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Los colegios privados y concertados reducen la repetición de curso hasta casi eliminarla: “Debe ser absolutamente residual”

La brecha con la educación pública en alumnado que no promociona se ha agrandado en los últimos 15 años

Colegios privados
Alumnos del colegio privado Arturo Soria de Madrid, en un aula.Pablo Monge
Ignacio Zafra

Los colegios privados y concertados han reducido en los últimos 15 años de forma drástica la repetición de curso, hasta acercase a su eliminación. La diferencia entre ambas redes escolares ―las dos son privadas, pero la concertada está subvencionada por el Estado― y la enseñanza pública ya era enorme en el curso 2007-2008, debido sobre todo al estatus socioeconómicos de su respectivo alumnado. Pero en los últimos tres lustros la brecha se ha agrandado, a pesar de que las repeticiones también han bajado de forma significativa en la pública.

El 17,7% de estudiantes de la pública repitió curso en la ESO en el año 2008. En 2023 lo hizo el 8,7%. El porcentaje se ha reducido a la mitad, pero sigue manteniendo a España como uno de los países desarrollados donde más se repite. Pese a partir de un nivel mucho más bajo, la tasa de repetición en los colegios concertados se ha reducido del 9,2% al 4,1%, lo que supone un descenso del 55%. Y en los centros privados ha pasado del 3,7% al 1%, una bajada del 73% que prácticamente equivale a haberla suprimido.

En la ESO, la repetición en el conjunto de centros privados y concertados es ahora un 57,5% menor que en la pública, cuando hace 15 años era un 51% inferior. Y en Bachillerato la distancia ha pasado del 50% al 61%.

El PP y VOX han criticado mucho al Gobierno por aprobar medidas que tienen el objetivo de reducir la repetición. Un discurso que contrasta con el hecho de que las dos redes escolares cuyos intereses ambos partidos suelen distinguirse por defender ―por ejemplo, durante la tramitación de la Lomloe, y estos últimos meses con las normativas y planificación escolar que están adoptando en las comunidades autónomas donde gobiernan― tienen completamente asumido lo contrario, en línea con lo que plantean instituciones como la OCDE y la Unión Europea, y la gran mayoría de expertos.

“La repetición es muy costosa en términos personales y sociales para el alumno. Es muy costosa también económicamente para el sistema educativo. Y, según sabemos por las evidencias científicas, por sí sola no produce una mejora”, afirma Irene Arrimadas, responsable pedagógica de Escuelas Católicas, la principal organización de la educación concertada. “Repetir los contenidos de la misma forma y sin medidas de acompañamiento, no tiene sentido, y debe ser una medida absolutamente residual”.

Arrimadas responde casi con las mismas palabras que Elena Cid, directora general de la patronal de la enseñanza privada CICAE, a la pregunta de con qué están sustituyendo sus colegios la repetición de curso. “Es mucho más eficaz la detección e intervención temprana con los alumnos con dificultades académicas o emocionales, que debe producirse en el primer trimestre del curso, no en mayo, cuando ya casi no se puede actuar. Y a partir de ahí establecer programas de apoyo individualizados: proveer tutorías, clases de refuerzo y programas de mentoría adaptados a las necesidades de los estudiantes”, afirma Cid. A lo que Rubén Durán, orientador del colegio privado Arturo Soria, añade “potentes planes de formación” para los docentes; “a lo largo de mi trayectoria me he encontrado muchas veces a profesores con ganas de ayudar a un alumno que no sabían cómo hacerlo”.

Una clase del colegio privado Arturo Soria de Madrid.
Una clase del colegio privado Arturo Soria de Madrid.Pablo Monge

Decirlo es, sin embargo, más fácil que llevarlo a la práctica, advierte Rosa Rocha, presidenta de la asociación de directores de institutos públicos de Madrid. “Los profesores tenemos que trabajar de forma más individualizada con cada alumno, pero para eso se necesitan más medios”. Rocha, que dirige un instituto en el municipio de Guadarrama, también resalta las grandes diferencias en la composición del alumnado que existe entre la enseñanza pública y la concertada, y todavía más respecto a la privada.

“Las familias de estos colegios tienen recursos, pueden pagar clases particulares, atender a los niños en cuanto tengan la más mínima dificultad… Y lo más importante para que un estudiante funcione es que tenga una familia detrás que le empuje”, señala la directora. “Nosotros”, sigue Rocha, “acogemos a todo el alumnado, incluidos niños que acaban de aterrizar en España, a los que prácticamente tenemos que enseñarles a leer y escribir en la ESO, y también chicos que, por el motivo que sean, han sido invitados a irse de la concertada o la privada”.

La clase social determina enormemente la probabilidad de repetir. Un chaval pobre tiene casi cuatro veces más probabilidades de hacerlo que uno rico ―situados uno y otro en hogares pertenecientes al 25% de menor y mayor renta respectivamente―. Pero la segregación social por redes educativas ya existía hace 15 años, y el porcentaje de alumnado total que asiste a la educación pública ahora en la ESO (67%) y el Bachillerato (71,4%), ha variado poco en dicho periodo. Es posible, pese a ello, que el hecho de que la pública esté reduciendo más despacio la repetición se deba a un cierto cambio de la composición socioeconómica entre ambas redes escolares, coinciden expertos como Juan Manuel Moreno, catedrático de Organización Escolar en la UNED, que consideran necesario investigarlo.

Para que la pública alcance el mismo ritmo, Xavier Martínez Celorrio, profesor de Sociología en la Universidad de Barcelona, considera necesario, en todo caso, más inversión pública que compense la desigualdad de partida. “Hace falta más inversión en programas de apoyo como el PROA y en las unidades de acompañamiento, pero también más planes de personalización, más diversificación y cambio curricular”. Y también es necesario, añade, un mayor cambio en lo que llama “cultura de la repetición”. Un elemento que ya en 2011 la Unión Europea consideraba clave para entender por qué, con una normativa similar a la de los países de su entorno, España tenía un nivel de repetición desproporcionado.

Respuesta más ágil

“Llevamos decenios insistiendo en que la repetición no resuelve nada, sino que lo empeora todo, salvo, en ciertas circunstancias, en los muy primeros cursos de primaria, donde en realidad el problema es otro: las grandes diferencias de desarrollo a esas edades y la elevada significación del mes de nacimiento ante una institución que solo distingue el año”, afirma Mariano Fernández Enguita, catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. “Y es posible que la privada, concertada o no, más ágil, más comprometida a escala de centro y más dependiente de las familias, al menos a principio de cada curso, haya asimilado más rápidamente la lección y esté simplemente respondiendo”.

Muchos profesionales de la educación pública piensan lo mismo que un director que, para evitarse problemas internos, pide que no se publique su nombre: “En los claustros de la pública cuesta mucho quitar el síndrome de la repetición. Está muy arraigado. No solo en profesores veteranos, también en otros que se acaban de incorporar. Sé de centros que han votado que con tres suspensos se repita, aunque la ley ya no permite aplicar una regla así. Y yo digo: ¿Qué necesidad hay de hacer repetir a un chico y tenerlo en clase con niños dos años menores que él cuando podría pasar e ir, por ejemplo, a una FP Básica?”.

Javier Cortés, que trabaja de orientador en el instituto público Berenguer Dalmau de Catarroja, Valencia, añade: “Todavía hay docentes que apuestan por la repetición no como una medida de mejora del aprendizaje, sino porque consideran que el estudiante no ha hecho lo suficiente, y el castigo, por así decirlo, debe ser repetir. Y eso a pesar de que, por ejemplo, en nuestro centro, a más del 90% de los chavales que repiten no les sirve para mejorar”.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.
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