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Red de Expertos Planeta Futuro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Marruecos tiene infraestructura, Nicaragua más tolerancia

El nivel de desarrollo no es homogéneo entre países, algo que las instituciones de cooperación deben tener en cuenta

El nivel de desarrollo de los diferentes países no es homogéneo: una nación puede estar muy desarrollada en un ámbito y muy poco en otro distinto. Desde enero de 2014 trabajo en proyectos de ayuda al desarrollo en Marruecos. Mi primera reacción cuando aterricé fue preguntarme si realmente este país necesitaba ayuda. La carretera que une el aeropuerto de Sale con Rabat no es nada excepcional en Marruecos, pero en Nicaragua, mi anterior destino, no hay una sola que se le asemeje en calidad.

Hace algunas semanas vinieron a visitarme unos amigos nicaragüenses a Rabat. La víspera de su regreso a Centroamérica, un viernes, fuimos a almorzar el tradicional cuscús marroquí. Mientras comíamos mis amigos comentaban sus impresiones del país: “He visitado países con tantos atractivos turísticos como éste, pero nunca conocí ninguno como Marruecos. Este país es maravilloso”, comentaba Ana. Mi amiga me contó que visitó el barrio comercial de Agdal, donde le llamó la atención que había pocas mujeres por la calle, algunas de ellas iban en grupos, tomadas de la mano, a la defensiva. Ana dijo que en los bares vio a “nueve hombres sentados en las mesas por cada mujer”. Por lo que se preguntó: "¿Es que aquí las mujeres no toman café, o qué?" Para ella, eso es impensable en Managua. Durante su paseo, Ana sufrió una escena que sí le recordó a lo vivido en su ciudad. “Hacía muchísimo calor y yo iba vestida con un pantalón corto y una camisa sin mangas. Caminando de regreso me encontré con un tipo que descaradamente me miró de arriba a bajo con desprecio. Era una mirada obscena llena de odio y recriminación, muy desagradable. El machismo es la gente mirando a las mujeres de esa manera”, me dijo Ana.

Ramón, otro de mis visitantes, es gay. Después de escuchar a Ana, compartió con nosotros su anécdota: “El sábado pasado quise salir por la noche. Pregunté dónde podría encontrar algún bar de ambiente gay en Rabat. Me contestaron que no solo no había en todo la ciudad sino que, además, en Marruecos la homosexualidad está prohibida”. En este país la homosexualidad es considerada un delito desde 1972. Eso, para Ramón, “es tan absurdo como prohibir que existan los pelirrojos”. Mi amigo hizo una comparación entre Marruecos y Nicaragua, un país cuya capital es más pobre que Rabat, en relación a la tolerancia hacia los homosexuales. “En Managua hay locales destinados a homosexuales. Y además están abiertos desde hace muchos años. Deduzco que la existencia de estos bares y la de los homosexuales no supone mayores problemas en mi país”.

A la luz de todo esto, a pesar de que a nivel de infraestructuras en Nicaragua sufre un retraso considerable con respecto a Marruecos, en lo que a transigencia, respeto y libertades se refiere, aquel país parece aventajar al africano. El nivel de desarrollo de los diferentes países no es homogéneo, es algo que las instituciones deben tener muy presente. Dichas instituciones deben aportar una cooperación personalizada a las necesidades de cada país en vía de desarrollo con los que trabajan.

Esta idea, que parece lógica y sencilla, puede llegar a ser complicada a la hora de ponerla en práctica. Es muy fácil que un país acepte que se le construya una carretera, pero es mucho más complicado que ese país acepte que se implante un proyecto cuya finalidad sea la de cambiar la manera de pensar de su población, por muy injusta y retrógrada que esa manera de pensar sea, principalmente en lo relacionado al respeto de la diversidad sexual y los derechos de las mujeres.

No se le puede negar el derecho a la existencia a nadie por su tendencia sexual, no se puede permitir que algunos fuertes traten de someter a algunos débiles por cuestiones de género. Para luchar contra este tipo de injusticias hacen falta políticas de concienciación ciudadana. Pero hacer cambiar la forma de pensar de la gente es caro y lento. Por ello las de concienciación son de las políticas que más tiempo han de ser mantenidas en el tiempo, las más largas.

Miguel Forcat Luque es economista y trabaja para la Delegación de la Unión Europea en Marruecos (las opiniones de este artículo no reflejan el punto de vista de esta institución).

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