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Columna
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Verbo de Wert

El ministro de Educación ha perdido la flexibilidad que le caracterizaba como tertuliano

Juan Cruz

Lo que le pasó esta semana al ministro Wert en el Congreso al hablar de la españolización de los chicos catalanes no le habría sucedido al ciudadano José Ignacio Wert.

En primer lugar, como es lógico, el ciudadano José Ignacio no habría dicho que eso que él decía era “el interés del Gobierno”. Habría dicho que eso era lo que se le había ocurrido a él en las diversas circunstancias por las que habría discurrido su figura de ser civil sin otro aditamento ministerial.

En segundo término, eso habría tenido repercusión, si lo hubiera dicho el ciudadano Wert, porque él ha sido tertuliano de radio y televisión durante algunos años; pero esas cosas también se dicen en la intimidad y no pasa nada. Esa condición de tertuliano es, en algunos casos, para siempre, como el sacerdocio o como el periodismo. Y Wert no ha abandonado esa condición, o esa condición no lo ha abandonado a él, y la sigue ejerciendo, pero sin escuchar a los otros contertulios.

En función de su condición de tertuliano de varios gorros (en emisoras conservadoras y en emisoras progresistas), esa expresión que tanto se le ha criticado y que seguramente en la radio o en la tele habría dicho sin citar al Gobierno, Wert habría utilizado una habilidad innegable para decir una cosa y acercarse a la contraria si los otros le afeaban el verbo. Habría matizado hasta enrollar su argumento para llevárselo a casa si alrededor los compañeros de tertulia le hubieran afeado en exceso la ocurrencia.

Pues en ese trabajo ocasional, pero persistente, el ciudadano Wert ha tenido siempre la capacidad para usar la cintura a favor de cierto espíritu de conciliación que viene asociado a su sentido del humor.

Pero como ministro, José Ignacio Wert ha aparcado esa capacidad para rectificar, modular, e incluso para entender que cuando uno dice una ocurrencia debe ir de inmediato al armario a buscar una idea para ver si coincide la ocurrencia con la idea. Y si no coincide, aunque el Gobierno se la hubiera dictado al oído, debe decir lo que su presidente dijo hace nada: donde dije digo…

Sin embargo, el ministro Wert no es el ciudadano Wert: no solo no rectificó, o matizó, o enrolló hasta otra ocasión la alfombra de faquir de su argumento, sino que la reiteró enseguida que se armó el cisco. ¿Por qué? Porque fue el ministro Wert quien la dijo, y no el ciudadano Wert, y porque cuando se está en el Gobierno se tiene la tentación de insistir en lo que se dice como si fuera pecado político mostrar la flexibilidad que se tiene (que Wert ha mostrado) en las discusiones civiles.

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