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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El combate por la Historia

Los nuevos tomos del 'Diccionario biográfico español' no acaban con la polémica sobre la falta de rigor de la Real Academia de la Historia

SOLEDAD CALÉS

En respuesta a los 25 polémicos primeros tomos del Diccionario biográfico español de la Real Academia de la Historia, Angel Viñas y otros expertos publicaron El combate por la Historia,para intentar devolver rigor a un debate sobre un pasado ya no tan reciente que sigue atenazando a España.

Algunos historiadores parecen seguir empeñados en justificar a costa de los hechos la sublevación de 1936 y el franquismo. Setenta y tres años después de terminada la Guerra Civil y 37 años después de la muerte de Franco —en cuya reseña no se le calificó de dictador— este periodo de España sigue siendo objeto de una encarnizada lucha entre historiadores que hace tiempo tendría que haber terminado, en un país en el que aún parece más fácil estudiar la Edad Media que este anteayer. Es como si algunos quisieran mantener actual no la historia, sino algunos mitos que ellos mismos han contribuido a crear, y, para mayor escarnio, con dinero público.

Tras la primera entrega —de la que el ministro Wert prometió se revisarían 30 entradas y se eliminaría una—, llegan 13 nuevos tomos. Esta vez, aparentemente, sin graves errores históricos, pero que tienden a mirar con una evidente simpatía y complacencia a algunos sublevados, como los generales Millán Astray y Mola, y con unos ojos menos simpáticos a algunos protagonistas republicanos.

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Y aunque en estos nuevos tomos se ha hecho un esfuerzo de objetividad, algún caso rechina. Como el de Gerardo Díaz Ferrán, breve presidente de la CEOE que tuvo que dimitir el año pasado cuando fue detenido por supuesto alzamiento de bienes y blanqueo de dinero, y que ha entrado en el Diccionario, no precisamente en la Historia, con una nota que finaliza, oportunamente, en 2007.

La historiografía de España debe dejar de ser un combate. No ponerse de acuerdo sobre el pasado también merma la marca España, la de un país que dio un ejemplo al mundo con la Transición.

En todo caso, ante una Academia de la Historia que ha demostrado su falta de objetividad, La Zarzuela quizá debería plantearse si es apropiado el “Real” que la precede. No parece haberse hecho merecedora de tal título, ni de tal calificativo.

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