¿Tiene sentido la comida rápida baja en calorías?
Un marca propone patatas fritas con un 30% menos de grasa pero no todos los consumidores buscan lo 'light' en estos menús
William Foster solo quiere desayunar comida rápida. A tal fin, entra a uno de los establecimientos con poca suerte: los desayunos han dejado de servirse a las 11:30 horas, apenas unos minutos antes. Foster no tiene los nervios para contemplaciones. Saca un arma y, a punta de pistola, hace recapacitar al dependiente. Al final, se pide una hamburguesa, aunque, observa, no coincide con el tamaño de la que se mostraba en la imagen promocional. Momentos así de estrés máximos, aunque no al extremo del personaje de Michael Douglas en la película Un día de furia, son resultado de los nervios cuando nuestro cerebro exige comida rápida. Necesitamos sus grasas, hidratos de carbono y proteínas. Por ese razonamiento, el hecho de que se estén introduciendo en nuestra sociedad hamburguesas o patatas fritas bajas en calorías sería una buena noticia. ¿No?
Bueno. También está la imagen de David Hasselhoff borracho hasta el paroxismo, tirado en el suelo y devorando compulsivamente una hamburguesa de queso como si le fuera en ello la vida y la de todos sus compañeros. Aquel triste incidente de marzo de 2007 fue un capítulo real en la vida del exvigilante de la playa, publicado por su hija para que el afectaron viera el patetismo de la escena y se rehabilitara (así fue, por cierto). ¿Cuántas noches no terminan así? ¿Y cuántos días de resaca no empiezan así? El consumo excesivo de alcohol y el consumo excesivo de alimentos salados con hidratos de carbono van tan de la mano y ayudan a aliviar tantas resacas que también cabe preguntarse: en casos como este (que no es más de un ejemplo de cómo uno puede desear hincharse algo por motivos que se escapan lo nutritivo, que puede variar según el consumidor), ¿no es maravilloso que exista, al menos, la opción de esos alimentos?
Todo esto viene porque Burger King acaba de lanzar en Europa sus Satisfries, unas nuevas patatas fritas con un 30% menos de grasa. Lo cual conlleva a la pregunta: ¿tienen sentido darle menos grasa al consumidor que quiere grasa? “Están pensadas para la gente que quiere cuidarse, como las mujeres, que siempre estamos más pendientes de estas cosas”, explica Bianca Shen, vicepresidenta de marketing y comunicación de esta cadena en España. Y seguro que no han dejado un cabo suelto, que todo parte de un concienzudo estudio de mercadotecnia según el que hay un público para unas patatas fritas menos grasientas. Ahora bien, no hace falta ninguna encuesta para saber que una buena parte de consumidores de comida rápida no buscan la vida sana tras la hamburguesa y las patatas fritas. Muy al contrario, encuentra en ellas una vía de escape hacia el atracón.
La respuesta pasa, claro, por los consumidores y su derecho a elegir, que siempre está bien que sea cuanto más grande mayor. Pero, si uno ya está en un establecimiento de comida rápida, ¿sirve de verdad esa opción? El científico estadounidense Robert Sapolsky tiene una doble respuesta. Por un lado, está el aspecto psicológico del individuo, porque “la gente más propensa a comer por estrés es la que restringe de forma más activa el consumo de alimentos el resto del tiempo: cuando surgen los problemas y necesitan consentirse a sí mismos, comiendo es cómo se relajan. Prefieren consumir grasas y carbohidratos”. Por otro, el físico y neruológico. Las sustancias químicas que libera el cerebro en momentos de tensión y que nos invitan a darnos un festín de grasas e hidratos de carbono.
Desde la web Fast Food Nation aseguran que “estamos programados genéticamente para disfrutar de los sabores de la grasa y el azúcar, y mucha de la comida rápida que consumimos tiende a estar llena de ambos”. La grasa y el azúcar, por cierto, generan cierta adicción. Buscamos, entonces, el chute necesario en ellas, además del sabor, que está perfectamente estudiado para que nos llene las papilas con él. De ahí que, por ejemplo, Burger King incida especialmente en este valor para ensalzar sus nuevas patatas fritas bajas en grasa.
La ciencia, por tanto, sí entiende el comportamiento de William Foster en Un día de furia: el cuerpo pide comida rápida en situaciones de estrés. En cuanto a Hasselhoff, hubiera hecho bien en zamparse la hamburguesa antes de bebe (las comidas con altos niveles de grasa evitan una mayor absorción de alcohol en el cuerpo; es decir, alivian la resaca que se le viene a uno encima). En lo que hay más dudas es en otro comportamiento al que incitaba Jules, el personaje de Samuel L. Jackson en Pulp Fiction. “¡Hamburguesa, la piedra angular de todo nutritivo desayuno!”, clamaba. Eso, igual es pasarse.
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