Debates sobre palabras
Varios mensajes discuten el empleo de distintos términos. El argumento es que, a pesar de no albergar un error gramatical, condicionan la lectura de la información
No es extraño recibir mensajes de lectores que discuten el empleo de un determinado término. No se trata de errores gramaticales, de una penosa frecuencia. Lo que plantean son reflexiones sobre el uso pertinente de la palabra, aunque su significado esté reconocido por la Real Academia. En este texto muestro algunas de las reflexiones recibidas en este sentido.
Sergio Santillán felicita al diario por la información que suministra sobre escándalos en organismos de todo tipo y que, frecuentemente, “incluyen la percepción de retribuciones exageradas (en algunos casos, obscenas) y, en no pocas ocasiones, con cargo al contribuyente”. Pero hace una observación sobre el uso en alguna ocasión del verbo “ganar”, cuando cree que es más adecuado utilizar “cobrar”. “El primero de los verbos citados parece incluir una consideración positiva (percepción de una suma de dinero por un trabajo realizado) cuando, justamente, en el artículo se deduce (o se dice claramente) que la suma recibida no se justifica o no guarda proporción con tal trabajo (en algún caso, supuesto trabajo)”. Para el lector, de un funcionario o de un conductor de autobús se puede decir que “gana” su salario. En estos casos fraudulentos, no.
Juan del Pinal Mallart cuestiona que se llame “manifestantes” a personas que tienen una actitud violenta y que hacen de todo menos manifestarse. “Me gustaría llamar la atención sobre este abuso del lenguaje, que acabará por equiparar ‘manifestante’ con ‘terrorista’ o ‘asesino extremista’. Los manifestantes son los que ejercen el derecho de manifestación; los que cometen actos violentos, amenazan con armas, etcétera., son otra cosa bien diferente”.
Luis de Luxán Meléndez discute el empleo del concepto “recuperación” aplicado a la economía española. El lector considera que titulares como “Los salarios vuelven a bajar en el primer trimestre pese a la recuperación” no se ajustan a la verdad, “pues da por sentado que ya se ha producido, sea lo que sea tal cosa. Sin embargo, no hay nada más lejos de la realidad que sufrimos tantos españoles. Así lo argumentaban algunos editoriales de Economía de fechas no tan lejanas, de entre los que me permito entresacar el siguiente párrafo tan ilustrador de lo que le digo: ‘Para que pueda hablarse con propiedad de recuperación es necesario consolidar crecimientos interanuales superiores al 1,5% y una creación sostenida de empleo que permita una reducción continuada y sustancial del paro. La EPA apunta, por el contrario, a un proceso lento y discontinuo de estabilización y reactivación del empleo. Y no es extraño, porque la clave del empleo es el aumento de la demanda y de la inversión, condicionadas a su vez por un flujo firme de crédito. Ninguna de estas condiciones se cumple hoy; de ahí que el insistente mensaje sobre la recuperación sea prematuro’” El lector considera que aceptar que la recuperación existe supone un alineamiento con los mensajes gubernamentales. No obstante, el propio texto de la noticia contraponía lo que técnicamente se considera el inicio de la recuperación con la obviedad de que no llega a los hogares ni a un empleo precarizado. Ya en el primer párrafo se afirmaba que “la devaluación interna de España continúa pese al inicio de la recuperación económica. En este sentido, entre enero y marzo, el PIB creció un 0,4%, aunque se siguió destruyendo empleo, lo que también constata que la recuperación de la actividad no se traduce de momento en mejores condiciones de vida para los hogares”, una reflexión alejada de las lecturas eufóricas que quieren dibujar otra España.
David Gutiérrez Sánchez se centra en el término “cazado” y su empleo en el titular digital sobre el juez Enrique López, quien conducía ebrio una moto por las calles de Madrid. En su opinión, “si analizamos en esencia el hecho informativo que se pretende transmitir, veremos que se trata de la comisión de un delito, con implicaciones jurídico-políticas por el hecho de que se trate del miembro de un alto tribunal, vinculado a un determinado partido político. Sin embargo la forma de transmitir el hecho, como ustedes mejor que nadie saben, añade o resta gravedad al delito, le aporta o le quita determinadas connotaciones y dirige la atención a unas características, apartando de la vista otras”. Para el lector, es “curioso observar, no solo en EL PAÍS sino en general en todos los medios, que cuando una persona comete un ilícito (estafa, robo, violación, cohecho....) los titulares son básicamente enunciativos, sin el uso de expresiones coloquiales similares a las que se usan cuando una personas comete un delito contra la seguridad vial”. El lector cita la Real Academia que admite un uso coloquial de la expresión (“sorprender a alguien en un descuido, error o acción que desearía ocultar”). Sin embargo, de ninguna manera conducir sin casco y ebrio una motocicleta “se podría catalogar de descuido aunque quizá sí como un error o una acción que desearía ocultar. Pero fíjense cómo pasa a segundo plano el delito en sí, planteándose el hecho como un simple fallo personal, como si de algo accidental se tratara”. El lector considera que se acostumbra a restar importancia a un hecho que provoca muchas tragedias en las carreteras españolas. “¿Complicidad subconsciente quizá? En fin, se trata del reflejo de una doble vara de medir social de la delincuencia (el delincuente delinque, pero al conductor borracho le cazan)”.
La “recuperación” no se traduce en mejores condiciones de vida
Al margen del debate terminológico sobre el término, y si, a pesar de su carácter coloquial, da más fuerza o debilita la explicación de lo sucedido, la información no rebajó la gravedad de los hechos que van, como se decía, “más allá de una mera infracción administrativa” y citaba las penas que contempla el Código Penal para estas conductas.
Un caso distinto es el que plantea Alejandro Ortea Rivera, quien comenta que en informaciones sobre condenas penales que recaen sobre diversos acusados es habitual sumar las mismas en los titulares. Y cita un subtítulo en la portada del digital que explica que “El juez condena los exdirectivos de Caixa Penedés a un total de cinco años de prisión por administración desleal. Sin embargo, eluden la prisión al devolver 28,6 millones de euros”. El lector subraya que la información aclara que la máxima condena a uno de los directivos fue de dos años. Y de un año para cada uno de los restantes. Una distribución de penas que explica que eludan la prisión al no superar ninguna condena los dos años. Sin embargo, sumar los años de cárcel impuestos a todos, prosigue, induce a confusión, “porque ¿cómo sería posible eludir la prisión con una condena de cinco años? La suma de penas, en los titulares y en los primeros párrafos de las informaciones, es un mal vicio periodístico, seguro que para acortar titulares y lograr un impacto rápido, pero que, por falso, induce a confusión”.
En otro orden de cosas, recojo la advertencia de Gonzalo Sánchez, quien critica que el diario se sirva del término “enervar” cuando quiere subrayar que algo o alguien ha puesto nerviosa a una persona. Se da la paradoja que este verbo significa tanto irritar o crispar como todo lo contrario: debilitar, relajar. Por ello, el Libro de Estilo recomienda no utilizar esta palabra tan poco precisa “y acudir a esas alternativas”.
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