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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Propuesta para el debate

Las zancadillas de los barones al plan financiero del PP catalán hacen el juego al secesionismo

El aterrizaje de la líder del PP catalán, Alicia Sánchez-Camacho, en los maitinesde la cúpula del partido resultó en primera instancia un fiasco. Pero su propuesta de financiación autonómica conlleva sólidos argumentos. Y el presidente del PP y del Gobierno, Mariano Rajoy, aún no se ha definido. Por ello, la abrupta escena de desencaje entre populares catalanes y barones territoriales puede no ser la definitiva. Debería ser solo una escaramuza inicial, sobre todo por reducción al absurdo.

Porque si fuese el resultado final e inapelable, significaría que entre el independentismo y el statu quo —con resabios de regresión autonómica— apenas quedaría otra cosa que el plan de reforma constitucional federal de los socialistas o los enunciados confederales de Unió. Y que estas, o cualquier otra propuesta de modificar las cosas para enderezar la cuestión catalana, carecerían de otro recorrido que el de estrellarse. No debiera ser imaginable que un partido con voluntad de gobierno y de permanecer en él, como el PP, sea incapaz de escuchar el clamor social existente entre los catalanes.

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Es verdad que la recepción montada por los barones y por la propia secretaria general del partido, Dolores de Cospedal, a Camacho, al despreciar su propuesta públicamente, invita al pesimismo. Porque lo que se había diseñado para la consagración de la líder catalana como interlocutora reforzada del partido frente a independentistas y federalistas se convirtió en una chapucera desautorización.

La incoherencia de los barones que, como Ignacio González, llegan a propugnar referendos territoriales en sus autonomías es grande: la tesis oficial del partido es que estos atentan —¿o es solo en el caso catalán?— contra la Constitución. También lo es el retrato de Camacho como una criptonacionalista, la misma descalificación que los más castizos atribuyeron antes al socialismo catalán.

Si ese fuese el mensaje a retener del PP, su ayuda al secesionismo sería inconmensurable. A un amplio sector de las fuerzas económicas catalanas, contrarias al independentismo y favorables a algún tipo de pacto fiscal, se les viene a decir que también eso es imposible y, de ese modo, se les sugiere en la práctica rendirse a lo otro.

La propuesta financiera del PP catalán es seguramente insuficiente para resolverlo todo. Pero cualquier solución deberá contener elementos parecidos: es sensato proclamar el valor de la solidaridad, pero estableciendo sus contenidos, perímetro y finalidad exacta, también en aras de la eficiencia económica, básica para salir de la crisis. Una solidaridad infinita y sin rendición de cuentas es el mejor incentivo para la liquidación de la solidaridad y la reclamación de un concierto a la vasca por todas las comunidades contribuyentes netas.

Claro que para que se abran camino vías de pacto y no de confrontación como esta, no deberían ser contempladas desde la barrera por el presidente.

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