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LE MONDE

En Washington, un juego irresponsable

Los republicanos tienen la mayor parte de culpa en la fata de acuerdo para evitar el 'secuestro presupuestario'

Ingenuamente, sin duda, se pensaba que el Congreso americano albergaría personas responsables. Se imaginaba a senadores de juicio sereno, preocupados por el interés general en el seno de la Unión americana —e incluso de más allá de las fronteras—. Se consideraba que los electos de la Cámara de Representantes estaban más en contacto con la opinión pública. Pero no se les tenía por personas menos preocupadas por la buena salud económica global del país.

Error. Los representantes del pueblo americano están dando una imagen deplorable de su democracia.

Se trata de asuntos presupuestarios, de la lucha contra los déficits públicos de Estados Unidos. Pero el impacto es superior: afecta al crecimiento general, tanto en América como en Europa como en otros lugares.

A falta de entendimiento por puro pragamatismo —”a la americana, decían hace algunos años— habrá recortes presupuestarios salvajes, automáticos, no selectivos, que entran en vigor este 1 de marzo sobre el conjunto del territorio americano.

Afectan a lo esencial del sector público: defensa, aeropuertos, aduanas, escuelas, hospitales, parques nacionales, etc. El presupuesto federal quedará amputado en 85.000 millones de dólares de aquí a finales de septiembre y en 109.000 millones anuales hasta 2021. Centenares de miles de funcionarios, sobre todo del Pentágono, van a quedar en excedencia sin sueldo.

¿Por qué? Incapaces de ponerse de acuerdo en la una estrategia de lucha contra los déficits públicos, electos se ataron las manos en agosto de 2011. Votaron una ley —el famoso secuestro presupuestario— que entraba el 1 de marzo en vigor. Su contenido es tan brutal y absurdo que debería haber conducido hacia el acuerdo antes que tener que aplicar un texto como ese.

Insistamos aquí: los republicanos tienen la mayor parte de la responsabilidad en este bloqueo. Apelando a una estrategia a largo plazo de reducción del déficit público —que está en torno a más del 5% del producto interior bruto—, Obama propone un remedio mixto: una parte de disminución de los gastos del Estado; una parte de presión fiscal suplementaria para los americanos más ricos.

Por ceguera ideológica, por dogmatismo, los republicanos, que tienen la mayoría en la Cámara de Representantes, rechazan cualquier alza de impuestos.

El Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea han manifestado su inquietud. Estos recortes presupuestarios pueden frenar la recuperación de Estados Unidos y acentuar aún más la depresión en Europa.

Todavía hay tiempo para que los dos grandes partidos americanos lleguen a un acuerdo. En ello va la reputación de su país.

 

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