Europa: seamos pragmáticos
La UE debe incentivar a los Estados comprometidos en reformas difíciles
Para que Europa supere la crisis, cada vez resulta más claro que las cosas no pueden seguir como están. Necesitamos una Europa más concreta, menos retórica y mejor adaptada a la economía global actual. Debemos centrarnos no solo en las políticas específicas de la Unión Europea, sino también en cómo cambiar su política, un cambio en el que el crecimiento económico debe encontrarse en el primer lugar de la agenda.
Europa no necesita un debate entre austeridad y crecimiento; necesita ser pragmática. Un buen ejemplo de esto se dio en la reunión más reciente del Consejo Europeo, en la que se trataron dos de los problemas más urgentes de Europa: el mal funcionamiento de los mercados laborales, que se refleja en un desempleo sin precedentes entre los jóvenes, y el mal funcionamiento de los mercados crediticios, en los que el acceso a la financiación es difícil y los tipos de interés varían considerablemente en diferentes partes del mercado único.
El resultado de la reunión de junio fue alentador. Debemos seguir por ese camino, en los próximos meses, para avanzar en dos cuestiones igualmente importantes: cómo fomentar la innovación y la economía digital, y cómo asegurar la competitividad manufacturera de Europa.
Debemos evaluar qué se puede alcanzar a nivel nacional y qué deben hacer las instituciones de la UE. La consolidación fiscal y las reformas nacionales son esenciales y deben continuar. Sin embargo, podemos alcanzar mejor nuestros objetivos si lo apoya un marco a escala de la Unión, en lugar de obstaculizar las acciones nacionales para impulsar el crecimiento y el empleo. Un paso positivo en esa dirección es la reciente decisión de la Comisión Europea de dar flexibilidad a los Estados miembros para hacer inversiones públicas productivas, vinculadas con los fondos estructurales de la UE.
Necesitamos una UE más concreta, menos retórica y mejor adaptada a la globalización
La segunda cuestión es la necesidad de avanzar más hacia una integración más estrecha en la eurozona. Una unión bancaria es un importante comienzo, que debe evitar la fragmentación por países de los mercados financieros y reducir los costos del crédito al sector privado. Los tipos de interés siguen siendo demasiado altos para las pequeñas y medianas empresas, y dependen mucho de la ubicación de las compañías dentro de la UE.
Hemos obtenido resultados importantes en el camino hacia la unión bancaria, sobre todo en lo que se refiere a la supervisión. Ahora debemos trabajar en el segundo pilar, la solución de la crisis bancaria. Es audaz la propuesta que presentó Michel Barnier, comisario europeo de Mercado Interior y Servicios; pero Europa necesita, en efecto, un mecanismo resolutivo eficiente y fuerte, que garantice la toma de acciones oportunas para afrontar las crisis bancarias.
También debemos considerar cómo mejorar la coordinación de las políticas económicas para promover la convergencia de la productividad. Ya hemos establecido un buen mecanismo de vigilancia multilateral, pero debemos tratar de centrarnos en las esferas que realmente son importantes para la unión económica.
Esto debe ir de la mano con una discusión sobre la forma en que la UE puede dar incentivos a los Estados miembros que se han comprometido a llevar a cabo reformas estructurales difíciles en momentos de reducción de gastos, lo que podría dar lugar a negociaciones sobre las posibles formas de coordinación fiscal. Aunque todavía es prematuro emprender esos debates, no se debe retirar esa cuestión de la mesa de negociaciones.
Naturalmente, todos estos cambios afectan en primer lugar a los miembros de la eurozona, pero claramente son importantes para toda la UE. Al mismo tiempo, no sería recomendable apartar a los miembros de la eurozona del resto de la Unión. Asegurar que la eurozona sea estable y eficaz es esencial para el buen funcionamiento de todo el mercado único. Al mismo tiempo, sin una UE eficiente, la eurozona no podría prosperar. Tenemos una sola Europa y debemos trabajar todos juntos para reformarla e impulsarla.
En efecto: con 500 millones de consumidores, el mercado único de la UE sigue siendo el mayor destino de bienes y servicios del mundo y el mejor motor para restablecer el crecimiento. Sectores económicos clave, como los servicios financieros, se benefician mucho de las normas comunes del mercado único. Sin este, los Estados miembros serían menos atractivos para los inversores extranjeros, que, una vez establecidos en uno de ellos, pueden moverse libremente por toda la UE.
Con 500 millones de consumidores, la UE sigue siendo el mejor motor para crecer
El mercado interno también proporciona una plataforma y apalancamiento para la exportación de bienes y servicios a los mercados internacionales. Por ello, debemos hacer que el mercado único sea más abierto, tanto al interior como al exterior. No obstante, para hacerlo necesitaremos que las instituciones de la UE sean más eficientes y tengan una mejor reglamentación y menor carga administrativa. Se necesitan instituciones comunes para asegurar que los intereses de todos los países de la UE estén protegidos y para actuar como puente entre los Estados de la eurozona y los que no lo son.
Francamente, el funcionamiento de la UE y sus instituciones durante la crisis ha sido parte del problema. Para muchas personas, el proceso de toma de decisiones de la UE es opaco, ineficiente y está alejado del control democrático.
Más preocupante aún: la crisis ha puesto en entredicho la idea misma de la integración europea. Así pues, solo podremos impulsar una agenda reformista si tenemos argumentos convincentes para explicar por qué necesitamos a Europa y por qué está al servicio de los intereses de las generaciones actuales y futuras.
Soy un proeuropeo convencido. Me viene a la mente la extraordinaria imagen de Helmut Kohl y François Mitterrand en Verdún en 1984, dos viejos líderes tomándose de la mano en recuerdo de las víctimas de la I Guerra Mundial.
El próximo año se conmemorará el centenario del inicio de esa guerra. La experiencia de dos guerras mundiales fue fundacional para la integración europea. Sin embargo, esos recuerdos ya no son un catalizador suficiente para la acción. Necesitamos adoptar un modo de pensar que mire hacia adelante y que, después de 50 años de integración, muestre que actuar juntos puede ayudar a que Europa alcance sus metas en un ambiente global que ha cambiado.
No hay nada peor que dejar que la gente piense que la integración europea avanza sigilosamente, impulsada por fuerzas invisibles e incontrolables. La UE no puede durar, a menos que se construya con el compromiso explícito de sus ciudadanos.
Hoy tenemos la oportunidad de remodelar Europa. Las elecciones parlamentarias europeas que se celebrarán el próximo año porporcionarán la ocasión de realizar un debate fundamental sobre el futuro de la UE. A menos que presentemos argumentos convincentes en pro de Europa (y de una Europa diferente), las fuerzas euroescépticas ganarán terreno y los procesos de toma de decisiones quedarán bloqueados. La opción es clara y deberá elegirse más pronto que tarde.
Enrico Letta es primer ministro de Italia.
© Project Syndicate/Chatham House, 2013.
Traducción de Kena Nequiz
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