Los mil obstáculos de Super Kid
Un millón de euros han costado cuatro millones de dosis de Super Kid. Este novedoso complejo nutritivo se ha hecho realidad en tres provincias del sur de Laos de la mano de UNICEF y una empresa minera. Una fórmula para intentar reducir las elevadas tasas de desnutrición en Laos
Las apariencias engañan. A primera vista, la densa y fértil jungla que cubre gran parte de Laos puede parecer el hábitat ideal para que la reducida población del país —menos de siete millones de habitantes— disfrute de una vida digna. En la práctica, sin embargo, la situación en el hermano pequeño de la antigua Indochina francesa es dramática. Y son los niños quienes más la sufren. Su mortalidad no tiene parangón en el sudeste asiático —68 de cada mil no sobreviven al primer año de vida, y 79 no llegan a cumplir los cinco años— y lo más doloroso es que está provocada en su mayoría por enfermedades relativamente fáciles de tratar, como la neumonía —18%— y la diarrea —10%—. Por otro lado, las tasas de malnutrición son comparables a las de algunos países del África subsahariana. El 44% de los niños menores de cinco años tiene problemas de crecimiento, y el 27% están malnutridos. Cada año 5.000 niños mueren en Laos por esta lacra, según Unicef.
"Esta pésima situación se aprecia claramente en el ámbito rural, donde muchos niños con carencia de vitaminas y de minerales se muestran apáticos y carentes de la vitalidad que se les presupone. Se encuentran en una especie de letargo que resulta muy peligroso para su crecimiento físico e intelectual", relata Shane Powell, un estadounidense que reside en Laos desde hace más de una década. Unicef, consciente del problema, decidió hace ya casi dos años aliarse con el Gobierno laosiano y con el gigante de la minería MMG para poner en marcha con un millón de euros una innovadora iniciativa público-privada que permitirá distribuir cuatro millones de dosis de Super Kid, un nuevo complejo nutritivo en los próximos tres años. "Cuando me propusieron dirigir el proyecto creí que sería relativamente sencillo tener éxito, y que el mayor escollo estaría en llegar a las zonas más remotas", explica Powell, que trabaja en la organización humanitaria desde hace siete años. "Pero estaba muy equivocado", reconoce entre risas en la calurosa oficina que ocupa en Vientián.
"El compuesto en polvo —que incluye zinc, hierro, vitaminas, y otros nutrientes— se introdujo primero en África, donde ha dado muy buenos resultados. Por eso, la primera idea fue traerlo directamente, tal cual, a Laos. Cada niño ha de tomar una dosis al día mezclada con la comida, y ahí surgió el primer problema. La dieta del país se basa, casi exclusivamente, en el arroz glutinoso. Así que el primer impulso de la gente es mezclar el suplemento nutritivo con el arroz mientras se cuece, algo que le hace perder parte de sus propiedades y da a la comida un sabor metálico desagradable". Para solucionarlo, el equipo de Powell trata de convencer a los beneficiarios de que mezclen el polvo con otros alimentos, sobre todo con fruta. "Así conseguimos también que los niños reciban una alimentación más diversa, ya que el arroz glutinoso es muy pobre en nutrientes. Pero, como somos conscientes de que no todos lo van a hacer, tuvimos que cambiar la fórmula para evitar el mal sabor".
Luego, cuando Super Kid ya estaba listo, aparecieron otros problemas inesperados con el embalaje. "Las bolsitas muestran un niño, y nunca pensé que su imagen fuese a dar tantos quebraderos de cabeza. En una ocasión, cuando vimos que en un pueblo no se estaba administrando el complemento, descubrimos que la razón estaba en que el bebé de la ilustración no tenía pelo. Una madre me dijo que creían que sus hijos se iban a quedar calvos si les daban los polvos". El siguiente intento también fracasó. "Luego el problema estaba en que el niño no tenía cuerpo y algunos creían que era un fantasma. Laos es un complejo cóctel de minorías étnicas y, sin duda, lo más complejo de la ayuda es adaptarla a las costumbres y a las creencias locales", sentencia Powell.
Afortunadamente, después de mil obstáculos, este verano Super Kid —sonriente, con pelo, y con los brazos en alto— se ha hecho realidad en tres provincias del sur de Laos. "Hemos decidido distribuirlo de dos formas. Por un lado, el paquete blanco se ofrecerá gratuitamente a las familias más pobres a través del canal sanitario, en el que se hará seguimiento de los beneficiarios. Por otro, el paquete naranja se comercializará en tiendas de zonas urbanas a un precio subvencionado de 500 kips (cinco céntimos de euro) la unidad entre quienes sí puedan pagarlo, y habrá una campaña para promocionarlo. La idea es que los padres sean conscientes de que están haciendo una inversión por la salud de su hijo, y que lo valoren como tal".
Para ello, Unicef ha decidido no poner en el paquete ni su logotipo ni el del Gobierno, algo que, según Powell, "aumentará la percepción de calidad del producto". La intención es que se beneficien del suplemento, cuyos primeros efectos beneficiosos se manifiestan en unos 60 días, unos 180.000 niños de entre seis meses y cinco años de vida. "El reto es conseguir que Super Kid se vea como solución a la anemia, que es crónica, y que llegue a los niños que tienen riesgo de sufrir malnutrición en sus primeros mil días de vida, un período crítico en su desarrollo", explica el americano.
No obstante, su uso también puede acarrear efectos no deseados. "Tememos que, si funciona, sucedan dos cosas: que los adultos también comiencen a tomarlo, y que los niños que resulten más activos como consecuencia de su mejor estado de salud sean considerados molestos, o raros, por la comunidad". No obstante, en los pueblos ‘piloto’ del proyecto, la acogida ha sido positiva. "El suplemento es también una excusa para cambiar hábitos en otros aspectos. De momento, hemos conseguido que las madres presten más atención a la variedad de alimentos que dan a sus hijos, ya que a veces el problema no está en la falta de comida sino en la falta de conocimiento sobre lo que requiere un bebé, así que aprovechamos también para hacer hincapié en los beneficios de la leche materna y en la necesidad de mantener un estricto control higiénico". Así, poco a poco, Laos se va acercando a los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
"Esa es la satisfacción que buscaba cuando decidí dejar el periodismo. Me cansé de las noches en vela escribiendo cómo otros desarrollaban proyectos de este tipo y me animé a pasar a la acción. Creo que los Objetivos del Milenio son un buen incentivo para que los países mejoren, porque marcan metas concretas, y me sentiré orgulloso si consigo aportar algo para que así sea", cuenta. Porque Powell, desde un principio, supo que quería marcar la diferencia con su trabajo. De ahí que ahora sienta que los largos y accidentados viajes a las zonas más remotas de Laos han merecido la pena. "Cuando se presenta un proyecto se suele olvidar el trabajo que hay detrás, y creo que así debe ser porque lo importante son las vidas de los beneficiarios. Es lo que me motiva".
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