Hagamos música juntos
Ni bien Bergoglio fue anunciado como nuevo papa, ciertos francotiradores se hicieron ver. Ignoro si sus acusaciones son ciertas. De ser así, la justicia deberá ocuparse del caso. No se trata de hacer en estas líneas la defensa de Bergoglio (para Durkheim los hechos sociales deben ser analizados como cosas y es lo que pretendo hacer), sino de constatar que lo que está sucediendo es sintomático.
En realidad, a Bergoglio se lo acusa de no haber actuado contra la dictadura militar, una suerte de inacción que lo haría culpable. Ahora bien, todos sabemos que la actuación de la Iglesia en ese periodo no fue ejemplar. Hubo complacientes, pero también hubo aquellos que lucharon y hasta dieron su vida por combatir al régimen militar. Hay otros que no tomaron ninguna de estas dos vías. ¿Qué hacemos con ellos? Mejor dicho, qué hacemos con nosotros porque no todos hemos sido héroes de la resistencia armada.
Resulta evidente que las heridas de nuestro cuerpo social siguen abiertas. Hubo en los ochenta y en los noventa intentos prematuros de pacificación, pero una sociedad tiene tiempos que le son propios y estos intentos escondían —es justo decirlo— enormes injusticias. De nada sirve hacer una cartografía de la culpa ya que a la sociedad la conformamos todos.
Desgraciadamente, los argentinos nos empecinamos en estériles luchas antinómicas: federales contra unitarios, peronistas contra radicales; la historia argentina puede ser leída como un eterno duelo. Hoy debemos aprender —como diría un sociólogo— a “hacer música juntos”. Es materia pendiente.— Fernando Stefanich.
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