El imperio de Mr. Classic
Sabe qué pijama hay que ponerse y el momento justo para lucir gemelos. Jeremy Hackett exporta al mundo el vestir británico
Hay que tener mucha flema para bajarse de un avión y enfrentarse a los perros de presa de la prensa como anfitrión de una cena que tiene más de cita comercial que de reunión hedonista. Quizá por eso Jeremy Hackett pide “preguntas fáciles” pocas horas antes de tamaño encuentro. Como si a estas alturas del partido este árbitro de la elegancia masculina británica no supiera que no hay preguntas fáciles, sino respuestas difíciles.
–¿Es Hackett una marca de ropa para hombres que tienen miedo de la moda?
–Buena manera de exponerlo… La verdad es que ni siquiera creo que, en esencia, el hombre sea un animal de moda. Cuando compra ropa es porque la necesita, no porque la quiera. En ese sentido, tiene una mentalidad muy distinta a la de las señoras. Cierto que la manera de enfrentarse a la vestimenta ha cambiado, pero aunque los hombres acepten cada vez más la moda en sus armarios, lo hacen sin llamar la atención entre sus colegas e iguales. Si son hombres de negocios, profesionales liberales, querrán prendas de calidad, buenos tejidos y mejores cortes, porque de lo que se trata es de tener una apariencia aceptable en sus círculos sociales…
Quizá mis clientes sean conservadores. Personalmente, me gustaría que fueran más osados, que se atrevieran a experimentar”
Mr. Classic –el alias no es en vano, se ganó el apelativo escribiendo una columna de estilo en The Independent on Sunday, luego prolongada en un libro editado por Thames y Hudson en 2006 y ahora continuada en formato blog en la web de la marca)– lo pone complicado con su primera contestación. El hombre hecho a sí mismo que levantó hace tres décadas el emporio indumentario que lleva su apellido podrá ser una autoridad en las cosas del vestir (qué pijama llevarse a la cama, cuál es la largura correcta de un calcetín, cuándo ponerse gemelos y cuándo no, cómo lucir para ir de pícnic), pero eso no significa que la suya sea una marca de moda. Hackett, ya saben, la etiqueta favorita de aquellos que, por lo que respecta a sus atuendos, ponderan la función por encima de la emoción. La discreción antes que el espectáculo. “Proveedor de ropa estilosa de hombre diseñada para no asustar a los caballos, poner nervioso a un jefe o alarmar al director de un banco”, señaló muy descriptivamente la periodista Suzy Menkes tiempo ha. Devolvámosle pues la pelota con la siguiente cuestión: ¿es el Señor Clásico también el Señor Conservador? “Son dos conceptos distintos. Yo me considero una persona de mentalidad abierta que mira la moda y toma de ella lo que creo que encaja mejor en mi marca. Tampoco creo que la mayoría de la gente piense en Hackett como en algo anticuado… Aunque he de admitir un hecho: podemos producir una prenda en múltiples colores, pero si la hay en azul marino siempre será la más vendida. Así lo demandan los clientes”.
La respuesta encuentra su eco especialmente en España, campo abonado para la firma desde 1994. La flamante tienda en el número 49 del paseo de Gràcia barcelonés, en cuyo segundo piso se desarrolla esta charla, es su último y deslumbrante bastión, relevo del anterior en la Diagonal. El nuevo enclave, que continúa el pavimento de la calle hasta un vestíbulo que recrea la célebre Burlington Arcade del barrio londinense de Mayfair, resulta mucho más adecuado al espíritu Hackett: no demasiado lejos, en la acera de enfrente, se encuentra Bel Y Cía, centenaria sastrería local (allí empezó a confeccionarse la aristocrática teba, la ligera chaqueta de punto de los cazadores) y una de las tiendas favoritas de Jeremy Hackett en todo el mundo. La conexión entre lo que se tiene por quintaesencia de lo british y nuestro rancio abolengo –noble o burgués– se establece inevitable, más allá de la realidad empresarial de la propia marca, una entidad británica de capital español: desde 2005, Hackett está integrada en el grupo Pepe Jeans, uno de los activos de la inversora privada Torreal que se ha encargado de maximizar internacionalmente ese seductor apresto inglés y hacerlo crecer de forma exponencial en la última década (63 boutiques propias, 59 franquicias y sumando, por no hablar de su presencia en el canal multimarca y grandes almacenes). “Quizá mis clientes sean los conservadores. Personalmente, me gustaría que fuesen un poco más osados, que se atrevieran a experimentar, pero tengo que pensar de forma comercial, saber lo que quieren. Si fuera tres pasos por delante de ellos, los perdería”, zanja Mr. Classic. Y relata un episodio particularmente ilustrativo: “Yo tenía un viejo jersey lleno de agujeros. Era fantástico, muy cool. Así que pensé en producirlo e incorporarlo a la colección. Fue un fracaso, no vendí ni uno. Creo que algo así es lo que se esperaría de una marca como Comme Des Garçons, no de Hackett”.
Que quede claro: Jeremy Hackett (Devizes, Reino Unido, 1954) no es un diseñador. Si acaso, un fino estilista, o un empresario con ojo para la ropa. Su corazón, dice, es en realidad el de un “vendedor”, que fue como comenzó en el negocio, despachando detrás del mostrador de una sastrería de Bristol con apenas 15 años. A los 18 ya estaba en Londres, en Savile Row, meca elitista del buen vestir, junto al sastre John Michael. Un encuentro fortuito con otro estricto observador del código de etiqueta británico, Ashley Lloyd-Jennings, husmeando antiguallas en Portobello, le revelaría la fórmula del éxito cinco años después: recuperar aquellos trajes de tres botones, corte escurrido y solapas estrechas de los años sesenta que harían las delicias de la nueva ola de los ochenta. Hackett surgió como tienda de artículos de segunda mano en 1983, nunca fue esa venerable sastrería que muchos han idealizado. “No era moda, era el look que nos gustaba, el estilo elegante de los años cincuenta y sesenta. Nosotros lo pusimos de moda. Y conseguimos, digamos, ser una voz autorizada, porque vestíamos al hombre clásico según la ocasión: así debes ir en la ciudad, así en el campo o en una boda. Demostrar todo ese conocimiento hizo pensar a mucha gente que el nuestro era un negocio veterano, algo que había comenzado con mi padre o así [risas]. Resulta muy halagador”, concede al respecto.
Mr. Classic es consciente de que el legado indumentario que preconiza viene filtrado hoy con ojos globalizados –seguramente desde que el bombín y el paraguas fueron erradicados como uniforme de la City londinense, cuando Margaret Thatcher la abrió al comercio internacional– y que ni siquiera sería factible colocar en el mercado lo que vendía hace treinta años. Habla de lo terrible que resulta ver a un hombre hecho y derecho embutido en esos trajes efébicos que se empeñan en cortar ciertos diseñadores (“solo quedan bien fotografiados en jovencitos o en japoneses”) y de la natural extravagancia de sus paisanos (“a los ingleses no les asusta el color”), aunque aconseja a los abuelos no ponerse la ropa de sus nietos. Claro que no le parece mal lo contrario: “Hay una nueva generación que ha descubierto este estilo clásico y a la que le entusiasma vestir de traje porque es algo nuevo para ella”.
Inaugurada a principios de año, la mastodóntica boutique londinense en la Mutual House de Regent Street, epítome del high street fashion (un concepto instaurado por las grandes cadenas textiles que se instalan en las principales arterias de las ciudades), da fe del actual alcance de la marca, favorita también de las madres para equipar primorosamente a sus hijos. La inmersión en el universo Hackett es total, del área de sastrería a medida al bar de gin tonics, pasando por el merchandising de Aston Martin. Sin embargo, el señor Hackett aún prefiere el reducto de la primigenia tienda insignia de Sloane Street (abierta en 1992), donde se le puede encontrar a menudo dando consejo a sus fieles parroquianos. Es lo mismo que hace con el equipo creativo de la marca, comandado desde hace casi una década por el diseñador estadounidense Michael Sondang, convenientemente rescatado de Tommy Hilfiger (aunque es Mr. Classic quien sale a saludar a la pasarela). “Discutimos tejidos y detalles. Ahora les he dicho que se centren en los pantalones con pinzas. Es lo que viene”, informa. Puede que aún tardemos en verlo. Ni en la colección del próximo otoño/invierno ni en la propuesta para la primavera/verano 2015 que acaba de desfilar en Londres había rastro de ellas.
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