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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Más impulso

Peña Nieto culmina su primer año con avances indudables, pero con reformas pendientes

Comienzan dos semanas cruciales para Enrique Peña Nieto justo cuando se acaba de cumplir, el 1 de diciembre, el primer aniversario de su llegada a la presidencia de México. El Congreso tiene entre manos los dos últimos proyectos de su ambicioso plan de reformas: el político-electoral y, sobre todo, el energético, que pretende abrir Pemex, la petrolera estatal, a la inversión privada.

Peña Nieto arrancó su mandato con un objetivo tan loable como complejo: deshacer la maraña de intereses corporativistas (políticos, empresariales y sindicales) que ha lastrado el desarrollo de México —y que su propia formación, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), tejió con ahínco durante las siete décadas que estuvo en el poder, hasta el año 2000—.

Bajo el paraguas del llamado Pacto por México, un inédito acuerdo multipartidista que reveló las dotes negociadoras del equipo presidencial, el Congreso ha aprobado las reformas educativa, bancaria, fiscal y de las telecomunicaciones. Todo un récord en un país que pasó la última década en parálisis legislativa debido a los bloqueos políticos. Esta hiperactividad ha opacado las insuficiencias de algunos de estos proyectos (por ejemplo, la reforma fiscal, que se ha quedado corta al pretender aumentar la recaudación sin ampliar la base tributaria). Y falta por ver en qué queda su aplicación.

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El rechazo del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD) a la reforma energética y su salida del Pacto por México amenaza con complicar las cosas. El PRI y el Partido Acción Nacional tienen suficiente mayoría para tramitar los cambios constitucionales, pero la ruptura del consenso envía una mala señal a la opinión pública. Sobre todo porque el plante del PRD más parece tener que ver con sus estrategias internas y con el deseo de neutralizar a su exdirigente, el incombustible Andrés Manuel López Obrador, que amenaza con explotar en la calle una cuestión tan sensible y tan permeable a la demagogia.

Basta mencionar a Pemex y la inversión privada para que se desaten todos los fantasmas de la identidad nacional. Pero frente a la mitología está la realidad: una empresa ineficiente, con una plantilla inflada, un sindicato poderoso y corrompido, una producción y unas reservas en declive e incapaz de explotar los yacimientos en aguas profundas y de gas de esquisto. De una reforma energética bien llevada depende el futuro de México. Y eso exige la responsabilidad de todos los partidos.

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