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Ciudades que piensan

Vivir en una urbe en la que se puede saber cuándo llega el autobús mediante una aplicación para el móvil o donde las farolas se encienden y apagan a su paso, ya no es ciencia ficción Todo lo que quiso saber sobre las 'smart cities'

Carolina García
Copenhague
CopenhagueGETTY

Ser una smart city –ciudad inteligente– es el título que muchas urbes anhelan porque implica estar en consonancia con los avances tecnológicos, a la vez que se crea un espacio para y por el ciudadano. Un lugar donde el individuo vive en armonía con las comunicaciones y las infraestructuras en un entorno sostenible, desde el punto de vista económico y ecológico. Una meta necesaria debido al aumento precipitado de la población mundial, que crecerá en las ciudades un 75% en las próximas cuatro décadas, según datos de Naciones Unidas, y que ya está provocando que en muchas de ellas la vida sea lo contrario: insostenible.

Lugares donde los atascos obligan a las autoridades a reducir progresivamente la superficie dedicada a espacios abiertos, de forma que la calidad de vida de los ciudadanos merme un poco más cada día. Ante esta situación, son muchos los que se están planteando si el individuo dispone de herramientas suficientes para cambiarla, o tal vez lo puedan hacer las propias ciudades: urbes al servicio de las personas, comprometidas con el medio ambiente y con los elementos culturales e históricos. En definitiva, conseguir que las ciudades sean inteligentes.

Esa es la filosofía fundamental de la Red Española de Ciudades Inteligentes que cuenta 53 miembros", dice de la Serna

“El concepto de smart city no es, en mi opinión, sinónimo de ciudad inteligente, sino de una gestión inteligente de la ciudad, de un espacio urbano que se organiza utilizando los medios que la innovación tecnológica pone a su alcance para conseguir que los servicios que ofrece a sus ciudadanos sean cada vez mejores, más eficientes y con un menor coste para la Administración”, explica Iñigo de la Serna, presidente de la Red Española de Ciudades Inteligentes (RECI) y alcalde de Santander.

Las ciudades piensan y ayudan a la persona en muchos de los aspectos sociales, como son la educación, el transporte, la sanidad y la vivienda, entre otros. Aplicaciones inteligentes creadas para facilitar las tareas cotidianas, como saber cuándo llega el próximo autobús, qué farmacia está de guardia en un momento concreto y ofrecer una herramienta que alerte a un hospital, mediante un botón, de que una persona mayor, que vive sola, empieza a encontrarse mal y necesita atención, entre otras.

España, hacia las ciudades inteligente

- Málaga: Vehículos libres de humos

En su apuesta por los coches eléctricos, la ciudad prepara un carril de recarga de baterías en movimiento, sin cables. Además: es posible encontrar aparcamiento con ayuda de una aplicación inteligente

-Santander: Pisando “ecoasfalto”

Ciudad pionera en emplear suelo fabricado en un 90% con productos reciclados, lo que reduce la contaminación. Además: la gestión de los servicios públicos está informatizada, facilitando la vida del ciudadano

- Barcelona: Contenedores que avisan si están llenos

Los sensores instalados en los contenedores de basura de la ciudad detectan cuando están llenos, optimizando así la recogida. Además: nuevos contadores de gas y agua smart permiten su lectura remota

- Madrid: Luces que se encienden al detectar personas

Farolas y semáforos funcionan con leds y en algunas áreas las luces se encienden al percibir al individuo. Además: el consumo de agua se hace con sensores que controlan su suministro

“Pero los beneficios que una smart city puede ofrecer van aún más allá, y se extienden al ámbito económico, puesto que el sector de la innovación tecnológica tiene una enorme capacidad de crecimiento y de generación de empleo. También implica una mayor transparencia en la gestión y más participación de los individuos en la vida de sus ciudades”, puntualiza el alcalde.

Según De la Serna, la calificación de ciudad inteligente depende del criterio particular de cada urbe: “Cada uno está aplicando su propia filosofía y todas son buenas”. La Secretaría de Estado de Telecomunicaciones junto a otras organizaciones está intentando fijar unos estándares. “Se trata de llegar a una definición de smart city, precisando los atributos que la identifican, y los que sean capaces de determinar los índices de inteligencia de cada ciudad”.

Entre las ciudades europeas a la vanguardia a este respecto, la reina, por segundo año consecutivo, es Copenhague, debido a que tiene una de las más bajas emisiones de CO2 per cápita en el mundo y porque posee el plan de reducción de carbono más ambicioso de todas las grandes capitales. En cuarto lugar está Barcelona, según un informe publicado en diciembre de 2013 y elaborado por el estratega climático Boyd Cohen.

“A nivel internacional hay ejemplos significativos en áreas sectoriales, como puede ser el trabajo que está haciendo Estocolmo en la gestión del tráfico –sistema de peajes urbanos sobre el concepto económico de tarifas de congestión–; el de Singapur, respecto a los sistemas energéticos inteligentes –instalación de miles de contadores en ubicaciones residenciales, comerciales e industriales para realizar pruebas y evaluar la viabilidad de posibles soluciones–, o el de Río de Janeiro, con la creación de un Centro Inteligente de Operaciones –donde se anticipa y se responde a distintas crisis–, ante el Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos”, añade de la Serna.

Para los expertos, el viejo continente es el referente mundial de estas urbes y en esto, España no está a la cola. Barcelona cuenta con el Distrito 22 @ de Innovación, una mezcla de planificación urbana inteligente e innovación empresarial. Este distrito de la ciudad se ha convertido en un polo de atracción para que empresarios locales e internacionales instalen sus negocios. Según Boyd, la Ciudad Condal gana en Europa, aunque un estudio elaborado por Endesa declara a Málaga la más inteligente de España, tras la puesta en marcha por su ayuntamiento del proyecto Smartcity en 2009.

En tan solo cinco años, Málaga ha reducido sus niveles de CO2 en 4.500 toneladas, lo que supone un ahorro energético del 20%. En el informe, también se concluyó que entre las peores están Jerez de la Frontera, Sabadell o Salamanca y que, entre las mejores, también están Madrid y Santander. España está dando pasos de gigante en este aspecto, según de la Serna. “Y lo está haciendo por una vía que no ha experimentado ningún otro país, como es la de compartir experiencias entre ciudades. Esa es la filosofía fundamental de la Red Española de Ciudades Inteligentes que cuenta 53 miembros. Dicho esto, creo que aún no hay ninguna ciudad que haya completado el proceso de ser una smart city. Son aún muchos los retos y descubriremos nuevos objetivos y desafíos a medida que vayamos avanzando”, concluye.

Europa, en la cima de las 'smart cities'

Amsterdam: La bicicleta como método de transporte

El 67% de los viajes se hacen en bicicleta o a pie. Además: Ámsterdam está intentando ser un ejemplo de ciudad inteligente y asociaciones como Amsterdam Smart City dan prueba de ello

Estocolmo: 'Ciudad verde de Europa'

Alrededor del 40% de su superficie está dedicada a espacios verdes. Además: en el Parque Real Nacional Urbano educan a los ciudadanos en temas relacionados con la ecología

París: Movilidad Compartida

El mayor avance de la capital francesa es la movilidad compartida basada en coches eléctricos y bicis. Además: esto ha reducido en un 5% la congestión de vehículos en la ciudad

Viena: Apuesta absoluta por las energías renovables

Tiene el objetivo de obtener el 50% de su energía de fuentes renovables para el 2030. Además: se asoció con el proveedor local de energía, Wien Energie, con el que desarrollan un modelo de crowdfunding

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Sobre la firma

Carolina García
La coordinadora y redactora de Mamas & Papas está especializada en temas de crianza, salud y psicología, y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es autora de 'Más amor y menos química' (Aguilar) y 'Sesenta y tantos' (Ediciones CEAC). Es licenciada en Psicología, Máster en Psicooncología y Máster en Periodismo de EL PAÍS.

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