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MÚSICA

Media vida sin Lennon

A sus 71 años tiene claro que no quiere pasar a la historia como el segundo de a bordo. La sombra de John Lennon es alargada, y sir Paul McCartney, que edita nuevo disco, reivindica su lugar

Joseba Elola

La letra arranca con una imagen de Lennon y McCartney completamente vestidos de negro, de pies a cabeza, caminando con las guitarras cruzadas a la espalda por las calles de su Liverpool natal. Es finales de los años cincuenta y son dos jóvenes que van tarareando esas canciones que creaban juntos en su casa. Sobre una base de guitarra acústica, Paul canta a su otra mitad en The Beatles, John, el hombre junto al que revolucionó la historia de la música pop.

La composición resulta harto reveladora. Quinto corte de New (Universal), el álbum que McCartney acaba de publicar el pasado 14 de octubre, refleja su pugna por reivindicar su papel en los libros de historia. Early days, que así se llama el tema, parte del recuerdo de los primeros días de fascinación mutua entre Lennon y McCartney para convertirse en indirecto alegato del papel que desempeñó en el seno de ese dúo de compositores único e irrepetible. Los últimos versos van dirigidos hacia los que proyectan una imagen, en su opinión, deformada, del que fue su rol. Alude directamente a esos biógrafos que atribuyen a Lennon la imagen de ser el genio de la pareja, el arrebatado, el vanguardista, el intelectual, frente a un McCartney más ligero, más feliz, menos atormentado, más normal.

“Ahora todo el mundo parece tener su propia opinión / sobre quién hizo una cosa y quién hizo la otra. / Pero yo no sé cómo pueden acordarse / si no estaban allí. / Lo que no me podrán quitar / aunque lo intenten / es que yo viví esos primeros días”.

No debe de ser fácil gestionar cómo se pasa a la historia. A sus 71 años, sir Paul McCartney tiene muy claro que no quiere aparecer en biografías, documentales, películas y libros como el segundo de a bordo. Y lo deja bien claro durante un breve encuentro con EL PAÍS en el hotel Edition, lujoso y elegante establecimiento del céntrico Londres. Con su camisa de cuadros, sus vaqueros, sus zapatillas deportivas y su enérgica actitud, cualquiera diría que se encuentra frente a un señor que supera los 70.

Sería imposible no echar de menos a un socio como John, porque era tan bueno…

–Usted ha dicho que le gustaría colaborar con Bob Dylan, o con artistas como Thom Yorke o Damon Albarn. ¿Alguna vez ha echado de menos tener a un socio como John Lennon?

–Sí. Sería imposible no echar de menos a un socio como John, porque era tan bueno… Y crecimos juntos. Echo de menos eso, pero no dejo que me preocupe, es un hecho de la vida, también me gusta escribir canciones solo. John y yo hemos sido una de esas grandes colaboraciones, fuimos muy afortunados de encontrarnos el uno al otro.

–¿Cuál fue la clave de esa colaboración?

–Que estábamos descubriendo la música juntos, al mismo tiempo. Los dos sabíamos exactamente lo mismo. Cuando nos juntamos, él había escrito un par de canciones y yo, otro par. Según fuimos componiendo más, mejoramos al mismo ritmo: yo sabía lo que él pensaba y él sabía lo que yo pensaba. Así que crecimos juntos, y ese es el gran secreto. Éramos dos caras distintas de la misma moneda. Pero necesitas las dos caras para tener una moneda.

Iguales, éramos iguales, aportábamos lo mismo. Es la idea que intenta transmitir a todo el mundo. Necesita que quede. John firmaba por delante, vale, pero nada más.

Yo sabía lo que él pensaba y él sabía lo que yo pensaba. Así que crecimos juntos, y ese es el gran secreto

La última película que relata los inicios del cuarteto en Liverpool, Nowhere boy, centrada en Lennon, le irritó. Y eso que la firmaba una amiga de sus hijas, Sam Taylor-Wood. Dos cosas le molestaron manifiestamente. Así se lo relataba hace un mes a la prestigiosa revista musical New Musical Express: “En Nowhere boy, dos cosas me cabrearon. John era más alto, ¡y no es verdad! Éramos exactamente igual de altos. Pero ¿ser retratado como el bajito? No es maravilloso. Vale, él [Thomas Brodie-Sangster, que hacía de McCartney en la película] era un buen actor, [pero] le tendrían que haber puesto unas plataformas. ¡Lo que fuera! Y luego, John me noquea en la película. Eso nunca ocurrió”.

John, el fantasma de John. La vida de ­Macca, que así le llaman, sigue marcada por la inmensidad del legado que crearon juntos. “McCartney es un hombre muy preocupado por su reputación y por su lugar en la historia”, declara en conversación telefónica desde su oficina en Londres Howard Sounes, autor de Fab, an intimate life of Paul McCartney [Fab, la vida íntima de Paul McCartney], una biografía no autorizada. Sounes, que también firmó una semblanza sobre la vida de Bob Dylan, señala que el autor de Blowin’ in the wind jamás se preocupó un ápice por lo que escribieran de él. Todo lo contrario que sir Paul, dice.

“La historia juzgará a McCartney como un talento extraordinario”, declara en conversación telefónica Philip Norman, prestigioso autor de la biografía de referencia de The ­Beatles, Shout, que ahora está trabajando en una sobre el autor de Yesterday. Norman confirma que McCartney es, efectivamente, un hombre que está pendiente de cómo pasará a la historia. “Uno tendería a pensar que una persona como él, con todo lo que ha conseguido, esté muy segura de sí misma, pero lo cierto es que es alguien que siente una cierta ansiedad e inseguridad; toda persona seriamente creativa siente inseguridad”.

McCartney conoció a Lennon un sábado 6 de julio de 1957, cuando se acercó en bicicleta a ver una actuación del grupo de Lennon, The Quarrymen. Allí arrancó una relación muy intensa de dos hombres muy distintos, pero complementarios, entre los que se producía una química brutal. “Eran dos mitades de una misma persona”, sostiene Philip Norman, que es contemporáneo de The Beatles y acredita el mérito de haber sido expulsado del backstage del cuarteto de Liverpool a finales de 1965, en su desempeño de funciones de reportero de una gaceta. “Su relación era simbiótica. Uno podía adoptar la personalidad del otro, deslizarse en la canción que había comenzado el otro y acabarla”. La unión creativa de estos dos superdotados talentos tardó poco en desencadenar aquella tormenta mundial, temprana y apabullante: la beatlemanía.

Lennon y McCartney tenían mucho en común. En una entrevista concedida a David Frost a finales de 2012, McCartney confesaba que a ambos les unió la pérdida de sus respectivas madres a edad temprana. Paul perdió a su madre, Mary, a los 14 años. John, a la suya, Julia, a los 17.

Compusieron más de doscientas canciones en apenas una década. Entre ellas, obras maestras de la historia del pop. Al principio trabajaban codo con codo, pero poco a poco cada uno fue desarrollando su propia voz, aunque las firmaran a medias. Le preguntamos a sir Paul cuál considera que es la mejor canción que ha escrito nunca. No duda en responder: “Creo que es Yesterday”, dice, “porque la soñé, y eso es perfecto, no necesité trabajarla”. Yesterday es una canción sobre su madre.

McCartney fue el encargado de comunicar al mundo la mala noticia. Otro dato que pasará a la historia. El día 10 de abril de 1970 emitió un comunicado en el que anunciaba la definitiva separación del grupo por “diferencias personales, diferencias de negocio y diferencias musicales”. Emprendió acciones legales contra sus excompañeros de grupo y se retiró a una granja en Escocia junta a su esposa Linda Eastman. “Se convirtió en un hombre de familia”, dice Howard Sounes. “Disfrutaba de una vida estable después del caos de The Beatles. Para él la familia es algo muy importante, provenía de una en la que fue muy feliz”.

Con el inicio de la década de los setenta arranca una carrera en solitario que llega hasta nuestros días, en que promociona New, su decimosexto álbum de estudio, con el que culmina seis años de silencio en cuanto a composiciones propias se refiere. Un elepé que queda lejos de todo lo que pueda ser considerado como un disco uniforme: ha trabajado con cuatro productores para confeccionarlo. Entre ellos, Marc Ronson, el mago que condujo a Amy Winehouse a su cima creativa y que firma la producción de New, primer single del álbum, homenaje a Penny Lane, uno de los temas bandera de The Beatles.

Macca cuenta que su nueva esposa, Nancy Shevell, fue la inspiración que guio sus pasos por este nuevo álbum. “La idea de escribir canciones y de sentirme bien con ello y la de estar feliz han llegado hasta el álbum gracias a ella”, declara. New, dice, es una canción que alude a su “nueva relación”. Shevell, de 53 años, hija de un magnate estadounidense del transporte, es su tercera esposa. El cáncer le arrebató en 1998 a su amada Linda y sufrió un auténtico calvario en la fase final de su relación con Heather Mills, su segunda mujer, de la que se separó en 2008 tras un doloroso y costoso divorcio. “Ahora está en forma de nuevo tras años de inestabilidad”, dice Norman, “se encuentra en muy buen momento, tiene una esposa muy adecuada y agradable, y está trabajando duro otra vez”.

Sir Paul McCartney, el que probablemente es el compositor vivo más importante de la historia del pop (con permiso, acaso, de Bob Dylan), así como el más rico –con una fortuna estimada en 805 millones de euros, según la clasificación que elabora The Sunday Times–, tiene muy claro lo que quiere a partir de ahora: “Mis sueños son ser feliz, disfrutar de mi vida, estar sano, seguir tocando para la gente, continuar haciendo canciones y tener tiempo para estar con mi familia, para ver cómo crecemos juntos”. Por inalcanzable que sea el mito de Lennon, el día que McCartney ya no esté aquí, probablemente queden olvidados sus años musicalmente irrelevantes y se recuerden sus momentos de mayor brillantez, aquellos en los que compuso algunas de las mejores canciones de la historia del pop; si no las mejores.

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Sobre la firma

Joseba Elola
Es el responsable del suplemento 'Ideas', espacio de pensamiento, análisis y debate de EL PAÍS, desde 2018. Anteriormente, de 2015 a 2018, se centró, como redactor, en publicar historias sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la sociedad, así como entrevistas y reportajes relacionados con temas culturales para 'Ideas' y 'El País Semanal'.

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