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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Guerra al cisne invasor

El Estado de Nueva York declara "especie invasiva" a los cisnes blancos y anuncia un plan para exterminarlos

Marcos Balfagón

Tan hermoso y elegante, tan evocador, tantas veces pintado, fotografiado y glosado y ahora resulta que el símbolo por excelencia de la belleza y el amor romántico tiene un lado oscuro. Tanto, que el departamento medioambiental del Estado de Nueva York ha declarado al cisne “especie invasiva prohibida” y va a eliminar unos 2.200 ejemplares. Aunque no se ha decidido todavía cómo —a tiros o capturándolos para luego gasearlos— es probable que en poco tiempo los visitantes del Central Park ya no puedan contemplar los esbeltos cuellos. ¿Su delito? Destruir el hábitat de patos y gansos, pasearse sin control por las calles, e incluso atacar a las personas.

No parecía que en el corazón de Nueva York se librara esa darwiniana batalla entre las especies oriundas y esas bellísimas criaturas importadas de Europa en el siglo XIX, pero así es. Allí y en otros lugares la lucha entre especies se ha extendido al medio urbano: sobre las azoteas, entre antenas y anuncios de neón, se libra con frecuencia una sorda guerra entre aves invasoras y autóctonas.

Por ejemplo entre las fuertes y agresivas cotorras y los frágiles gorriones. En muchas ciudades españolas han aparecido colonias de la exótica especie que llegó en jaulas como vistosas mascotas y, tras ser liberadas por sus dueños, se han adueñado del espacio. Forman colonias de hasta 40 miembros y levantan nidos colectivos de más de 50 kilos. Aparte de que su graznido no es nada agradable, son tan gregarias como poco sociables y tienen la mala costumbre de comerse los huevos de otras aves.

Mucho más inquietante es la presencia en el delta del Ebro de otra especie también invasora, pero que simbólicamente se sitúa en las antípodas del cisne: la rata gigante de Gambia. Pesa más de dos kilos y con la cola extendida llega a medir un metro. Introducida como mascota en Florida, costó mucho allí llegar a controlarla.

Como se ve, la gran movilidad de nuestro tiempo tiene sus inconvenientes. Culpables como somos los humanos de estas invasiones, deberíamos al menos tratar de controlarlas antes de tener que causar una mortandad. Y en el caso de los cisnes, por lo mucho que han contribuido a nuestra cultura, buscar ahora una solución algo menos cruenta.

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