los animales que nacen, los gatitos, los pollos, todo eso a mí me ha vacunado contra ciertas cosas. Yo en otra vida he sido perro, seguramente, porque tengo un olfato hipertrófico que me viene bien, muy conveniente.

Lo que no huele es la tele. ¿O sí? Pero puede producir las mismas emociones que un olor. El otro día hablando con un fabricante de perfumes, me decía que sí, que al menos la tele debería poder proporcionarte la idea de que es posible. Que con una gota, el patito feo puede convertirse en un príncipe. Yo me he duchado con perfume, pero ni así.

¿Existe un tipo de televisión latina? ¿Cómo, si no, un italiano llega a España y reproduce tan bien la idiosincrasia del patio de vecinos en ese guirigay que es Sálvame, por ejemplo? Es evidente que en los países del Norte, si elevas un poco la voz en un aeropuerto para preguntar a qué hora sale, se te indignan y se van como si hubieras ido allí para liarla. Ellos harán tertulias silenciosas para que otros puedan leer. Nosotros, somos la pasión…

Paolo Vasile

(Roma, 1953) Comenzó su carrera en el mundo audiovisual como productor cinematográfico con películas en las que participó James Mason, Stephen Boyd o Lee van Cleef. Es una faceta que domina y ha impulsado ahora también desde Telecinco Cinema con éxitos como ‘Ocho apellidos vascos’, ‘Lo imposible’ o ‘El niño’. Pero su carrera, después de que su mujer se lo aconsejara, despuntó en televisión. Primero en Italia, junto a Silvio Berlusconi, que le encargó abrir en Roma una delegación de su cadena privada, con sede en Milán. Antropólogo de formación, hace 16 años que dirige Mediaset en España, con seis canales entre los que destacan Cuatro y Telecinco, la cadena privada preferida por los telespectadores.

El grito, más bien. Bueno, el grito, no sé…

Sí, sí, se grita mucho. Bien, sí, mi aspiración es que todo lo que nos rodea en la vida se refleje: la felicidad, la infelicidad, el susto, el amor, la muerte, todo. E intentamos que quepa, yo no discuto nunca el análisis y la crítica, lo que me deja indiferente es la mala leche. Por sobredosis, la sigo sufriendo, pero me hace menos efecto. Lo que está entre nuestros objetivos es tratar de abarcar la vida. La prueba de que lo hemos logrado es que en una televisión donde se grita, se llora, se ama, en cualquier caso, una televisión a la que los periódicos dedican juicios muy negativos, es la que cuenta con los informativos más vistos. ¿Qué significa eso? Que nos acercamos al fin de ser la compañía ideal para el público.

Lo que sí ha conseguido usted es volver al cine. No sólo eso, sino tener éxito en el mismo a través de la televisión. ¿Cómo lo logró? Bueno, yo no quería. Hemos sido inducidos a ello. Lo más grave es que a una empresa privada le obliguen por la ley del cine a invertir en otra empresa privada. Lo mires como lo mires, me parece absurdo.

¿Y cómo se le queda el cuerpo una vez comprobado que de los 14 millones recaudados por El niño, producida por Telecinco Cinema, Hacienda se ha quedado con 4,3, contando los impuestos que se derivan del rodaje y la recaudación? A mí, eso no me parece tan grave. Si uno gana mucho dinero, está bien que aporte al Estado.

Aun así, parece un plan personal, el suyo, si me permite la broma. Ahora es productor. Ohhhh, noooo. No es así. Siempre lo he dicho. Cuando era pequeño, mi ilusión era contar historias y eso, en mi caso, ya que mi padre se dedicaba a ello, era hacer cine. Mi padre estaba en esa categoría, otro mundo.

¿En qué categoría? Él era un intelectual. Una persona culta. Insoportable, pero extraordinario. Yo tuve la suerte de tenerlos, a él y a mi madre. Una fortuna. Cuando yo tenía una duda, lo llamaba, me decía la frase y cinco minutos después me llegaba el fax con la página. Él es de las pocas personas que he conocido que sabía, no recordaba, sabía. Sabía profundamente.

Gran matiz ese. Pero dice también que era insoportable. ¿En qué sentido? En el sentido de que la academia militar de La chaqueta metálica era una especie de juerga continua en comparación con mi casa. Tuvimos una educación rigidísima. Cualquier cosa que no salía de él, no se aceptaba. Eso nos vino bien a mi mujer y a mí para criar a nuestros hijos. Tampoco al punto de aquellos que dicen que son amigos de sus hijos. Yo soy el padre de mis hijos, no el amigo. Los hemos educado de otra manera. Con control, pero intentando que la disciplina les brotara de dentro, no de fuera. La educación recibida yo creo que ha hecho de mí lo que me gustaría que quedara en mi lápida. Hay algunas frases fantásticas. Como la de ese actor inglés: “He muerto muchas veces, pero ninguna como esta”. U otra napolitana: “Os lo había dicho, cabrones, que no me encontraba bien”.

No se le pase decirme la suya. ¿La mía? Es esta: “Fue un anarquista obediente…”

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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