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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cobayas humanos en la RDA

Miles de pacientes se vieron involucrados en ensayos clínicos sin su consentimiento

Marcos Balfagón

El drama de vivir bajo un régimen autoritario como el que dominó la República Democrática Alemana (RDA) hasta la caída del muro de Berlín no era solo que la temida policía política pudiera estar controlando lo que se decía por teléfono para perseguir a quienes mostraran desafección al régimen, sino que tampoco había seguridad de que cuando un paciente era ingresado en un hospital, no fuera a ser utilizado como cobaya de oscuros experimentos.

Ahora se ha sabido que las autoridades de la desaparecida RDA consintieron en que grandes multinacionales farmacéuticas realizaran experimentos en pacientes sin que estos lo supieran. Y en este caso ni siquiera estaban movidos por un paternalismo benefactor, al estilo de “en beneficio del paciente, aunque sin el paciente”. Lo que perseguían era conseguir una fuente fácil de divisas con las que mitigar las carencias de las maltrechas finanzas públicas. Por cada ensayo, las autoridades podían conseguir el equivalente a 450.000 euros. Para ello, no vacilaron en acordar con las representantes del “pérfido capitalismo” que tanto denostaban en su propaganda la utilización de hospitales, equipos médicos y pacientes.

Hasta 50.000 enfermos podrían haberse visto involucrados, según el semanario Der Spiegel, en los más de 600 experimentos que habrían llevado a cabo firmas tan conocidas como Sandoz, Bayer, Pfizer, Roche o Boehringer. Y la Stasi, policía secreta de probada eficacia, tenía perfecta constancia de ello. Entre los fármacos probados figura el antibiótico Trovan, de Pfizer, que dio lugar a un escándalo en Nigeria después de que en 1996 fuera administrado a un centenar de niños, de los que 11 murieron y muchos otros sufrieron graves secuelas. Trovan fue retirado poco después del mercado europeo por sus efectos adversos.

Casos como estos son los que alimentan la mala fama de la Big Pharma, algunas de cuyas firmas han demostrado no tener escrúpulos para recurrir a dictaduras o a países con débiles estructuras para poder realizar ensayos clínicos sin cumplir las reglas éticas que se exigen y que encarecen el proceso. La primera de esas reglas es que no se puede someter a ningún paciente a un experimento sin su consentimiento informado.

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