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Columna
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En vida

Ahí radicaba una de las grandezas de nuestra sociedad: que no había enfermo de cáncer que no pudiera recibir el mismo protocolo terapéutico

Rosa Montero

El cáncer es una dolencia muy común, aunque algunos sigan empeñados en disfrazar la realidad con tontunas como “murió de una larga enfermedad”. Cada día se cura más, pero los tratamientos son costosísimos. En Estados Unidos, por ejemplo, si no tienes un seguro médico privado lo suficientemente caro como para incluir la quimioterapia, simplemente no te medican, lo cual me parece una injusticia desoladora e inicua. Y ahí radicaba una de las grandezas de nuestra sociedad: que no había enfermo de cáncer que no pudiera recibir el mismo protocolo terapéutico. Nuestra sanidad pública ha sido un logro colectivo fenomenal.

Pero ahora esa gran construcción igualitaria se está desmoronando. Me escribe X, una maravillosa guerrera de 50 años que lleva 10 con cáncer y los siete últimos con metástasis, combatiendo como una leona con quimio constante. Su seguro médico se negó a pagarle la quimio, aduciendo que era en pastillas; demandó a la compañía y la ganó, pero el proceso le llevó ocho meses, durante los cuales se tuvo que entrampar para seguir el tratamiento (este abuso por parte de las compañías es muy común, y no todos los enfermos tienen las fuerzas y el dinero para demandar). Pero lo peor viene ahora, porque la sanidad pública también comienza a fallar. Tras siete años de probar todas las quimios, a X ya no le hacían efecto. En cuatro meses los tumores se dispararon y la cosa iba tan mal que nuestra guerrera incluso habló con sus hijos. Entonces su médico le propuso una quimio nueva, eribulina, justamente indicada para su caso concreto, y el resultado fue espectacular: ha mejorado en todo. ¿El problema? Que, aunque la eribulina está aprobada por todas las agencias de medicamentos, incluida la española, ¡la Seguridad Social no la cubre! Los recortes en medicina son recortes en vida.

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