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RAYOS Y CENTELLAS
Columna
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Camarada Rajoy

Pep Montserrat

Es mi deber advertir al mundo que el presidente español, Mariano Rajoy, es un peligroso comunista encubierto.

Lo sé. Es duro de aceptar. A mí también me engañó al principio con sus ajustes económicos, sus corbatas de funcionario y su carisma de registrador de la propiedad. Pero la realidad ha hecho pedazos su máscara.

Empecé a sospechar el día en que nacionalizó Bankia. ¡Un banco! Yo había visto intentar eso a gobernantes como Salvador Allende, o el Alan García de los años ochenta. Pero ninguno de ellos se salió con la suya. Entonces me pregunté si Rajoy era un liberal de verdad. Por ese tipo de medidas, en los viejos tiempos, los liberales más bien invadían tu país.

Pero, tonto de mí, preferí mirar a otro lado, confiado en que un vicepresidente de José María Aznar tenía un pedigrí indudable, curtido en mil batallas.

La barba del presidente está adquiriendo una espesura castrista”

El siguiente paso del presidente hacia el izquierdismo desaforado fue subir los impuestos. En cualquier conversación de bar existe una manera de reconocer a un liberal: es el que quiere que le bajen los impuestos. Si alguien se pregunta qué tienen en común económicamente Margaret Thatcher, Silvio Berlusconi y Angela Merkel, la respuesta lleva las palabras “bajaron” e “impuestos”. Esas palabras son como el carnet de un club en el que a Rajoy ni siquiera le dejarían usar el lavabo.

Sin duda, el camarada secretario general tenía la coartada perfecta: el déficit. Amparado en esa peste, como una plaga bíblica, Rajoy insistía en que no le gustaba lo que hacía, se rasgaba las vestiduras, juraba lealtad al capital. En realidad, el rescate bancario por sí solo ya desborda el objetivo de déficit, sin contar los seis puntos extra de travesurillas presupuestales. Una jugada ideológica del comandante Rajoy para asegurar que los contribuyentes ni por asomo vayamos por la vida como unos sucios burgueses, ganando más dinero del que perdemos.

Quizá, debido a la costumbre, se sienta usted tentado de aferrarse al liberalismo de Rajoy. A lo mejor empuñe usted el falaz argumento de que 260.000 personas han sido despedidas del sector público español el último año. Admito que es verdad. Pero es que en el sector privado se prevé casi medio millón de despidos entre este año y el que viene. No pretenda usted insinuar que Rajoy, ese rabioso estalinista, esa bestia negra del capitalismo, los trata mejor a ellos.

De hecho, mientras escribo estas líneas, el presidente parece haber perdido por completo el control de sus propios instintos polpotianos. Su Partido Popular, ya fuera de sí, ha firmado un acuerdo de cooperación nada menos que con el Partido Comunista Chino. Incluso en las fotos, la barba del presidente está adquiriendo una espesura decididamente castrista. Por cierto, ¿alguien ha preguntado quién le regala los habanos?

Muchos seguidores del Partido Popular tiemblan al ver al presidente en la tele. Con labios trémulos le suplican: “Por favor, Mariano, haz algo de derechas. Toma alguna medida liberal”. A ellos debo pedirles que estén alertas: es posible que se trate de una conspiración.

Sí. Los comunistas no desaparecieron con la perestroika. Tan sólo se pusieron corbata. Mientras Rajoy nos encamina hacia el totalitarismo marxista, el exsocio de Iñaki Urdangarin se ha revelado como un mártir de la causa republicana. Armado sólo con un puñado de mails, Diego Torres le ha hecho a la monarquía más daño que la izquierda española desde la transición. ¿Casualidad? Lo dudo.

Estimado votante de derechas: comparto su dolor y su decepción. Pero permítame brindarle una esperanza. No se angustie. Arriba ese ánimo. Para su tranquilidad, el Partido Socialista tampoco es de izquierdas.

Twitter: @twitroncagliolo

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