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Una carrera de largo recorrido

La modelo Natalia Vodianova, tras 14 años de profesión, se impone nuevos retos. Corrió el medio maratón de París con Guerlain y desfiló para Givenchy en el mismo día.

Paolo Roversi para Guerlain

A primera hora de la mañana de un domingo de marzo, el lago del Parc Floral, en el Bois de Vicennes, está congelado, aunque la temperatura no parece mermar el entusiasmo de los corredores que se agolpan en la última línea de salida. Por cuarto año consecutivo, Guerlain, la firma cosmética con más solera del grupo LVMH, patrocinaba el equipo de Naked Heart, la organización que fundó Natalia Vodianova en 2004, con la que recauda fondos para construir parques infantiles en su Rusia natal y que este pasado abril le ha granjeado el Premio Diane von Furstenberg a la mujer más inspiradora. El pasado marzo, tan solo unas horas después de haber corrido los 21 kilómetros del medio maratón, Vodianova era la modelo encargada de cerrar la presentación el próximo otoño de Givenchy. “Ricky [Riccardo Tisci, director creativo de la marca] quería que hiciera su desfile. Al principio pensaba: ‘¿debo?, ¿no debo?’. No sabía si sería capaz después del medio maratón…”. La decisión final tuvo que ver más con los lazos de familia. Su abuela estaba en París, y le dijo lo mucho que le gustaría verla sobre la pasarela. Vodianova prefirió sorprenderla haciéndole creer que no desfilaría: “Le expliqué que ella podía ir hoy al desfile con un amigo, pero que me sería imposible acompañarla, porque esta noche tenía que asistir a la cena que organiza Guerlain con el equipo”, explicaba entusiasmada entre bambalinas, minutos antes de que diera comienzo el desfile y, finalmente, la pudiese sorprender.

La modelo, nacida en 1982, se estrenó en Facebook hace tan solo un año. Y ya ha tenido suplantadores: el mes de agosto pasado, un paparazi le abrió un perfil falso donde colgó imágenes suyas en com­pañía de su novio, Antoine Arnault, primogénito del dueño del conglomerado al que pertenecen tanto Guerlain como Givenchy. Les acompañaban los tres hijos que la modelo tuvo con el aristócrata británico Justin Portman: Lucas (11 años), Neva (7) y Viktor (5).

Durante el tiempo que duró su relación, Vodianova y Portman no mostraron ningún pudor en dejarse retratar juntos, como prota­gonistas de un cuento de hadas, lo que contribuyó a reforzar su imagen de Cenicienta posmoderna (antes de ganarse la vida posando vendía fruta en un puesto ambulante). “Cuando la relación iba bien, era tan sólida y bonita… Y cuando te separas, es como el agua y el aceite”, cuenta. “Tratas de… No es que no crea en las relaciones –por supuesto que estoy enamorada de mi novio, vivimos juntos–, pero no quiero exponerme tanto. Si algún día lo hacemos, será con gente con la que nos sintamos cómodos y cuando haya superado el dolor por la ruptura”, afirma.

Los zapatos de Cenicienta

Natalie Massenet, Karlie Kloss, Carine Roitfeld, Mario Testino, Grace Coddington, Christian Louboutin… nadie se quiso perder la fiesta con la que Natalia Vodianova presentó, el pasado marzo, su colección de zapatos. Los modelos, de corte salón, se desarrollaron en colaboración con la empresa rusa Centro. Se distribuyen en Net-a-porter y cuestan alrededor de 70 euros. El 100% de los beneficios obtenidos con los dos modelos de la colección Skazka que la web de comercio electrónico distribuye en exclusiva se destinarán a subvencionar el parque infantil número 100 de la fundación de la modelo, Naked Heart.

Irónicamente, en el momento en que sus fotos robadas con Arnault empezaron a circular por Internet, ella ni siquiera disponía de su propia cuenta en Facebook. Lección aprendida. Hoy la usuaria Natasupernova escribe todo lo que se publica y registra más de 227.000 seguidores. “Me encanta Facebook. Me da una voz. Significa que puedes defenderte, hablar de lo que realmente te importa en lugar de lo que le interesa al periodista, y nada puede sacarse de contexto”, explica.

Que la revista Forbes la colocara en el tercer puesto de las modelos mejor pagadas –entre 2011 y 2012 facturó 8,6 millones de dólares– prueba que su rostro infantil es el valor refugio de una industria en la que, como apuntaba la socióloga americana Ashley Mears en el libro Pricing beauty: the making of a fashion model, hay demasiadas caras para muy pocos fotógrafos. “Las modelos que ahora tienen 20 años son más tranquilas. Se toman su carrera como un medio en lugar de ser un fin en sí mismo”, comenta la rusa.

“A su edad, yo ya había tenido a Lucas y me bastaba con dormir un par de horas. En temporada de desfiles trabajaba todo el día y salía de noche, pero eran otros tiempos. Hoy no se espera que las chicas se comporten igual. No hay champán en el backstage, no puedes fumar. El ambiente es distinto”, opina. La suya es una carrera atípica. Nada de escándalos ni periodos oscuros. Supernova.

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