Cuando fuimos clase media
Personas que disfrutaban de una situación acomodada luchan ahora contra la desesperación “Se me cae la cara de vergüenza al tener que pedir dinero", cuenta un 'nuevo' mendigo
— ¿Y la papilla?
— Es que la necesito para mi niño de dos años. Tenemos dos más, de 8 y de 12. Ni siquiera pagamos el alquiler, que es de 400 euros. La prioridad es que ellos coman.
Son las diez de la mañana. Mónica y Manuel, de 37 y 47 años, acuden a la sede de la ONG Mensajeros de la Paz en el barrio de La Latina (Madrid). Allí buscan una vez al mes los alimentos más básicos: arroz, pasta, aceite y poco más. Su vida no siempre ha sido así. Tenían trabajo —ella como limpiadora, él como pintor— y "lo suficiente para vivir con cierta estabilidad". Ahora, están en paro, y desde hace más de tres años logran "pocos ingresos" a través de "algunos trabajos" que aparecen —"imposible ganar un sueldo fijo"—. Hacen un ejercicio de funambulismo para mantener a los niños. ¿Cómo pasan el día? "Buscando un empleo, por supuesto". No esperaban estar en esta situación. Nadie lo esperaba.
La clase media ha multiplicado sus bajas en los últimos años: hay cada vez más personas que tenían estabilidad económica y que se ven ahora al borde de la miseria. Eurostat, la oficina de estadística de la Unión Europea, calcula que la tasa de riesgo de pobreza en España ha pasado del 23,3% al 28,2% de la población entre 2007 y 2012. La media de la UE se situó en el 24,8% en ese último año. El Instituto Nacional de Estadística (INE) apunta, sin embargo, que en ese periodo la tasa ha variado del 19,7% al 22,2%.
El padre Ángel García, presidente y fundador de Mensajeros de la Paz —asociación fundada en 1962 para ayudar a los colectivos más desavorecidos y que, a día de hoy, atiende a 3.000 personas en España—, explica en la sede de la ONG que las personas que piden ayuda a su asociación tienen un nuevo perfil: son españoles de clase media o alta, que "muchas veces prefieren pagar el recibo de la luz o la hipoteca antes que comer". "Muchos tienen vergüenza de hacer la cola de un comedor social y por eso prefieren buscar comida en el banco de alimentos". Y remata: "A los Gobiernos les gusta disimular la realidad y prefieren hablar de desnutrición. Pero el hambre es el hambre".
En otro despacho de la organización, una empleada habla por teléfono:
— Entendemos tu situación, pero no podemos ayudarte. No tenemos comida suficiente para atender a todos, y ya no estamos cogiendo a nadie desde el verano. Lo sentimos mucho.
Al colgar, explica: "Se me ponen los pelos de punta al decir a alguien que no tenemos comida para darle. Hay una lista de espera de más de 300 personas y no sabemos cuándo vamos a poder atenderlas".
Los Gobiernos prefieren hablar de desnutrición. Pero el hambre es el hambre Padre Ángel García, presidente de Mensajeros de la Paz
Mientras unos pueden acudir a comedores sociales y a bancos de alimentos, para otros la lucha para llevarse algo a la boca es diaria. Es el caso de Pedro Vázquez. Peinado y bien vestido, con vaqueros, zapatillas que parecen nuevas y un abrigo negro, este madrileño de 47 años se encuentra al mediodía en la Gran Vía, arteria central de Madrid por donde pasan otros miles de ciudadanos a diario. Si no estuviera sentado frente al portal del antiguo Cine Rex, al lado de la plaza de Callao, con un cartel en el que pide ayuda para comer, Vázquez podría pasar por un ciudadano normal y corriente. Y lo era.
Hasta el pasado 17 de mayo, Vázquez vivía con su mujer y su hijo de 12 años en un piso, ya pagado, de la calle de la Princesa. Trabajaba como camarero y su exmujer como administrativa de una inmobiliaria. Tenía una vida de clase media: "Sumando los dos sueldos, vivíamos muy bien". Pero su vida se ha dado la vuelta como un calcetín, y vivir en las calles frías de Madrid es su nueva realidad. Consigue tener algo de comer con los "siete o 10 euros diarios" que le dan transeúntes. Un año sin trabajo fue suficiente para deteriorar la relación con su pareja, que finalmente lo echó de casa. "Si no tienes trabajo, no tienes dinero. Si no tienes dinero, no tienes casa. Si no tienes casa, estás en la puta calle. Es muy jodido".
El incremento del número de sin techo no ha sido sustancial, según el INE: ha subido un 4,8% entre 2005 y 2012, situándose en 22.938 personas. Lo que sí ha cambiado es el perfil de los mendigos: se duplicó el número de personas que se quedaron sin hogar tras perder el empleo. El Ayuntamiento de Madrid, que realiza estudios sobre este asunto, calcula que entre marzo de 2009 y diciembre de 2012, la población que duerme en la calle pasó de 553 personas a 701. El 25% de estos ciudadanos tiene estudios superiores y lleva menos de cuatro meses sin hogar. Sumándolos a la población que duerme en los albergues, el número de sin techo en la capital asciende a 2.041 personas.
Me da asco cuando las personas pasan a mi lado y bajan sus cabezas Alberto Bueno, publicista en paro
No muy lejos de Vázquez, entre la Puerta del Sol y la Plaza Mayor, está Alberto Bueno. Son las dos de la tarde y este publicista vasco, de 42 años y padre de una niña de 10, también está en la calle. Junto a él, un cartel que pide ayuda. No es un sin techo. Tampoco quiere dinero. Pide trabajo. "Un derecho que me da la Constitución española", espeta irónico. Calza botas y se abriga con una chaqueta de cuero. Los auriculares y el vaso de cerveza a su lado, para aguantar el aburrimiento.
Bueno estuvo en grandes empresas como Mapfre y Warner Music, participó en campañas políticas y dio clases de diseño y mecanografía. Además de castellano, habla euskera y francés. Dejó su último empleo en una agencia de publicidad en 2007, para buscar algo mejor. Desde entonces, ha hecho pequeños trabajos como freelance y, durante este verano, llegó a trabajar como barrendero. Recibe 420 euros de ayuda social, pero consigue pagar una hipoteca de 750 y mantener a su hija gracias a familiares y amigos. "Me da asco cuando veo que las personas pasan a mi lado y bajan sus cabezas".
Los nuevos okupas
Susana Santiago Montoya acaba de volver a su casa. ¿Su casa? Por ahora. Desde julio de 2013, ella y su marido, Ángel Giménez de la Rosa, ocupan ilegalmente un piso de la Sareb —conocido como banco malo por absorber los activos tóxicos de otras entidades financieras—, situado en el distrito Villaverde, al sur de la capital española. Pero no tiene nada que ver con el movimiento okupa tradicional. Estos dos madrileños de 27 años fueron trasladados a esta vivienda a través de la Obra Social de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), una campaña que tiene el objetivo de okupar pisos vacíos de bancos y de protección social para realojar a familias que no tienen hogar —la mayoría, desahuciadas tras empezar la crisis—.
Es el caso de esta pareja, que vivió nueve años con sus hijos en un piso de la Empresa Municipal de la Vivienda y Suelo de Madrid (EMVS). En aquellos días, Ángel llegó a ganar 2.000 euros trabajando en una empresa de construcción. En 2008, la compañía quebró y él se quedó en paro. En 2012, la EMVS les desalojó por estar en situación irregular —el contrato estaba a nombre de una amiga de la pareja, que les había cedido la vivienda—.
María José Vicente, abogada de la PAH de Madrid, sostiene que los desahucios han bajado en toda España. En 2011, se produjeron 94.825 desalojos, de los que 13.415 fueron en la Comunidad de Madrid. En 2012, el total nacional descendió hasta 76.724, según los datos de la plataforma. "Pero se ha incrementado el número de españoles desalojados, porque las empresas públicas como el IVIMA (Instituto de la Vivienda de Madrid, dependiente de la Comunidad) y la EMVS están desahuciando más", explica. Estas dos empresas públicas, que tienen deudas millonarias, han puesto el año pasado muchos de sus pisos a subasta —la EMVS vendió 1.860 casas a los fondos inversores Blackston y Magical Real State; el IVIMA entregó un total 4.500 viviendas a Goldman Sachs y Azora—.
La plataforma defiende que las familias okupen las viviendas vacías para tener un techo digno. "Y los pisos son, además, públicos o de bancos rescatados con nuestro dinero", argumenta Manuel San Pastor, otro abogado de la PAH. Susana no ve otra salida que meterse en una casa que no es suya: "Casi no tenemos ingresos. Mi marido hace pequeños trabajos y nuestra familia nos ayuda. Pero ni siquiera puedo comprar los libros para mis hijos".
Los más afectados por la crisis están en todos los rincones de la ciudad. Uno en especial: el metro. Los ciudadanos de la capital están cada vez más acostumbrados a la presencia de músicos y, principalmente, personas que venden desde chocolatinas a pañuelos y piden dinero en los vagones del suburbano. Personas que, como Carlos Rupérez, lo perdieron todo. A las cuatro de la tarde, este madrileño de 44 años pide limosna a los viajeros de la línea 5 del metro, pero su camisa de marca Levis y su reloj hablan de un pasado más feliz: un sueldo de 3.000 euros que, sumados a los 1.400 que recibía su exmujer, como enfermera, le permitió comprar un piso y dar una vida cómoda a su hija de ocho años.
Rupérez está divorciado desde hace tres años. Hace dos, perdió el empleo de mecánico en la empresa Ticsa Abantia, que tiene adjudicados los servicios de mantenimiento de los aviones de Iberia. Le queda una ayuda social de 420 euros, de los cuales 200 son para pagar la pensión para su exmujer y su hija, y 180 para el alquiler de una habitación en Atocha.
— Lo que hago es mendigar, no hay otra definición.
— ¿Y qué sentiste cuando tuviste que hacerlo por primera vez?
— ¿Estás viendo estas manos? Son manos de trabajador. Se me cayó la cara de vergüenza al tener que pedir.
Tanto Bueno como Rupérez aseguran que reciben ayuda de Cáritas. El informe del octavo Observatorio de la Realidad Social, elaborado por esta ONG, apunta que el número de personas atendidas por esta organización ha pasado de 370.251 en 2007 a 1.300.914 en 2012, un incremento del 251,4%. Y ya no son solo los inmigrantes quienes pasan dificultades: más de la mitad de las personas que recurren a Cáritas son españoles. Las parejas de entre 20 y 40 años con hijos representan el 43% de los casos, seguidas por las familias monoparentales y las personas en riesgo de perder su vivienda.
Mendigar es una medida desesperada... Como rebuscar en la basura. Es lo que hace Jorge (nombre ficticio) a las diez de la noche delante de un supermercado del barrio de Salamanca. Este argentino de 53 años, que ya lleva más de 20 en España, es un aventurero, como él mismo se define: "Estuve viviendo en São Paulo durante seis años antes de venir a Madrid para cambiar de vida". Empezó haciendo "pequeñas reformas", pero poco a poco comenzó a dedicarse a lo que más le gusta: la fotografía. "Fui fotógrafo de estudio y colaboraba con la prensa". Nunca tuvo estabilidad financiera, pero la crisis le ha puesto la vida más difícil.
— ¿Cuándo fue la primera vez que rebuscaste en la basura?
— Hace dos años, cuando vi que muchas mujeres bien vestidas del barrio de Salamanca lo hacían.
— ¿Y pasáste vergüenza al hacerlo por primera vez?
— No. Aquí la cosa está mal, pero la basura no está podrida como en mi país. La gente tira mucha cosa buena.
Barrio de Argüelles, doce de la noche. Una mujer octogenaria pide dinero en la salida del metro. Bien vestida, admite que siempre ha vivido en esta zona de clase media alta. "Pero no quiero contar mi historia, lo siento. Hace mucho frío, debo irme", se disculpa con apenas un hilo de voz. Baja la cabeza y se aleja a paso lento por la oscura y fría noche de Madrid.
Población en riesgo de pobreza
País | Porcentaje |
Suecia | 18,2% |
Francia | 19,1% |
Alemania | 19,6% |
Reino Unido | 24,1% |
Portugal | 25,3% |
España | 28,2% |
Italia | 29,9% |
FUENTE: EUROSTAT
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