_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Venezuela en la trinchera

Gobernar después de Chávez, sin su carisma, sin su autoridad, sin sus dotes de mando será complicado

Juan Jesús Aznárez
Un admirador de Hugo Chávez porta una foto del presidente venezolano.
Un admirador de Hugo Chávez porta una foto del presidente venezolano.LEO RAMIREZ (AFP)

Salvo imponderables, la actual correlación de fuerzas en Venezuela indica que el burócrata Nicolás Maduro ganará las elecciones del 14 de abril con el voto póstumo de Hugo Chávez, que gobernará después de muerto. El heredero designado por el difunto caudillo es un actor secundario en la política nacional cuyos principales méritos residen en la irrestricta obediencia a un jefe que en vida no toleró intromisiones en su hoja de ruta hacia la utopía bolivariana. Ahora mismo nada permite suponer que el voto oficialista vaya a desplomarse, permitiendo la victoria de opositor Henrique Capriles.

Los más de tres meses de Maduro al mando de Venezuela, y la presencia todavía abrumadora del gallo de la boina colorada en el sentimiento de los venezolanos que son mayoría en el padrón electoral le proporcionan una inercia casi imparable. En el tiempo que resta hasta la convocatoria a urnas es prácticamente imposible eliminar de los corazones chavistas el peso del ídolo ausente. Algunos psicólogos anticipan que la memoria del fallecido puede incluso reforzarse temporalmente entre los suyos por la congoja que les causó su muerte. Traducido en votos, ganarían por una mayoría más amplia.

Asumiendo pues la previsible victoria de Maduro, su presidencia no será fácil. Gobernar después de Chávez, sin su carisma, sin su autoridad, sin sus dotes de mando será complicado. El candidato designado por el caudillo no es un inútil, pero sí parece insignificante ante la figura del venerado mentor. Teóricamente, el libreto que seguirá el candidato oficial es sencillo y ya conocido: insistir en las políticas sociales y discursos tremendistas y maniqueos del hombre que consiguió ilusionar y atraer a sectores populares que no acudieron a las urnas hasta su irrupción en política, en 1989.

El principal obstáculo de Maduro no es la oposición, que no representa un peligro a corto plazo ya que difícilmente logrará en dos semanas de campaña lo que no pudo en catorce: seducir a las barriadas mestizas y mulatas capturadas por la personalidad del mestizo Chávez y su paternalismo de Estado. Los principales problemas de Maduro están en casa. Carente del magnetismo del fallecido, que mantenía todas las corrientes y ambiciones personales amalgamadas en torno a su figura, puede afrontar durante su mandato tensiones disgregadoras y la aparición de caciques que pueden convertir el chavismo en un saco de gatos. No ocurrirá al principio de su mandato, pero acabará sucediendo.

Hugo Chávez lo tenía claro: en sus últimos discursos pidió encarecidamente a sus seguidores, casi suplicando, que se mantuvieran unidos. Lo están ahora, pero es imposible adivinar las circunstancias políticas del 2018, año de las próximas elecciones generales. ¿Mantendrá el chavismo su hegemonía? ¿Habrá jubilado la oposición dirigentes y facciones todavía `contaminadas’ por su participación en el desprestigiado bipartidismo? Hasta conocerse la respuesta, Venezuela regresó a la trinchera, al efectismo y al cruce de invectivas propias de sociedades políticamente subdesarrolladas: Maduro no descartó en una comparecencia televisiva que la negra mano del imperialismo hubiera participado en la formación de tumor que tumbó a Hugo Chávez, ni descartó que el Cónclave que designó Papa a un cardenal argentino hubiera sido iluminado por el Espíritu Santo, en deuda con la devoción cristiana de hombre de Barinas.

Capriles tampoco es manco: el gobierno mintió sobre las fechas de la muerte de Chávez en una escenificación milimétrica. De ser cierta su imputación, los padres, hijos y hermanos de Chávez, junto al cuerpo de médicos, enfermeras y personal sanitario del hospital militar, posiblemente más de cien personas, hubieran debido ensayar una farsa magistral. Durante esos días, a la familia no se le escapó ni una lágrima que desvelase la trama, ni una mueca de dolor, ni un llanto contenido, absolutamente nada. Tampoco ha aparecido hasta ahora la enfermera que trabaja en el hospital y es prima de una amiga que tiene un cuñado en los almacenes que están al lado de la tienda de mi hermano y que contó que Chávez llevaba muerto dos semanas…Y suma y sigue.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_