‘Reggaeton’
Un latigazo que revolucionala industria y devuelve la autoestima a la música en español. Diez años después del estallido, se mantiene en todo lo alto
El reggaeton entró en España por vías inusuales. A mediados de la década de los 2000, durante las tertulias de cotilleo rosa, anuncios chillones ofrecían politonos de Palante (Nicky Jam), Gasolina (Daddy Yankee) y Baila, morena (Héctor y Tito). El género también pegaba desde la calle: paseando por la madrileña plaza de Cascorro, los grupos de niñas gitanas jugaban a la goma al ritmo del Papi Chulo (Lorna). El mapa disponible para orientarse era El disco del reggaeton (Vale Music, 2004), una tormenta de himnos saturados de argot macarra, hasta el punto de que tuvieron que incluir un pequeño diccionario en el libreto. Así nos enteramos de que Bling bling era sinónimo de joyas, perrear significaba frotarse con la pareja de baile (el chico detrás) y a fuegote equivalía a nuestro “darlo todo”. Otras puertas de entrada fueron las islas Canarias, los foros de Internet y la red de discotecas. “Podías hacer cien galas de un solo artista sin apoyo de las radios”, explica David López Cendros, ejecutivo discográfico, refiriéndose a la diva JMP, que arrasó con Tu gatita. Aquel año había 1,2 millones de emigrantes latinoamericanos en España. El reggaeton fue uno de los escasos contactos con su cultura popular.
Para recordar aquello entrevistamos al jefe de producto latino de una multinacional que pide omitir su nombre. “Hoy el reggaeton no existe. Hubo una explosión entre 2003 y 2007, pero ya nadie mantiene ese sonido tan bestia. El género se ha dulcificado, digamos, después del tercer disco de Don Omar. Fue una época explosiva de la música latina, con himnos que triunfaron en medio mundo”. Durante el primer semestre de 2005, mientras las ventas de álbumes descendían un 8% en Estados Unidos, la música latina subió un 18%, según Nielsen Soundscan. “Aquella explosión no podía durar, porque los discos sonaban demasiado agresivos. Con el paso del tiempo, los artistas grandes se fueron dando cuenta de que debían encontrar registros suaves si querían competir con David Guetta, Tiësto o Avicci [el joven DJ sueco productor de Madonna]. Daddy Yankee y Don Omar renunciaron a las letras crudas y los sonidos de metralleta en las producciones. Empezaron a entrar las baladas románticas y los ritmos estándar de discoteca. Tampoco lo critico: es un proceso normal en la sociedad de mercado”. El hip-hop tuvo una trayectoria similar: en los años noventa pasó de rimar sobre armas y drogas a presumir de Moët y millones en el banco. “Otro ejemplo claro es la salsa, donde las crónicas del gueto de Rubén Blades o Héctor Lavoe dieron paso al melodrama de Marc Anthony”, remata el ejecutivo discográfico.
Estados Unidos se rindió pronto al perreo. “Desde la fiebre del mambo en los años cincuenta, el reggaeton fue la primera música cantada en castellano que competía en pie de igualdad con los lanzamientos anglosajones”, afirma el etnomusicólogo Wayne Marshall. Un español estuvo presente en la génesis del movimiento. Hablamos de Jesús López Jerez, máximo responsable de la división latina de Universal Music. Desde su despacho de Miami comparte algunos recuerdos: “La industria no prestaba atención, pero yo percibía un fenómeno potente, con enorme base popular. Era la banda sonora de los barrios pobres de Puerto Rico. En 2004 fundamos Machete Music y firmé con Daddy Yankee, Don Omar, Wisín & Yandel… Tampoco me pilló por sorpresa: ya en los noventa había trabajado en Panamá con pioneros como Vico C o El General, cuando al ritmo lo llamaban raggamufin”. ¿Le sorprendió el rechazo inicial por parte de las discográficas españolas? “Pues no, porque tenemos la industria más reaccionaria del mundo latino. España es el país que más tarda en enterarse de lo nuevo. Se miran mucho el ombligo. Los cazatalentos no ven más allá de lo que pasa en Madrid, mientras en Alcorcón y otras periferias urbanas ya estaban perreando”.
Un secreto a voces: los pijos también disfrutan moviendo el culo. Esta música viene de barrios marginales del Caribe, pero ha enganchado a la clase alta de todo el planeta. “Enseguida se vio que a las niñas bien de Serrano les encantaba el perreo”, apunta López. Algunas fashion victims quedaron descolocadas en 2011 cuando la firma de alta costura Lanvin escogió un himno de Pitbull para anunciar su colección otoño-invierno. Hoy las fiestas de los jueves en el hipódromo de Madrid son un rodillo electrolatino. Es la música que esperas encontrar en un beach club o en una boda fina. La pasada primavera supimos que estrellas del Real Madrid como Higuaín o Marcelo celebran las victorias en el vestuario al ritmo de Te pintaron pajaritos, himno de los colombianos Yandar & Yostin (bajo la mirada estupefacta de Xabi Alonso, seguidor de grupos cool anglosajones como Band Of Horses o Belle & Sebastian).
En Estados unidos, Diplo es quien marca la pauta. Hijo de un magnate de las gambas, decidió convertir su vida en eterna juerga caribeña. Propagó el evangelio del funk de las favelas, se hizo adicto al dancehall (el estilo más fiestero de Jamaica) y ahora cultiva el moombahton, cruce de reggaeton con electrónica para estadios. No le va mal: Beyoncé confía en él para animar sus canciones más bailables.
Por el lado latino, López admite que se ha bajado el pistón: “Daddy Yankee y Don Omar conservan elementos caribeños, pero bastante suavizados, todo suena más electropop”. Reducir el voltaje abrió las puertas del éxito masivo a largo plazo. La discográfica de Pitbull intenta venderle como “el David Guetta latino”. La estrella francesa también es un referente para El Cata, autor de himnos mayores de Shakira como Loca o Rabiosa. “Ahora estoy trabajando con Emilio Estefan”, explica El Cata desde la República Dominicana. “Queremos un álbum electrónico: imagina una combinación Guetta y Cata a ritmo de mambo. El reggaeton tenía un concepto más conservador, sin tanta versatilidad para fusionar. Hoy se cruzan más géneros, y es ahí donde está la oportunidad para los artistas. Hemos aprendido mucho de Shakira. Estoy trabajando en mis líneas de relojes y gafas de sol y nuevas canciones”.
Hace años que el perreo light es el sonido dominante. Nuestro país empezó siendo reacio, pero acabó rendido. En junio de 2011, Pitbull copaba los tres primeros puestos de la lista de ventas. Jennifer López (número uno) le había llamado para inyectar adrenalina a On the floor, su single de regreso con citas de la lambada. Shakira (número dos) le contrató para animar Rabiosa. Además, Pitbull defendía su Give me everything (número tres), sobre la urgencia sexual de una noche de verano. Cuando el artista pasó por Madrid concedió entrevistas, entre otros, a este periodista. Primera pregunta: ¿Por qué cree que le necesitan los superventas globales? “Les doy un poco de calle. Mi trabajo es ensuciarles las canciones”, dijo con su típica subida de labio. Traducción: el pop comercial de toda la vida se había vuelto demasiado insípido. Los sonidos “de abajo” (comunidades afrolatinas pobres) fueron el tratamiento de shock para resucitarlo.
La trayectoria de Pitbull es la mejor parábola del género. Venía del hip-hop duro, incluso llegó a trapichear con drogas, hasta que a los 16 años fue descubierto por su madre, que le echó de casa. “En mi vida hubo cosas negativas, pero gracias a Dios las convertí en positivas. Esa experiencia me enseñó a moverme en el negocio de la música. Básicamente, tienes algo y tratas de venderlo. Empiezas en el barrio, sigues por la ciudad; si eres bueno, acabas en todo el mundo”. Portada tras portada, fue abandonando el estilismo paramilitar y las rimas sobre crack para enfundarse un traje blanco, a juego con sus historias de playboy playero. Hoy Pitbull tiene tanto o más gancho comercial que las estrellas que le alquilan por horas. Para algunos, su popularidad ha llegado a ser asfixiante, como prueba el grupo de Facebook “Tengo miedo de cantar en la ducha y que venga Pitbull a hacer un remix”. Su primer éxito global, I know You want Me (2009), sigue en el top ten de canciones más vistas en la historia de YouTube. Hace dos años sumaba 180 millones de clics. Hoy ha superado los 215 millones. No hablamos de un golpe de suerte: su nombre aparece en seis de los 100 videoclips musicales más solicitados de la historia de esta red social. Es el nuevo rey del mambo.
¿Pero es machista el reggaeton? La acusación tiene a su favor muchos factores. Alexandra T. Vázquez, doctora en estudios americanos por la Universidad de Nueva York, enumera los cargos: “Más allá de la rampante misoginia de las letras, esta música deja poco espacio para que las voces femeninas puedan expresarse. Las coristas se limitan a responder a las llamadas falocéntricas con un dame o un dale. Muchas veces he querido saber los nombres de esas mujeres que hacen coros, pero ni el artista ni la discográfica se habían molestado en incluirlos en los créditos”, denuncia. También existen voces que han matizado la percepción del perreo como un género cien por cien patriarcal. Entre ellas destaca Nahomi Galindo, profesora de historia cultural, autora del artículo Perreo, reggaeton y la libertad de las mujeres, que sacudió el debate en 2012. Así resume su tesis: “La visibilidad femenina en los vídeos de reggaeton es heteronormativa: las chicas suelen estar en segundo plano, como coristas o bailarinas, pero también hay letras que contienen elementos de resistencia, donde está implícita la libertad de las mujeres”. El ejemplo más rotundo es Yo quiero bailar, la pieza más conocida de Ivy Queen, considerada reina del género. La letra deja pocas dudas: Yo quiero bailar / tú quieres sudar / y pegarte a mí / el cuerpo lo sabe / yo te digo sí / tú me puedes provocar / eso no quiero decir / que pa’ la cama voy. Si a alguien le quedan dudas, se despejan dos versos más tarde: Porque yo soy la que mando / soy la que te dice cuándo vamos al mambo”. Muchas otras letras sitúan a la mujer como cómplice y compañera de placer sexual. Para Galindo, “aunque siguen existiendo canciones misóginas, estas son parte de una gama amplia y a menudo contradictoria de temas, que incluyen la celebración de la libertad y la sexualidad de las mujeres”.
Falta comentar el factor tecnológico. Nos lo explica Luis Merino, veterano ejecutivo de la radiofórmula, hoy en la consultoría Ideas Clave: “Esta música surge de una revolución democrática. Con el cambio de siglo se dispara la venta de ordenadores, además de los programas musicales muy sencillos. Cualquier chaval de 12 años con un Mac puede transformar una idea en una canción radiable”. Por un golpe de informática, los jóvenes de los guetos acercaron un poco sus oportunidades a las de quienes crecían en chalés. Esa pequeña variable creó un maremoto en la industria. Diez años antes de Pitbull, el papel de ensuciadores lo desempeñaban dos veinteañeros de Puerto Rico conocidos como Luny Tunes. Ellos forjaron el sonido desbordante y contagioso del reggaeton, desde Dale don dale hasta Gasolina. En pocos meses pasaron de trabajar en la cocina de un restaurante de Boston a cobrar 25.000 dólares por remezcla. Pronto empezó a sonar el teléfono con encargos de Janet Jackson, Ricky Martin, R. Kelly, Jennifer López o Alejandro Sanz. Mientras tanto crecía la figura de Tego Calderón, el reguetonero más respetado y el más combativo en favor de los derechos de la comunidad negra.
La industria del disco también sufre mutaciones digitales que confirman el auge latino. YouTube se ha convertido en el nuevo cazatalentos. Ejemplo práctico: multinacional española descubre en Internet la canción Yo te esperaré (2011), del dúo colombiano Cali y El Dandee. Se frotan los ojos al comprobar que tienen treinta millones de visitas, seis millones de ellas generadas desde España (hoy supera los cien millones globales). Deciden fichar al grupo, que remata la jugada con No hay 2 sin 3, canción oficial de la Eurocopa 2012, donde colaboran con David Bisbal. Moraleja evidente: el público manda más que nunca y las disqueras se centran en complacerle. El segmento joven, que incluye a emigrantes de segunda generación, españoles a todos los efectos, ha perdido el prejuicio hacia la música de origen sudamericano. Basta ver las listas de Tuenti, donde destacan artistas como Danny Romero, Arcángel o Joel & Norman.
Antes de la llegada del reggaeton, la industria anglosajona bombardeaba a las masas con superventas tristones, desde Nirvana hasta Radiohead, pasando por Massive Attack. El dúo Calle 13 supo burlarse de este imperialismo pop en su canción más famosa: ¿Qué importa si te gustan Green Day? / ¿Qué importa si te gustan Coldplay? / Esto es hasta abajo, sin parar, one way / el reggaeton se te mete por los intestinos / por debajo de la falda, como un submarino / y te saca lo del indio taíno. Se trata de volver al origen: la música como celebración carnal. Estados Unidos seguirá perreando.
“Antes, las únicas canciones que sonaban en la radio eran La vida loca y Feliz Navidad. Ahora programan bloques en español de entre 15 y 30 minutos. Los latinos superan en número a los afroamericanos; es el mismo proceso que el hip-hop”, resume Wayne Marshall. En 2050, según la oficina del censo, uno de cada tres estadounidenses será de origen latino. La fuerza de la comunidad no está en las migraciones, legales o ilegales, sino en los altos índices de natalidad. Aunque suene apocalíptico, asistimos al fin de la América anglosajona: el año pasado fue el primero en que la mayoría de los recién nacidos del país no fueron blancos.
Nuestro ejecutivo discográfico anónimo, que por cierto creció en el Caribe, tiene una última teoría que compartir: “Aunque se haya evaporado, esta música tuvo una importancia crucial. Supuso un golpe en la mesa por parte de los latinos. Una muestra de orgullo que luego ha permitido que la industria anglosajona escuche lo que pasaba al sur de Miami. En España, este fenómeno nunca se ha comprendido del todo. La prensa sigue llamado reggaeton a cualquier cosa bailable que haga un artista moreno. Eso es simplificar nuestra tradición, que tiene mil matices: salsa, merengue, son, champeta, bachata… No todo es reggaeton, señores. Lo que ahora se llama electrolatino, por ejemplo el superventas Juan Magán, es una música que interesa mucho a los oyentes, pero hay emisoras de radio que prefieren no programarla. Saben que podría ayudarles a subir audiencia, pero el departamento de publicidad les recuerda que los anunciantes no quieren ese perfil de oyente, que las marcas todavía relacionan con bajos ingresos”. ¿Veremos el día en que se esfumen por completo los prejuicios asociados a la música latina?
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