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El próspero negocio de la piratería en el Golfo de Guinea

África supera al sureste de Asia como punto caliente número uno de la piratería marítima Son muy conocidos los asaltos en Somalia y en el Cuerno de África, pero muy poco los que suceden en aguas nigerianas a pesar de que en la primera zona decrecen y en la segunda aumentan La corrupción muy extendida, el desempleo, el creciente abandono del Estado, el robo de petróleo en tierra y la piratería en el mar se han convertido en salidas laborales

Ángeles Jurado
Así ve y ha dibujado la situación para Planeta Futuro el ilustrador y estudiante de periodismo de Costa de Marfil, Roland Polman. Pertenece al colectivo activista Caric-actu.
Así ve y ha dibujado la situación para Planeta Futuro el ilustrador y estudiante de periodismo de Costa de Marfil, Roland Polman. Pertenece al colectivo activista Caric-actu.

África supera al sureste de Asia como el punto caliente número uno de la piratería marítima. Aproximadamente la mitad de los ataques piratas denunciados en el mundo tienen lugar o en la costa de Somalia (Este) o en el Golfo de Guinea (Oeste). Sin embargo, la primera, en el Cuerno de África, vive un declive que coexiste en estos momentos con el alza del asalto al mercante o petrolero de turno en las aguas nigerianas.

El profesor, consultor y conferenciante Fernando Ibáñez (Zaragoza, 1969) concreta que las causas de estas mutaciones en las aguas del Cuerno de África y África occidental son múltiples, pero fundamentalmente se encuentran en el aspecto militar y de la seguridad. Tres misiones militares internacionales, convoyes militares, la contratación de seguridad privada armada a bordo de los barcos que surcan el Índico y la autodefensa en forma de maniobras evasivas o el encierro de la tripulación en una zona segura son las razones fundamentales que Ibáñez aporta para explicar la caída de la piratería somalí.

En el caso del Golfo de Guinea, esta actividad, que se desarrolla desde hace años en las costas de África occidental, se está convirtiendo en un negocio cada vez más lucrativo y que recibe una mayor atención ahora en los medios de comunicación internacionales. Pocas veces, sin embargo, se habla del marco en el que se desarrolla: corrupción muy extendida, desempleo, abandono del estado y robo de petróleo en tierra y piratería como salidas laborales que hermanan a poblaciones locales pauperizadas, militantes, fuerzas de seguridad y altos funcionarios y políticos. Según la investigadora Vanda Felbab-Brown en un estudio reciente, las poblaciones que habitan el Golfo de Guinea ven en los piratas “una fuente de inversión, un incremento del consumo, una actividad económica local que crece e incluso oportunidades de trabajo”.

Hay otros factores a tener en cuenta. La corrupción, la opacidad y el fraude que dominan el sector petrolero del país son proverbiales. Una prueba: la reciente destitución del gobernador del Banco Central de Nigeria, Sanusi Lamido Sanusi, en teoría por denunciar el robo de millones de dólares de los ingresos por petróleo de la Corporación Nacional Petrolera de Nigeria.

Según un informe de Chatham House sobre el robo de crudo en el Golfo de Guinea, firmado por los investigadores Christina Katsouris y Aaron Sayne, los altos cargos nigerianos y miembros corruptos de las fuerzas de seguridad se especializaron en el negocio del robo del crudo durante las dictaduras militares. El regreso a la democracia en 1999 dio una oportunidad a algunos cargos civiles y “padrinos” políticos de tener más acceso al petróleo robado y extendió la red de corrupción y clientelismo.

Los expertos señalan que los tres estados que producen más petróleo –Bayelsa, Rivers y Delta– tienen algunos de los ingresos per cápita más altos de Nigeria y África occidental. Sin embargo, ese dinero se pierde, en gran parte, en cuentas en el extranjero y al servicio de los intereses personales del político que lo maneja. Resulta revelador que los gobernadores de ocho de los nueve estados del Delta fueron investigados por corrupción entre 2003 y 2007.

Violencia y destrucción medioambiental

Nigeria es el décimo tercer país productor de petróleo, con exportaciones que superaron los dos millones de barriles al día en 2012. 5,4 millones de barriles de crudo se mueven a diario por el Golfo de Guinea: el 40% de las importaciones de crudo de Europa y casi el 30 % de las de Estados Unidos. Según algunas estimaciones, el país pierde una media de 12.000 millones de dólares al año por la piratería.

Vista aérea de un poblado en una isla cercanas a la región de los ogoni, en el Delta del Níger, allí donde los vertidos de petróleo son pesadilla cotidiana. Numerosas organizaciones han denunciado la condena a la pobreza y la emigración que supone la situación para muchos campesinos.
Vista aérea de un poblado en una isla cercanas a la región de los ogoni, en el Delta del Níger, allí donde los vertidos de petróleo son pesadilla cotidiana. Numerosas organizaciones han denunciado la condena a la pobreza y la emigración que supone la situación para muchos campesinos.REUTERS/Akintunde Akinleye

El ya citado informe de Chatham House se centra en el sabotaje a los oleoductos y la economía derivada del robo de crudo en Nigeria. Para Katsouris y Sayne, la piratería en esa zona del planeta se erige en la amenaza más importante para la seguridad de África occidental hoy, justo tras el terrorismo en el Sahel.

No les faltan motivos para considerarla así. La zona de operaciones de los piratas nigerianos se encuentra en expansión y llega hasta el puerto de Abiyán o las aguas territoriales de Angola, con un coste económico calculado entre 674 y 939 millones de dólares sólo en el año 2012. También hablamos de destrucción medioambiental, inestabilidad política y violencia, a pesar de que no están claros los vínculos de la piratería con grupos armados como al-Shabab o Boko Haram. Este último grupo terrorista, que causa auténticos estragos en Nigeria, ha declarado recientemente su intención de extender su radio de acción al Delta.

Para luchar contra este fenómeno, la armada nigeriana cuenta con 15.000 hombres, dos docenas de navíos y un presupuesto de unos 450 millones de dólares en el año 2013, apenas el 20 % del presupuesto total de Defensa del país.

Una tasa de éxito del 80%

“Los ataques en Somalia se concentran en ciertos meses por la influencia de los monzones –aduce Fernando Ibáñez– Y tienen lugar en cualquier momento del día, pero sobre todo a primera hora y con los barcos en movimiento. Su tasa de éxito se ha ido reduciendo por las acciones militares y la presencia de seguridad privada, hasta el punto de que desde mayo de 2012 los piratas somalíes no han podido secuestrar un buque que les permita cobrar un rescate. En el Golfo de Guinea los asaltos se producen durante todo el año y preferentemente durante la noche, con los barcos fondeados y sin capacidad de realizar maniobras evasivas. Tienen una tasa de éxito del 80%. El modus operandi también es diferente: los secuestros en Somalia son largos y acaban en negociación y rescate, mientras que en el Golfo de Guinea se producen secuestros rápidos con robo del crudo para venderlo en el mercado negro. El valor de la carga del buque puede superar a un rescate. Creo que existe un declive en la piratería en ambos contextos, pero es cierto que trabajamos con cifras inexactas. No hay datos reales de ataques piratas en Somalia o el Golfo de Guinea. En este último caso, porque solo se reporta uno de cada tres incidentes, dada la desconfianza en las autoridades locales, que no responden a un 80% de las peticiones de auxilio, y al coste económico de la denuncia. También influye el hecho de que las denuncias redundan en el alza de las primas de los seguros para las navieras”.

El análisis desde la perspectiva puramente militar y de seguridad deja múltiples variables fuera de la ecuación de la piratería africana. En Nigeria, el desempleo y la pobreza, la corrupción de las autoridades locales y las reivindicaciones de activistas y pueblos del Delta de Níger, que exigen una compensación por el deterioro medioambiental que sufren sus tierras y aguas y una mayor participación en la riqueza proveniente del crudo que genera el gigantesco país que gobierna Goodluck Jonathan.

Un agricultor recoge una muestra de crudo en Ibeno (Nigeria) producto del vertido de ExxonMobil, en el Delta del Níger. Una prueba del desastre que representan para la agricultura de la zona.
Un agricultor recoge una muestra de crudo en Ibeno (Nigeria) producto del vertido de ExxonMobil, en el Delta del Níger. Una prueba del desastre que representan para la agricultura de la zona. Tife Owolabi / REUTERS

El documento Communities not criminals se centra en la degradación ambiental del Delta por los procesos de refinado y consumo del petróleo, en manos de la población local. El robo y el tratamiento de este petróleo contribuyen, junto con el mantenimiento inadecuado de los oleoductos extranjeros, a la destrucción de la pesca y la agricultura y el abandono de los trabajos habituales en la región. Los pescadores y agricultores se ven abocados a participar el negocio del petróleo ilegal para sobrevivir. Además, la falta de servicios públicos y atención del estado y la escasez de combustible derivan en la ruptura del contrato social y son razones que las comunidades locales esgrimen para implicarse en un negocio que reduce a cero las posibilidades ecológicas, económicas y humanas de la zona.

El informe de Chatham House retrata unas redes amplias y con múltiples células colaborativas descentralizadas que reúnen a una mezcolanza de la élite política, militantes y activistas bien conectados, grupos criminales armados y altos mandos del ejército con apoyo de la población local. Paralelamente, se va tejiendo una trama de justificaciones a estas acciones criminales, que tendrían un carácter “económicamente racional, políticamente necesario, moralmente defendible y socialmente productivo”.

La cooperación regional como solución

Las autoridades militares europeas no esconden su decepción en el caso de Nigeria. No hablamos de un estado fallido, como Somalia, en el que las operaciones navales extranjeras tienen carta blanca. Los países de la zona del Golfo de Guinea muestran sus reticencias a una intervención extranjera directa: especialmente el gigante nigeriano, que se postula como brazo armado de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) y nueva potencia económica tras la emergencia BRIC.

“En el caso del Golfo de Guinea, se apuesta por la cooperación regional –afirma Fernando Ibáñez– Las patrullas conjuntas Nigeria-Benín de la Operación Prosperidad han reducido el número de ataques en el área de Cotonú y existe una serie de iniciativas que siguen la estela del Código de Conducta de Yibuti, como la Declaración de Yaundé”.

Las iniciativas de los bloques regionales y políticos africanos, aunque lastradas por trabas burocráticas y suspicacias, abrazan, al menos sobre el papel, una visión global del problema. Incluyen medidas puramente policiales, como las patrullas nocturnas o una fuerza de respuesta inmediata, junto a medidas judiciales o de inteligencia y, sobre todo, una batería de políticas dirigidas a atacar las causas profundas de la violencia: mala gobernanza y corrupción, falta de transparencia en la industria petrolera, pobreza y desempleo, deterioro medioambiental.

El informe de Vanda Felbab-Brown apunta en la misma dirección: fortalecimiento de la capacidad de las fuerzas de seguridad y colaboración en temas de inteligencia que, subraya, solo pueden triunfar si los países de la zona “emprenden un esfuerzo determinado y sistemático para reparar las profundas deficiencias de la presencia del estado en sus territorios costeros y la marginación de las gentes allí”. Algo que incluiría fuerzas policiales efectivas, no percibidas como violentas ni predadoras por la población, ni politizadas; la expansión de oportunidades económicas legales y el trabajo con el capital humano del Golfo de Guinea.

Sin embargo, se acercan las elecciones presidenciales y el ambiente político nigeriano se enrarece progresivamente.

Los piratas no son parte del debate público, pero son síntoma inequívoco de los males que denuncian intelectuales como Wole Soyinka o Chinua Achebe y que aquejan al conjunto de una sociedad debilitada, insegura y sin capacidad para impulsar un cambio real desde abajo. Los piratas del Golfo de Guinea no provocan la alerta social que provocaron los piratas somalíes. Tampoco parece existir una voluntad real de atajar las actividades ilegales que giran en torno al crudo nigeriano, ni por parte del propio Gobierno del país ni por parte de sus socios africanos y occidentales. Pero es la punta del iceberg en un contexto de crecientes desigualdades sociales y económicas, corrupción generalizada, abandono del estado y un malestar creciente que ya estalló con #OccupyNigeria y que no desaparece.

#OccupyNigeria llegó en alas de la supresión de un subsidio al petróleo. Como casi todo en tierra nigeriana, tiene que ver con el crudo, la corrupción y la brecha entre pobres y ricos.

(*) Título semi-prestado de El próspero negocio de la piratería en África, de Miguel Salvatierra

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Sobre la firma

Ángeles Jurado
Escritora y periodista, parte del equipo de comunicación de Casa África. Coordinadora de 'Doce relatos urbanos', traduce autores africanos (cuentos de Nii Ayikwei Parkes y Edwige Dro y la novela Camarada Papá, de Armand Gauz, con Pedro Suárez) y prologa novelas de autoras africanas (Amanecía, de Fatou Keita, y Nubes de lluvia, de Bessie Head).

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